Debate de platos rotos
El debate del estado de la naci¨®n que comienza ma?ana ser¨¢ el ¨²ltimo de la legislatura y, por esta misma raz¨®n, podr¨ªa perfilarse como el primer acto de campa?a de las pr¨®ximas elecciones generales. Salvo que el Gobierno sea capaz de proponer nuevas iniciativas, transmitiendo el impl¨ªcito mensaje de que una legislatura es insuficiente para completar la parte menos contestada de su gesti¨®n, socialistas y populares parecen condenados por la fuerza de las circunstancias que ellos han creado a una reiterativa exhibici¨®n de los mismos argumentos, s¨®lo que de signo distinto. Unos y otros sentir¨¢n sin duda la tentaci¨®n de acusarse de deslealtad en materias de Estado, en particular en la lucha contra el terrorismo, al mismo tiempo que intentar¨¢n demostrar que cuanto han hecho en este campo ven¨ªa dictado por el deber y la responsabilidad. De confirmarse este esquema, ¨¦sa ser¨ªa la prueba de que ni uno ni otro han mantenido posiciones irreprochables durante esta legislatura, tratando de sacar ventaja de las debilidades y los errores de la otra parte.
La resoluci¨®n de mayo de 2005 que abri¨® las puertas a la estrategia del final dialogado del terrorismo supuso un inesperado punto de inflexi¨®n: fue en ese momento cuando el Partido Socialista, que en la oposici¨®n pretend¨ªa pactar todo con el Partido Popular, pas¨® a pactar con todos excepto con el PP una vez que alcanz¨® el Gobierno. As¨ª se coloc¨® en la situaci¨®n en la que hoy se encuentra, aprisionado entre dos compromisos contradictorios, uno adquirido con el Partido Popular en el Pacto Antiterrorista y que tuvo como resultado principal la Ley de Partidos, y otro suscrito con el resto de las fuerzas parlamentarias, entre las que son mayor¨ªa las opuestas a esa norma. Mientras los terroristas mantuvieron formalmente en vigor la tregua que abri¨® paso a las conversaciones ahora fracasadas, la contradicci¨®n entre los dos compromisos adquiridos por el Partido Socialista pasaron a un segundo plano. Tras el comunicado de ruptura y la subsiguiente necesidad de recuperar la unidad de los partidos democr¨¢ticos, la contradicci¨®n no puede ser mantenida por m¨¢s tiempo.
Por lo que se refiere al Partido Popular, su posici¨®n a partir de la resoluci¨®n de mayo de 2005 parec¨ªa dictada por un equ¨ªvoco inquietante: su sentido de Estado en materia antiterrorista se limitaba, exclusivamente, a mantener un pacto con su principal adversario pol¨ªtico, en este caso los socialistas. Al considerar que ese pacto hab¨ªa dejado de cumplirse, no es que rompi¨® con los socialistas, es que pareci¨® romper con el Estado. Durante los quince meses que se ha prolongado el insensato y zigzagueante "proceso de paz", el Partido Popular no se ha limitado a contestar una pol¨ªtica equivocada, sino que ha puesto en entredicho a la justicia y las fuerzas de seguridad, amplificando la atm¨®sfera de sospecha creada por los medios de comunicaci¨®n amarillistas en torno al juicio del 11 de marzo. Adem¨¢s, ha llevado la divisi¨®n pol¨ªtica a las calles, en lugar de reconducirla a las instituciones para evitar los riesgos de que las pasiones se desbordaran. Y por si no fuera bastante, ha tolerado que su presidente de honor recorriese el mundo anunciando que Espa?a se precipitaba hacia la cat¨¢strofe, aparte de convocar manifestaciones rid¨ªculas ante los consulados y embajadas, como si se tratase de disidentes de una dictadura. Ni siquiera la m¨¢s inconcebible de las torpezas de un Gobierno democr¨¢tico autorizaba a tanto.
Existe tal abundancia de platos rotos que ser¨¢ dif¨ªcil que el debate del estado de la naci¨®n no se convierta en una nueva disputa tabernaria para ver qui¨¦n paga la factura, y eso que, para sorpresa de propios y extra?os, el narcisismo de los terroristas a¨²n no les ha llevado a hacerse presentes para estar seguros de que se habla de ellos. Si los tres d¨ªas de intervenciones que se inician ma?ana no desembocan en un acuerdo que vuelva a sumir a los terroristas en la irrelevancia pol¨ªtica, en el autismo al que deber¨ªa condenarles su recurso a las pistolas, se habr¨¢ emprendido un camino que, seguramente, tampoco las pr¨®ximas elecciones generales ayudar¨¢n a desandar.
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