Mikel Essery
Han asesinado a Mikel Essery. ?l, que ten¨ªa un coraz¨®n m¨¢s grande que el de una vaca, que era incapaz de odiar, ha muerto victima del odio y del fanatismo. Los que han acabado con su vida no le conoc¨ªan. De haber tenido la oportunidad de hacerlo, es posible que no le hubieran matado. Pero tampoco ten¨ªan ning¨²n inter¨¦s en conocerle. Ni a ¨¦l ni a ninguna de sus v¨ªctimas. ?Para qu¨¦? ?Qu¨¦ sentido tiene conocer a las potenciales v¨ªctimas cuando lo que se pretende es sembrar el terror? Es m¨¢s f¨¢cil matar a gente sin rostro. Los fan¨¢ticos no pueden permitirse el lujo de conocer nada sobre las vidas que van a segar. Si lo hicieran, traicionar¨ªan la propia esencia de su modo de actuar. Si trataran de saber, siquiera por un instante, todo su tinglado mental se vendr¨ªa abajo.
Mikel, por el contrario, quer¨ªa saber cada d¨ªa m¨¢s. No para acumular conocimientos, sino para poder vivir la vida con mayor autenticidad. Quer¨ªa conocerlo todo para poder comprender mejor, para poder compartir las preocupaciones y anhelos de la gente. Su curiosidad intelectual no ten¨ªa l¨ªmites pero, por ello, no pod¨ªa saciarse en ninguna biblioteca. Su ansia por saber, por conocer, por comprender, solo pod¨ªa colmarse compartiendo un t¨¦ bajo las estrellas del desierto del Sahara, recorriendo paisajes inabarcables en el Himalaya, en el Amazonas, o en el Gran Ca?¨®n, conversando con las gentes que habitan las favelas brasile?as o los suburbios de las grandes ciudades de la India, y aproxim¨¢ndose a los problemas e ilusiones de la gente, incluidas las m¨¢s cercanas, las de este sufrido paisito en el que tanto se implic¨® tambi¨¦n.
Ning¨²n lugar, ninguna cultura, ning¨²n grupo humano, era ajeno para ¨¦l. Sin embargo, su implicaci¨®n personal, sus ganas de saber, su necesidad de comprender fue especialmente intensa en algunos casos. Mikel trat¨® tambi¨¦n de entender el sustrato cultural del mundo ¨¢rabe y musulm¨¢n. Y trat¨® de aproximarse a esa realidad desde el respeto. Pese a su bonhom¨ªa y su tremenda sencillez, no era un ingenuo. Sus convicciones y valores estaban muy arraigados y se plasmaban en su comportamiento cotidiano, en su forma de ser, en su propia mirada. Sin embargo, Mikel sab¨ªa apreciar lo positivo de los dem¨¢s, sab¨ªa enriquecer su vida, d¨ªa a d¨ªa, mediante el di¨¢logo con la gente, descubriendo nuevas perspectivas y nuevos puntos de vista sobre algunos asuntos.
Mikel detestaba la arrogancia y la imposici¨®n. Amaba la vida y la libertad, y luchaba por ellas. Pero abominaba la idea y el prop¨®sito de querer imponer la democracia a ca?onazos, destruyendo pa¨ªses y civilizaciones. Defend¨ªa cada minuto los derechos humanos, pero renegaba de quienes en su nombre han provocado cientos de miles de muertos. Buscaba un lugar para la convivencia, y rechazaba la idea del caos que, desde hace un tiempo, va abri¨¦ndose camino de forma aparentemente inexorable. La paradoja es que vivimos en un mundo en el que unos generan el odio y siembran el caos, mientras otros, como Mikel, mueren victimas de ello. Parece claro que no hay salvoconductos que puedan librarnos del fanatismo. De nada sirve una trayectoria personal como la de Mikel para enfrentar la sinraz¨®n, para sobrevivir a una violencia cada vez m¨¢s ciega.
Aparentemente, ya no tenemos opci¨®n. Pretenden colocarnos en un sitio, nos guste o no. Quieren obligarnos al papel de comparsas, asumiendo d¨®cilmente las nefastas consecuencias de unas decisiones que no compartimos, que asistamos complacientes al ataque a la raz¨®n y al deterioro de la convivencia que se viene produciendo desde hace unos a?os. Que no osemos a comprender ni a pensar. Pero Mikel no se resign¨® a jugar ese papel. Sigui¨® buscando, preguntando, y construyendo puentes. Ello le permiti¨® vivir con intensidad y con pasi¨®n. Y logr¨® disfrutar de la vida sin por ello dar la espalda al sufrimiento humano.
Somos muchos quienes tuvimos la suerte de compartir con ¨¦l peque?os o grandes trocitos de la vida, de contagiarnos de su alegr¨ªa vital, y de aprender de su sencillez llena de sabidur¨ªa. Por eso somos tantos los que hoy le lloramos. Agur Mikel.
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