Europa, m¨¢s lejos de los ciudadanos
El Consejo Europeo reunido en Bruselas para reactivar la marcha de la Uni¨®n Europea, despu¨¦s de los encomiables esfuerzos realizados por la presidencia alemana -y por la canciller Merkel, en particular-, y para dejar un mandato "claro y preciso" a la presidencia portuguesa, ?ha sido realmente un ¨¦xito, como pretende hacernos creer el habitual marketing pol¨ªtico con el que por lo general se saldan los c¨®nclaves europeos?
Mucho me temo que no, por lo que he podido comprender tras la atenta lectura del "Proyecto de Mandato de la CIG", que pude hallar en Internet y que no he visto trascrito en los medios de prensa internacionales que leo habitualmente. El Tratado Reformador, como ahora se llama, no es un miniacuerdo, ni ha sido simplificado, como pretend¨ªa el presidente Sarkozy. Es grande, amplio y extremadamente complejo.
Para empezar, vuelven a ponerse en vigor los tratados anteriores (que el Tratado Constitucional deb¨ªa sustituir) y se incluyen dos cl¨¢usulas substanciales de alteraci¨®n del Tratado de la Uni¨®n Europea (TUE) y del Tratado de instituci¨®n de la Comunidad Europea (TCE), que pasar¨¢ a ser designado como Tratado sobre el funcionamiento de la Uni¨®n. A?¨¢dase a esto que tanto el Tratado de la Uni¨®n Europea como el Tratado sobre el funcionamiento de la Uni¨®n no tendr¨¢n car¨¢cter constitucional. La palabra Constituci¨®n pasa a ser un verdadero tab¨². Ha quedado absolutamente proscrita de los dos textos, como una palabra maldita. La designaci¨®n de "Ministro de Asuntos Exteriores de la Uni¨®n" ser¨¢ sustituida tambi¨¦n por la de "Alto Representante de la Uni¨®n para los Asuntos Exteriores y la Pol¨ªtica de Seguridad". Se ve que la palabra ministro hace pensar en Gobierno y Estado, y eso, para la Uni¨®n, es asimismo un tab¨². Lo mismo ocurre con las denominaciones de ley y de ley-marco, que pasar¨¢n a denominarse reglamentos, directivas y decisiones. Son ejemplos expresivos de arreglos pol¨ªticos oportunistas, sin alma ni visi¨®n de futuro.
A estas alturas -y s¨®lo estamos al principio del "Proyecto de Mandato", que se explaya a lo largo de 18 largas p¨¢ginas, de diminuta letra- los lectores interesados estar¨¢n ya confusos y hastiados. ?Qu¨¦ ocurrir¨¢, pues, con los ciudadanos comunes europeos que quieran, honradamente, conocer las reglas por las que se rige esa Europa en la que viven y en la que creen?
N¨®tese que las modificaciones terminol¨®gicas no son inocentes en absoluto. Todo lo contrario. Representan la expresi¨®n m¨¢s acabada del pensamiento euroesc¨¦ptico, antieurope¨ªsta, que siente horror ante la Europa Pol¨ªtica y Social, y ve la Uni¨®n ¨²nicamente como una vasta ¨¢rea de libre intercambio, un mercado, con una pol¨ªtica financiera estricta y pol¨ªticas econ¨®micas, sociales y fiscales insuficientemente coordinadas. ?Cu¨¢n lejos estamos de la prometida "Europa de los Ciudadanos"!
El texto del Mandato, para todo aquel que lo lea, representa un h¨¢bil ejercicio de hipocres¨ªa pol¨ªtica. Se ha transigido, de forma grave, con el euroescepticismo brit¨¢nico, al haberse permitido que desaparezcan los s¨ªmbolos (bandera, himno, lema, etc¨¦tera), cuando est¨¢ claro que los s¨ªmbolos son formas esenciales de identidad. Los "entendidos", sin embargo, nos gui?an un ojo y nos dicen: "tranquilidad, el 80% del contenido se ha mantenido id¨¦ntico". Sencillamente, eso no est¨¢ escrito ni es verdad.
Lo que resulta indefendible es que los gobernantes europeos, por miedo y superficialidad, se opongan a asumir la identidad europea. El federalismo, sobrentendido en el antiguo Proyecto Constitucional, desaparece. ?C¨®mo resultar¨¢ posible, de esa manera, estimular y desarrollar la ciudadan¨ªa europea? El foso que separa a los ciudadanos europeos de las instituciones se ha ensanchado considerablemente. Y eso es dram¨¢tico. Porque de ello se derivar¨¢n, inevitablemente, consecuencias negativas que no tardar¨¢n de dejarse sentir. Wait and see.
?De qu¨¦ manera podr¨¢ la Uni¨®n Europea adquirir un protagonismo global en la escena internacional -que tan necesario ser¨ªa para el mundo- cuando son reforzados conscientemente los poderes de los Estados nacionales (que son los que mandan, cada vez con mayores dificultades para establecer consensos) y vemos c¨®mo se esfuman las competencias de la Uni¨®n, convertida en una entidad difusa y ambigua, que teme afirmar lo que es y en qu¨¦ direcci¨®n camina? ?Ser¨¢ todo esto una nueva forma de esa "transparencia pol¨ªtica", a la que tanto apelan los dirigentes europeos?
Y mientras tanto, todos los
Estados europeos saben -por m¨¢s que lo nieguen- que por s¨ª solos, sean los que sean, incluso los de mayor peso, como Alemania, no tienen ni la entidad ni la dimensi¨®n suficientes para poder competir, con ¨¦xito, en el mundo globalizado de nuestros d¨ªas.
En realidad, lo que ocurri¨® en la Cumbre de Bruselas fue que dos Estados miembros bloquearon los avances, tan necesarios, de la construcci¨®n europea: el Reino Unido (que como todos sabemos nunca los dese¨®) y Polonia (por razones coyunturales, aunque utilizando argumentos inaceptables). Est¨¢n en su derecho de decir cuanto quieran y ser respetados. Pero no de impedir el avance de los dem¨¢s. ?sa es la cuesti¨®n.
El motor franco-alem¨¢n -que seg¨²n se dice ha sido recompuesto, ?ojal¨¢ sea as¨ª!- resolvi¨® ceder ante la presi¨®n brit¨¢nica, cuando 18 Estados (de 27) ya hab¨ªan ratificado el Tratado Constitucional y algunos m¨¢s, entre los que se hallaban Portugal e Irlanda, se dispon¨ªan a hacerlo. Ni siquiera se pens¨® en recurrir a una cooperaci¨®n reforzada, para aprobar el Tratado Constitucional, para lo cual bastar¨ªan nueve pa¨ªses, por ejemplo. Realmente, insisto, ?tiene sentido que dos Estados bloqueen los avances que los otros 20 o incluso 25 aceptan, con mayor o menor entusiasmo?
A Portugal, independientemente de su voluntad, le ha correspondido la muy embarazosa papeleta de la "patata caliente", es decir, la responsabilidad de llevar a buen puerto -y con rapidez- el mandato imperativo que el Consejo Europeo de Bruselas le ha legado. Conf¨ªo en que no surjan nuevas dificultades (Polonia ya ha planteado veladas amenazas), ahora que los antieurope¨ªstas lanzan cohetes y se consideran vencedores. Veremos.
Portugal, adem¨¢s, va a tener que ocuparse, exhaustivamente, de las muy importantes cumbres previstas para Lisboa: de la Uni¨®n Europea con Brasil, con Rusia, con ?frica y otras m¨¢s, aparte de su objetivo de estimular la muy importante "Estrategia de Lisboa". Sin olvidar los imprevistos, que siempre surgen.
Jacques Delors, en un art¨ªculo que public¨® en Le Nouvel Observateur, escrib¨ªa con contenida resignaci¨®n: "Europa siempre ha avanzado as¨ª: dos pasos hacia adelante y uno para atr¨¢s". Mucho me temo que esta vez los dos pasos hacia adelante son de menor calado -y significado pol¨ªtico- que el enorme paso que se ha dado hacia atr¨¢s. Pero, claro, y lo digo como europe¨ªsta convencido: "Atr¨¢s de tempo, tempo vir¨¢" [demos tiempo al tiempo].
La Uni¨®n Pol¨ªtica Europea (con Turqu¨ªa, desde luego) es indispensable, representa el proyecto pol¨ªtico de paz m¨¢s original y prometedor del siglo XX y para el siglo XXI, y alg¨²n d¨ªa acabar¨¢ por asentarse, en contra de los ego¨ªsmos nacionalistas, de tan cortas miras, de ciertos pol¨ªticos europeos.
M¨¢rio Soares es ex presidente y ex primer ministro de Portugal. Traducci¨®n de Carlos Gumpert.
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