El terrorismo y Porto Alegre
Nos ata?e la amenaza 'yihadista' de Londres, pero tambi¨¦n los problemas de Brasil
Imaginen a un hombre que soporta, callado y paciente, una intervenci¨®n m¨¦dica bastante dolorosa. De pie junto a la camilla, vemos a un personaje saludable y bronceado, cubierto con un traje brillante, que cada vez que el bistur¨ª hace una incisi¨®n en el cuerpo del otro hombre grita: "?Ahhh! ?Ayyy! ?Dios m¨ªo! ?No puedo m¨¢s!". El paciente de la cama es Gran Breta?a, dispuesta a afrontar estoicamente otra oleada de atentados terroristas y las inc¨®modas medidas de seguridad que provocan. El espectador hist¨¦rico es la cadena de televisi¨®n estadounidense Fox News, cuyas informaciones emitidas desde una terminal del aeropuerto de Glasgow o la esquina de una calle en Londres parecen boletines enviados desde las playas de Normand¨ªa o la jungla de Birmania durante la II Guerra Mundial. Porque estamos ante la IV Guerra Mundial, ?no?
El proteccionismo agrario de Europa y Estados Unidos es un grave obst¨¢culo que impide que Brasil tenga un desarrollo m¨¢s r¨¢pido
No se trata de oponer Porto Alegre a Davos. Lo que hace falta es que los gobernantes democr¨¢ticos mundiales sean capaces de ocuparse de muchas cosas
La m¨¢xima prioridad de la pol¨ªtica exterior brasile?a sigue siendo -y lo ser¨¢ durante alg¨²n tiempo- el propio desarrollo social y econ¨®mico del pa¨ªs
Pues no. ?se es su gran error, se?or Fox. Y el suyo, se?or Bush. Los atentados de Londres y Glasgow vuelven a recordarnos que estamos -en Gran Breta?a, seguramente, todav¨ªa m¨¢s que en Estados Unidos- ante una seria amenaza del terrorismo yihadista internacional, de dimensiones m¨¢s reducidas que un ataque de cualquier ej¨¦rcito convencional, pero m¨¢s dif¨ªcil de prevenir. Sin embargo, lo que m¨¢s me ha impresionado, desde la distancia, ha sido ver c¨®mo el Gobierno brit¨¢nico ha vuelto a ser capaz de mantener la cabeza fr¨ªa e insistir, incluso en el momento m¨¢s cr¨ªtico de la alerta de seguridad, en que la vida siguiera su rumbo normal, en que se mantuviera cierto sentido de la proporci¨®n y se reconociera que sigue habiendo otros problemas en el mundo. Alguno de ellos, incluso mayor que ¨¦ste.
Es interesante seguir estos sucesos desde un pa¨ªs y un continente en el que la amenaza del terrorismo isl¨¢mico es pr¨¢cticamente inexistente. Hablar en Brasil de los yihadistas nacidos en Europa es, supongo, como hablar en el barrio londinense de Brixton de los indios yanomamis de la Amazonia. Pero Brasil tiene otros problemas, y algunos de ellos nos ata?en tambi¨¦n a nosotros. Me encuentro en la ciudad sure?a de Porto Alegre. Los lectores de esta columna, que son una gente extraordinariamente bien informada, reconocer¨¢n inmediatamente Porto Alegre como la cuna del Foro Social Mundial, concebido como una alternativa al Fondo Econ¨®mico Mundial de Davos. "Porto Alegre" equivale al Sur contra el Norte, los pobres contra los ricos, la antiglobalizaci¨®n o la globalizaci¨®n alternativa contra la implacable globalizaci¨®n capitalista; incluso, por qu¨¦ no, la mujer de Porto Alegre contra el "hombre de Davos" de Samuel Huntington.
La genuina mujer de Porto Alegre posee un escepticismo muy saludable sobre esta caracterizaci¨®n mundial. Al preguntar a una alta funcionaria del Ayuntamiento de la ciudad qu¨¦ opina del foro social, me responde que "es beneficioso para los hoteles en temporada baja". (Antes, el foro, que ahora se re¨²ne en varias ciudades de todo el mundo, se celebraba en pleno verano brasile?o, cuando la mayor¨ªa de los habitantes de la ciudad se hab¨ªan ido a la costa o al campo). Es un happening, me dice otra persona, que define los campamentos de j¨®venes activistas internacionales como una especie de Woodstock. En mi gu¨ªa leo que el museo de la ciudad alberga una exposici¨®n informativa sobre el foro social. Voy y hablo con el director. "Ya no est¨¢", me explica. Era una idea tan relacionada con el Partido Laborista del presidente Lula que, cuando ¨¦ste perdi¨® el control del gobierno municipal, la exposici¨®n desapareci¨®.
Aqu¨ª, como en R¨ªo y S?o Paulo, he o¨ªdo duras cr¨ªticas contra la pol¨ªtica exterior del presidente Lula, porque supone una identificaci¨®n excesiva de Brasil con las preocupaciones del Sur y alinea al pa¨ªs s¨®lo en sentido horizontal, por as¨ª decir, con otros pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo y de lo que antes se llamaba el Tercer Mundo. Y Brasil tambi¨¦n forma parte de Occidente, dicen esas voces, que destacan el legado cultural del pa¨ªs y sus instituciones democr¨¢ticas. Algunas zonas de sus ciudades, incluida Porto Alegre, se parecen mucho a las ciudades ricas del Norte. Al fin y al cabo, Brasil posee la octava econom¨ªa del mundo, e incluso tiene un toque del Extremo Oriente, la poblaci¨®n japonesa m¨¢s numerosa fuera de Jap¨®n. Para no hablar de Oriente Pr¨®ximo: existen al menos siete millones de brasile?os de ascendencia libanesa, m¨¢s o menos el doble de los que viven en el propio L¨ªbano.
Alegaciones del G-20
Dicho esto, la m¨¢xima prioridad de la pol¨ªtica exterior brasile?a sigue siendo -y ser¨¢ probablemente durante alg¨²n tiempo- el propio desarrollo econ¨®mico y social del pa¨ªs. No obstante, incluso desde ese punto de vista, es una pol¨ªtica que plantea al mundo varias cuestiones que no tienen nada que ver con la "guerra contra el terror", pero que tienen enormes repercusiones para todos nosotros. La pobreza, las desigualdades y la criminalidad de las que hablaba la semana pasada son consecuencia de la historia de Brasil, pero tambi¨¦n tienen causas actuales y externas. Entre otros factores, el proteccionismo agrario de Europa y Estados Unidos es un grave obst¨¢culo que impide que Brasil tenga un desarrollo m¨¢s r¨¢pido. En materia de libre comercio, los ricos pa¨ªses del Norte no predicamos con el ejemplo, y, por consiguiente, contribuimos, en parte, a que los pobres brasile?os sigan siendo pobres. Eso es lo que alega, con raz¨®n, el G-20, el grupo de pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo -en el que Brasil ocupa un puesto fundamental-, en las negociaciones comerciales de Doha.
La selva tropical
Tambi¨¦n est¨¢ el caso del medioambiente. Lo que haga Brasil con su selva tropical influir¨¢ directamente en las perspectivas de calentamiento global y en nuestro clima futuro. Ahora bien, las restricciones tienen un precio para la poblaci¨®n local. Mientras tanto, las emisiones de di¨®xido de carbono de esta econom¨ªa emergente aumentan a toda velocidad. He hablado con un dirigente parlamentario del Partido Verde brasile?o, que afirma que el pa¨ªs deber¨ªa adelantarse a India y China y fijar voluntariamente sus propios l¨ªmites como objetivo. ?Qu¨¦ estar¨ªa dispuesto a hacer a cambio el Norte?
No digo que estos asuntos sean necesariamente m¨¢s importantes que el reto del terrorismo yihadista internacional. No estoy seguro de c¨®mo puede establecerse una clasificaci¨®n. S¨®lo digo que tambi¨¦n son muy importantes. Y tampoco se trata de decir: "Bueno, vosotros ten¨¦is vuestros problemas y nosotros tenemos los nuestros. Que cada uno se ocupe de lo suyo". Los lazos de la interdependencia mundial son ya demasiado estrechos, por lo que debemos seguir abordando todos estos problemas al mismo tiempo.
?sa es la tarea en la que Washington demuestra siempre una torpeza cr¨®nica. Se cuenta que un presidente estadounidense, Lyndon Baines Johnson, dijo de otro, Gerald Ford, que no pod¨ªa echarse pedos y mascar chicle al mismo tiempo. Y no es que la capital de EE UU sea tan tonta. Ni que carezca de los especialistas necesarios: se pueden encontrar mejores expertos en casi todos los temas en Washington que en Londres, Par¨ªs y Pek¨ªn. El problema es que el proceso pol¨ªtico estadounidense, que se desarrolla en funci¨®n de los medios de comunicaci¨®n, no permite m¨¢s que centrarse en una sola cosa en cada momento.
El verdadero mensaje de Porto Alegre no es que tengamos que transformar por completo las prioridades de la pol¨ªtica mundial. No se trata de oponer lo social a lo econ¨®mico, lo ambiental a lo militar, Porto Alegre a Davos, y escoger una casilla. No, lo que hace falta es que los gobernantes democr¨¢ticos mundiales sean capaces de ocuparse de muchas cosas. Y para ello, es preciso contar con una comunidad de democracias m¨¢s amplia, en la que pa¨ªses como Brasil, India y Sur¨¢frica se sienten junto a las democracias establecidas del viejo Occidente y formen coaliciones de los dispuestos para trabajar en las ¨¢reas en las que tengan algo que aportar. Dado que Estados Unidos, hoy por hoy, parece incapaz de conducirnos por esa direcci¨®n, quiz¨¢ el nuevo Gobierno de Gordon Brown deba hacer de este asunto la se?a de identidad de su pol¨ªtica exterior.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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