Cabreoterapia
Tengo un m¨¦dico de cabecera muy original, y el otro d¨ªa, en una revisi¨®n rutinaria, me ech¨® una bronca monumental. "No puedes seguir por m¨¢s tiempo con esa terapia zen que te has automedicado", me dijo, "porque est¨¢s alcanzando unos niveles tales de ataraxia que, a tu edad, pueden ser mucho m¨¢s letales que ese estr¨¦s imaginario que tanto combates desde los sesenta". Y concluy¨®: "La calma est¨¢ bien, incluso muy bien, pero esa calma de raza vegetal tampoco es buena para la salud". "Los organismos vivos, para seguir estando vivos, necesitan producir estr¨¦s. Tienes que cabrearte m¨¢s, y continuamente, si no quieres desaparecer por calma total".
Y me recet¨® urgentemente una terapia de la que nunca hab¨ªa o¨ªdo hablar: la cabreoterapia. Por lo visto, el cuerpo necesitaba cabrearse (producir y emitir estr¨¦s) un par de veces al d¨ªa, a ser posible a la hora del desayuno, para combatir esa ataraxia budista (sic) que me estaba llevando de la calma total a la inanidad. "Haz el mismo ejercicio que tus colegas, cabr¨¦ate con las noticias del d¨ªa y escribe art¨ªculos furibundos y a ser posible muy apocal¨ªpticos", me dijo antes de despacharme.
Hoy es mi primer d¨ªa de cabreoterapia, estamos a mediados de junio, en pleno desayuno, con los peri¨®dicos del d¨ªa, incluidas sus ediciones digitales, y estoy redactando la lista de las cosas que me cabrean aqu¨ª y ahora. Bien, empecemos por lo facil¨®n. Me cabrea ETA, faltar¨ªa m¨¢s, y parece mentira que a estas alturas haya que escribir esta obviedad y hasta te obliguen a manifestarla como introito ritual. Pero resulta que tambi¨¦n me cabrean los numerosos efectos colaterales de ETA: ese tonto y pegajoso manique¨ªsmo ideol¨®gico (de exclusivo uso local) fabricado a costa de la banda de provincias y que s¨®lo tiene fines y manipulaciones electorales, traficar de nuevo con ese bipartidismo imperfecto que nos hemos inventado y para lo esencial se funda en unas disputas territoriales decimon¨®nicas extraviadas de siglo y de globalizaci¨®n y nos obligan a invocar otra vez, treinta a?os despu¨¦s, el esp¨ªritu santo de aquel consenso buenista, aquella pasta pastelera que tambi¨¦n se construy¨®, no lo olvidemos, a base de amplificar medi¨¢ticamente otra disuasi¨®n militar extraviada de siglo. Y me cuesta bastante cabrearme porque ni ya entonces, cuando los proleg¨®menos de la globalizaci¨®n, era posible aqu¨ª un golpe militar, ni ahora, en plena globalizaci¨®n, es veros¨ªmil una Euskadi independiente por decisi¨®n militar de un pu?ado de provincianos fan¨¢ticos y, s¨ª, basta ya. Cambiemos de disuasi¨®n, de consenso, de escala y de conversaci¨®n, porque eso de la salsa ETA, como la bautiz¨® Manolo Vicent, empieza a ser una pelmacer¨ªa tertuliana que s¨®lo va de lo obvio a lo evidente.
Y hablando de mafias del siglo pasado y siguiendo con la terapia, lo que me cabrea bastante en los peri¨®dicos hoy es que el episodio final de Los Soprano no haya sido visto en este pa¨ªs en tiempo real (habr¨¢ que esperar al a?o que viene), a pesar de que su ya c¨¦lebre fundido en negro ha sido comentado y celebrado por todos los columnistas, tertulianos y blogueros que hoy, por lo que sea, no mastican el chicle ETA desde la ret¨®rica buenista o no navarrizaban en plan maniqueo. Una cosa nueva: globalizamos de o¨ªdas. M¨¢s cabreos puntuales y en la misma l¨ªnea. Por ejemplo, esta huelga de nuestras salas cinematogr¨¢ficas contra esas cuotas de exhibici¨®n euro-espa?olas y el mismo d¨ªa en que los actores del cine casero reclamaban sus olvidados "derechos de creaci¨®n" y la SGAE, luego de la batalla del top manta, le declaraba la guerra total a los frikis que bajan pelis en sus ordenadores por el sistema universal del P2P y sin tener en cuenta la muy subdesarrollada realidad nacional de la banda ancha. Ah¨ª tenemos, espl¨¦ndidamente embarullados en un solo d¨ªa, todos los problemas del celuloide patrio: el control de las majors de Hollywood sobre nuestra salas, la indigencia comercial de nuestras producciones, a pesar de esas subvenciones que pueden financiar una pel¨ªcula sin necesidad de su estreno, y la provinciana lucha sin cuartel contra las nuevas t¨¦cnicas globales de ver pelis y series.
Pero mi cabreoterapia favorita no viene en los peri¨®dicos de papel y es resultado de una encuesta particular que acabo de hacer entre esos blogs que, de repente, inundan nuestro periodismo en plan tsunami. Donde antes hab¨ªa una columna, ahora hay una docena de blogs. Resulta que los blogs son un producto derivado de la globalizaci¨®n de Internet, valga la redundancia, pero en nuestro pa¨ªs, y luego de la moda de los ciberfachas, son los bastiones m¨¢s firmes contra la globalizaci¨®n y la sincronizaci¨®n del planeta, es decir, contra el formato que los pari¨®. Con las excepciones que ustedes quieran, pero es evidente que la mayor parte de estos blogs que surgen como champi?ones digitales en nuestra local galaxia, ni pertenecen al ancho territorio de la globalizaci¨®n (son primitivas soflamas ideol¨®gicas anti-globalizaci¨®n, ni siquiera ¨¢lter-globalizaci¨®n) y sobre todo no est¨¢n m¨ªnimamente sincronizados con lo que ocurre en el mundo exterior, como exige el formato blog. Porque los blogs pueden ser tan intransitivos, yo¨ªstas, l¨ªricos o apocal¨ªpticos como las columnas, vale, pero ante todo exigen estar sincronizados en tiempo real con el mundo exterior, tienen la obligaci¨®n hacer link todo el tiempo, siempre trabajan en red global, ampl¨ªan horizontes y s¨®lo tienen sentido si aportan informaciones nuevas, sin fronteras, y nunca sirven para masticar la papilla local y fronterizada.
Toda esta cabreoterapia se reduce a un solo cabreo. No estamos sincronizados, y las ¨¦lites espa?olas, por lo que sea, s¨®lo trabajan en el interior del Estado-naci¨®n. No s¨®lo les jode el formato globalizaci¨®n, sino que encima fundan su pesimismo hist¨®rico, ay, en la tradicional desincronizaci¨®n de este pa¨ªs.
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