En casa del terrorista
Ahmed el Basiuni fue el supuesto cerebro del atentado de Yemen. Muri¨® a balazos el jueves. EL PA?S reconstruye sus ¨²ltimos pasos
Los agujeros en la puerta de hierro que da acceso al patio apenas anuncian la mara?a a que ha quedado reducida la vivienda tras el tiroteo del pasado jueves. Los cristales est¨¢n rotos, las paredes parecen un colador y un revoltijo de enseres dom¨¦sticos dificulta el paso hacia el interior. Luego en la ¨²ltima habitaci¨®n a la izquierda, una mancha negruzca sobre la moqueta quemada testimonia el lugar donde muri¨® el egipcio Ahmed el Basiuni, acusado por las autoridades de Yemen de haber planeado el atentado contra los turistas espa?oles del pasado lunes en Mareb.
"Pensamos que era una boda", aseguran unos vecinos unas calles m¨¢s all¨¢. En Yemen, el verano es temporada de casamientos y durante la noche es habitual escuchar los tiros al aire con los que se celebran. Pero cuatro horas de disparos parecen una alegr¨ªa excesiva para este barrio modesto de la periferia noroeste de San¨¢, la capital de Yemen. Al Setin es m¨¢s conocido por la Universidad Isl¨¢mica Emam, que dirige el jeque Abdulmayid al Zandani, condenado en EE UU por apoyar el terrorismo y por sus relaciones con Osama Bin Laden, con quien intim¨® durante la guerra contra los sovi¨¦ticos en Afganist¨¢n.
Una vez en el laberinto de callejuelas sin asfaltar y casas a medio construir, los labios permanecen sellados sobre el lugar donde se produjo la operaci¨®n policial contra Al Basiuni, al que todos se refieren como Al Masri, El Egipcio. Unos dicen no saber nada. Otros env¨ªan a la periodista en direcci¨®n contraria. Todos se muestran convencidos de que no hubo provocaci¨®n por parte de El Egipcio.
"Fue uno de los cerebros que planearon el ataque terrorista de Mareb", explicaba el comunicado oficial que confirm¨® su muerte 24 horas despu¨¦s de los incidentes de Al Setin. Las autoridades yemen¨ªes le consideraban un importante miembro de Al Qaeda, que manten¨ªa relaciones con elementos de ese grupo en Egipto, Irak y Siria. El Basiuni, de 52 a?os, hab¨ªa sido condenado en rebeld¨ªa a cadena perpetua en su pa¨ªs. Hace tiempo que recal¨® en Yemen, donde se cas¨® con una yemen¨ª.
"Era un hombre normal y corriente, no tenemos constancia de que estuviera vinculado con el terrorismo", aseguran sin embargo los vecinos haci¨¦ndose eco de lo que han o¨ªdo horas antes en la mezquita del barrio. "Hable con el imam", aconsejan facilitando su tel¨¦fono. El viernes todas las mezquitas de Yemen condenaron el atentado de Mareb en sus sermones. Pero el jeque Mohamed Naser al Hazmi se desvi¨® del texto sancionado oficialmente para criticar la forma en que fue detenido El Egipcio.
"Yo no s¨¦ si era realmente un sospechoso de Al Qaeda, lo que me preocupa es c¨®mo han actuado las fuerzas de seguridad. Todo el barrio estuvo aterrorizado por el tiroteo esa noche. Los ni?os est¨¢n teniendo pesadillas", declara Al Hazmi a este diario. El imam declara no obstante que condena el atentado de Mareb y cualquier acci¨®n similar. "El islam no lo acepta. Es inhumano, inmoral y contra nuestra religi¨®n", subraya.
El asunto es delicado porque algunos observadores tienen la sensaci¨®n de que la polic¨ªa act¨²a con excesiva rudeza, lo que al final favorece a los extremistas. Sin embargo, el primer ministro yemen¨ª discrepa. "Los miembros de Al Qaeda son extremadamente peligrosos y estoy convencido de que los vecinos estar¨¢n satisfechos de la eficacia de nuestras fuerzas de seguridad", afirma Ali Mohamed Mujawar, durante una conversaci¨®n en su despacho.
"El tiroteo empez¨® hacia las diez de la noche y no termin¨® hasta las dos de la madrugada", relata Abdulrahman al Mehari, uno de los inquilinos del inmueble donde se produjo el enfrentamiento. "Nadie nos previno. Vivimos cuatro horas de terror con nuestras familias y hab¨ªa una docena de ni?os", a?ade. Adem¨¢s de sus ocho cr¨ªos, estaban los dos de Al Basiuni y dos nietos del propietario, uno de cuyos hijos vive justo encima del piso asaltado. El otro inquilino, un m¨¦dico de Hadramut, ten¨ªa a su familia en el pueblo.
"Luego se hizo un silencio y la polic¨ªa inst¨® a la mujer a que saliera de la casa; se refugi¨® con sus hijos en nuestro piso", prosigue Adulrahman cuya cocina tambi¨¦n result¨® alcanzada por las balas. "La polic¨ªa le pidi¨® que se entregara, pero se neg¨®", tercia Mohamed Mahmud, el hijo del due?o. "A continuaci¨®n hubo una fuerte explosi¨®n y se acab¨® todo".
Ninguno de los dos puede decir qui¨¦n empez¨® el tiroteo. Para cuando se dieron cuenta de lo que suced¨ªa, la balacera ya era impresionante. Seg¨²n el comunicado policial, El Basiuni dispar¨® primero y lanz¨® tres granadas contra las fuerzas de seguridad. "Hiri¨® a cinco agentes, incluido el responsable de la unidad", recalca Mujawar.
Lo que parece claro, a la vista de las huellas calcinadas del cad¨¢ver, es que El Egipcio no muri¨® de un tiro, sino por la explosi¨®n de una granada, fuera activada por ¨¦l mismo o lanzada por la polic¨ªa.
Sus vecinos no recuerdan nada extra?o respecto a ¨¦l. "Era educado y amable", apunta Mohamed. "Mire estos son los l¨ªquidos sospechosos que encontr¨® la polic¨ªa", a?ade Abdulrahman mostrando una lata de aceite de oliva y otros envases similares junto a un balde de dulce ¨¢rabe reci¨¦n preparado.
"No me diga que no pod¨ªan haber esperado a que saliera para capturarle sin organizar este caos", interviene finalmente el propietario del edificio, el jeque Mahmud al Qadasi, imam de una mezquita del centro de la ciudad.
En medio del amasijo imp¨²dico de ropas, calzado y otros enseres, un ejemplar del Cor¨¢n atravesado por una bala pone de relieve los retos que la lucha contra el extremismo religioso plantea a un Gobierno cuya legitimidad est¨¢ minada por el autoritarismo y la corrupci¨®n. Como subrayaron los imames durante la plegaria, "las autoridades tienen que poner fin al terrorismo, pero tambi¨¦n mostrarse justas con la gente".
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