Los dos errores hist¨®ricos de Tony Blair
Seguramente, Tony Blair ha redise?ado la econom¨ªa brit¨¢nica intentando avivar el dinamismo de los intercambios que le hab¨ªa legado Margaret Thatcher e incorporando cierto n¨²mero de medidas sociales. Aunque Blair deja un Reino Unido con mayores desigualdades que antes (la distancia entre las rentas m¨¢s altas y las m¨¢s bajas ha batido un nuevo r¨¦cord), tambi¨¦n es cierto que su Gobierno ha creado empleo, ha reducido los d¨¦ficits y se ha desembarazado de cierto n¨²mero de tradiciones.
No obstante, cabe decir sin incurrir en paradoja que la Historia le juzgar¨¢ severamente por haber respetado demasiado dos tradiciones de su pa¨ªs.
La primera es la relativa al famoso h¨¢beas corpus del que pueden beneficiarse los individuos y que forma parte, desde la Carta Magna de 1215, de la carta de libertades del mundo. Pero, seg¨²n el gran ensayista ingl¨¦s Edmund Burke, una de las pocas cosas positivas de la Revoluci¨®n Francesa de 1789 fue, precisamente, considerar que el h¨¢beas corpus concern¨ªa a los individuos y no a las comunidades.
Hoy nos damos cuenta de que conceder a las comunidades todo el abanico de libertades que contiene el h¨¢beas corpus era, en efecto, un error. El resultado es que ahora hay en el Reino Unido una naci¨®n musulmana que se distingue de Irlanda del Norte, Escocia y el Pa¨ªs de Gales en el sentido de que en su caso las tradiciones brit¨¢nicas no funcionan -al rev¨¦s que en los otros tres- como elemento aglutinador. Es como si, por una revancha de la Historia, los antiguos colonizados pretendiesen ejercer sobre el territorio brit¨¢nico los derechos que les negaron sus antiguos colonizadores.
La segunda tradici¨®n que Tony Blair no ha cre¨ªdo oportuno modernizar, ni adaptar, ni modificar, es la que vincula desde siempre incondicionalmente, para lo bueno y para lo malo, al Reino Unido con Estados Unidos. Winston Churchill dec¨ªa con humor: "A los americanos y a nosotros s¨®lo nos separa la misma lengua". Blair ha contribuido a sacralizar la alianza anglosajona y la supremac¨ªa norteamericana. Pero resulta que ese matrimonio, que hab¨ªa conocido buenos tiempos, con George Bush ha conocido los peores.
Desde el principio, Tony Blair dud¨® que realmente hubiera armas de destrucci¨®n masiva en Irak y que eso pudiese justificar una segunda intervenci¨®n militar contra este Estado. Sus confidentes m¨¢s pr¨®ximos a?adieron p¨²blicamente que Tony Blair pensaba, como James Baker, Sbignew Brezinski y, sobre todo, Colin Powell, que, aunque en un primer momento la llamada Coalici¨®n se granjease la indulgencia o la complicidad de algunos gobiernos ¨¢rabes, una intervenci¨®n en Irak conmocionar¨ªa durante largo tiempo a la opini¨®n ar¨¢bigo-musulmana, comprometer¨ªa la legitimidad religiosa de Arabia Saud¨ª en La Meca y favorecer¨ªa, bajo el impulso iran¨ª, todos los movimientos terroristas formados en Afganist¨¢n, Pakist¨¢n y L¨ªbano.
Jimmy Carter fue m¨¢s lejos en su denuncia. El antiguo presidente de Estados Unidos afirm¨® que sin la adhesi¨®n de Tony Blair a la pol¨ªtica de George Bush, el desastre iraqu¨ª seguramente hubiera sido menor, y que los preparativos de la guerra hubieran podido venir precedidos de unas negociaciones de paz en Oriente Pr¨®ximo.
A¨²n no sabemos lo que piensa Gordon Brown del car¨¢cter incondicional del v¨ªnculo entre Londres y Washington para el futuro. No sabemos si es un militante de la causa anglosajona en el mundo y de la supremac¨ªa atlantista. Simplemente, vamos a tener la ocasi¨®n de comprobar si est¨¢ en condiciones de corregir los dos mayores errores hist¨®ricos de su predecesor: por una parte, la instalaci¨®n en el territorio del Reino Unido de una comunidad cuyo repliegue sobre s¨ª misma amenaza con conducir a un conflicto de civilizaciones, y, por otra, la perpetuaci¨®n contra viento y marea de una actitud servil hacia Estados Unidos.
Jean Daniel es director de Le Nouvel Observateur. Traducci¨®n de Jos¨¦ Luis S¨¢nchez- Silva.
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