Reyes por un d¨ªa
Diez mujeres aprenden en un taller a vestir y comportarse como hombres
"Todas hab¨¦is tra¨ªdo vuestros penes falsos, ?verdad?", pregunta la estadounidense Diane Torr a las diez chicas que se han apuntado a su taller de drag kings. Comienza la mutaci¨®n: el pene en su sitio, los pechos disimulados bajo un apretado vendaje, barba, bigote o perilla, a elegir, maquillaje, cejas pobladas, ropa masculina, abundante gomina...
"Pero, todav¨ªa parecemos chicas, ?verdad?", preguntan. Afirmativo. "Ya lo dice Diane, no es cuesti¨®n de f¨ªsico sino de actitud", apostillan. Durante una veintena de horas, la artista Diane Torr les ense?ar¨¢ a caminar, comer, beber, sonre¨ªr o mirar como hombres. Una breve introducci¨®n al comportamiento masculino.
"Yo les ayudo a crearse un ¨¢lter ego, este no es un taller de disfraces, tienen que meterse en la piel de los hombres y disfrutar de los privilegios que ellos tienen", explica Torr, que organiz¨® el primer taller de drag kings en Nueva York en 1989 y, desde entonces, no ha parado. Es la segunda vez que recala en Madrid, la primera con el festival Escena Contempor¨¢neo, ahora en el marco del ciclo Sui Generis.
"?Es muy cansado ser hombre! ?Pesad¨ªsimo!", exclama una de las participantes
Lo primero es elegir una identidad masculina. Nuria es Iv¨¢n. "Un currante". Raquel es David. "Un macarrilla de Vallecas". Melanie es Kevin -aunque todas le dicen que le pega m¨¢s Shaggy, insisten en que se da un aire al personaje de Scooby Doo-. "Yo me he inspirado en mi hermano peque?o". Se sienten c¨®modas. Coinciden en que ser hombre es un relajo. "No te observan tanto, as¨ª que tampoco pasa nada si tienes barriga, es m¨¢s, puedes hasta sacarla y no pasa nada", dice Nuria. Lo peor de la transformaci¨®n: la venda. "Es horrible, a veces parece que te falta el aire", dice Melanie. El pene, en cambio, no les da problemas. "Adem¨¢s, lo de toc¨¢rtelo te sale de manera muy espont¨¢nea porque como se te mueve tienes que volver a coloc¨¢rtelo. Es muy estimulante", explican.
Se lo est¨¢n pasando pipa. Ninguna de las chicas niega el componente l¨²dico del taller. "Queremos jugar con los g¨¦neros, experimentar y aprender. Aqu¨ª te das cuenta de que no sabes nada de la masculinidad", se?ala Iris.
"Lo que m¨¢s les cuesta a las espa?olas es dejar de sonre¨ªr, es algo totalmente cultural, lo hacen para agradar". En las ¨²ltimas horas del taller, casi todas han logrado borrar su sempiterna sonrisa. Con gesto serio, caminan con las piernas m¨¢s abiertas, adelantan su pelvis, restringen sus gestos, calculan sus movimientos. La voz masculina no les sale, as¨ª que optan por callar. La profesora mira con orgullo a sus reyes antes de encargarles una ¨²ltima misi¨®n -de g¨¦nero-: salir a la calle y desplegar las lecciones aprendidas.
"Es muy poco tiempo, les queda mucho por asimilar, adem¨¢s, la figura del drag king no es muy com¨²n en Espa?a, pero al final no es tan complicado, nuestro comportamiento es humano, ni masculino ni femenino, esa distinci¨®n es una construcci¨®n que ha levantado nuestra sociedad", asegura Torr.
Algunas regresan triunfantes, otras frustradas, pero sobre todo y sin excepci¨®n, agotadas. Aunque todas repetir¨ªan la experiencia. "Pero el a?o que viene. ?Es muy cansado ser hombre! ?Es pesad¨ªsimo! Yo me he sentido como un robot", dice Sayak.
Nani asiente. "Yo entiendo que los hombres se vistan de drag queens porque para ellos es una liberaci¨®n, sin embargo, para nosotras ser drag king es una represi¨®n f¨ªsica brutal".
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