El que escucha la materia
Luis Pe?a Ganchegui (O?ate, 1926), uno de los m¨¢s destacados referentes de la arquitectura contempor¨¢nea en Espa?a, ha desarrollado la mayor parte de su obra en el Pa¨ªs Vasco, donde siempre ha atendido a la tradici¨®n, la naturaleza y a los materiales, que ha sabido llevar a los lenguajes actuales.
Pe?a Ganchegui es el gran int¨¦rprete de esa forma ac¨²stica, esa gran oreja que es la traza entera de San Sebasti¨¢n habl¨¢ndole a ¨¦l y s¨®lo a ¨¦l
El di¨¢logo con el lugar ya era una conversaci¨®n de viejos colegas
Hace tiempo, cuando El Peine de los Vientos se acab¨® de construir, la revista Carrer de la Ciutat, entonces marginal y ahora codiciada por coleccionistas, public¨® una composici¨®n dual que propon¨ªa al lector la obvia comparaci¨®n entre las dos im¨¢genes all¨ª reunidas, una vista del peine en un d¨ªa de oleaje y un detalle del conocido cuadro de Caspar David Friedrich, El viajero contemplando el mar de niebla (1817-1818), en el que, por as¨ª decirlo, qued¨® fijada la mirada rom¨¢ntica. Esta mirada hab¨ªa sido alimentada previamente por la est¨¦tica pintoresca inglesa de finales del siglo XVIII; autores como Uvedale Price hablaban ya del placer de pasear entre escenarios variados e intrincados en los que la naturaleza dejada tal cual, con una cierta rudeza, procuraba un goce est¨¦tico nuevo, distinto del proporcionado por el objeto aislado cl¨¢sico, y distinto del goce atormentado de lo sublime, intermedio y en relaci¨®n dial¨¦ctica con ambos. ?sta es la belleza pintoresca, que aspira a unificar las categor¨ªas con las que juzgamos un ¨¢rbol y un edificio, un r¨ªo y un camino, naturaleza y artificio.
Artistas, jardineros y arquitectos aspiraban a construir una s¨ªntesis de cultura y naturaleza basada en el di¨¢logo, en escuchar el lugar. El pintoresco es un espacio auditivo, determinado por la capacidad para o¨ªr al genius loci, al genio del lugar que desea la realizaci¨®n y la felicidad del lugar (como Genius, para los latinos el dios al que se conf¨ªa la tutela de cada persona, el ¨¢ngel de la guarda de la tradici¨®n cristiana, desea la felicidad de su protegido). Dejar que las cosas hablen y dar forma a aquello que quieren ser. ?sa es la primera condici¨®n para crear un verdadero espacio p¨²blico pintoresco, algo no tan anclado al pasado si bruscamente pasamos al siglo XX y dejamos a Le Corbusier hablar de lo que denominaba "espacio inefable", como una resonancia ac¨²stica que se establecer¨¢ en los momentos de mayor intensidad entre hechos de la naturaleza y arquitect¨®nicos, una armon¨ªa "musical" producto de escuchar el lugar...
Pe?a, Luis Pe?a Ganchegui, el arquitecto que trabajando en la ciudad pintoresca por antonomasia, San Sebasti¨¢n, ha ense?ado tanto a tantos, es desde luego el gran int¨¦rprete de esa forma ac¨²stica, esa gran oreja que es la traza entera de San Sebasti¨¢n habl¨¢ndole a ¨¦l y s¨®lo a ¨¦l -paradojas del destino, sordo como dice ser Pe?a siempre que le conviene serlo y, sin embargo, con un o¨ªdo tan fino cuando las cosas le interesan-.
Lo curioso de su propuesta es
que, cuando nadie estaba aqu¨ª interesado por estos temas, ¨¦l parec¨ªa dominarlos como si formasen parte de su ADN. Y hoy, que seguimos viendo estos espacios de Pe?a en San Sebasti¨¢n (o mejor este San Sebasti¨¢n ya por siempre "pe?izado") como estrictamente contempor¨¢neos, y que estas ideas est¨¢n en las pantallas de los ordenadores de los arquitectos, sigue siendo dif¨ªcil emular su belleza y su intensidad (algo sin duda hay en el cementerio de Igualada de Enric Miralles, y en la plaza de Sants en Barcelona de Pi?¨®n y Viaplana). Una de las razones de su brillante contemporaneidad estriba en que Pe?a no se qued¨® en emular a los rom¨¢nticos sino que avanz¨® unos pasos m¨¢s, influido directa o indirectamente por el materialismo existencialista de su amigo Eduardo Chillida, pero tambi¨¦n distanciado de ¨¦l por su pragmatismo y sentido com¨²n, capaces de desarmar cualquier discurso elevado con media sonrisa socarrona.
"Genius materiae": una expresi¨®n que en los ¨²ltimos a?os nos hemos acostumbrado a o¨ªr, con ¨¦stas o con otras palabras m¨¢s modernas, como "material organizations" o "digital expanded surfaces", expresiones todas que vienen a contarnos ahora que una organizaci¨®n algor¨ªtmica de la materia, contrariamente de la tradicional separaci¨®n entre sustancia y forma aristot¨¦lica, permitir¨ªa construir la forma arquitect¨®nica bas¨¢ndose en atender (?escuchar?) a sus propios procesos formativos materiales, acopl¨¢ndose digitalmente a ellos, en un nuevo materialismo que, adem¨¢s, permite acercar dise?o y producci¨®n gracias a los programas CAD-CAM. "Fabrications" es la palabra con la que los arquitectos americanos entretienen su fascinaci¨®n por la producci¨®n digital de patterns (patrones) que admiten variaciones algor¨ªtmicas dando lugar a superficies con texturas variables formadas por elementos discretos (todav¨ªa las tecnolog¨ªas CAD-CAM no permiten grandes tama?os tridimensionales) que pueden pasar por ejemplo de la opacidad a la transparencia, siempre bas¨¢ndose en mantener constantes sus leyes de trabaz¨®n.
Chillida, en un lenguaje m¨¢s pr¨®ximo a Heidegger (quien sin duda cuando hablaba de los "divinos" o cuando paseaba por el bosque alrededor de su caba?a en la Selva Negra dialogaba con el genius loci), hablaba de "escuchar la materia", de que su trabajo consist¨ªa en dejarla emerger -acero, madera, hormig¨®n, piedra, materiales todos dotados de un espesor temporal, de un significado existencial, ontol¨®gico, que el artista desvelaba...-.
Pe?a descubrir¨ªa que los almacenes del Ayuntamiento de San Sebasti¨¢n estaban llenos de los adoquines utilizados previamente a asfaltar la ciudad y, cuando "por cuatro duros" -como ¨¦l lo ha descrito-, le encargan ese cuarto trasero que era el espacio hoy ocupado por la plaza de la Trinidad -una intervenci¨®n ¨²nica ¨¦sta de convertir en una plaza una trasera inmunda chocando contra las faldas de Urgull-, ante aquella topograf¨ªa endiablada y la falta de programa, dinero y forma, concibi¨® su sistema de organizaci¨®n material capaz de dar consistencia y sentido a aquel dislate, incluir un programa de deportes vascos y crear un grader¨ªo en el arranque del monte, que convirti¨® el lugar en el sitio donde pasaba y pasa siempre lo m¨¢s interesante de la ciudad -desde luego el festival de jazz, que ha convertido aquel lugar en un verdadero y emocionante espacio ac¨²stico, favorito y siempre halagado por las grandes estrellas que lo visitan, encantados de que esa amalgama de colinas, piedras, personas y medianeras cree un recinto tan ¨ªntimo en medio de la ciudad-. El adoqu¨ªn, tan antiguo que se hab¨ªa eliminado del inventario municipal, es el genius materiae que todo lo resuelve, naturaleza y artificio, p¨ªxel que tiene sus leyes de organizaci¨®n inscritas en ¨¦l mismo.
Yendo para atr¨¢s, Pe?a dio un
gran salto hacia delante en el tiempo, un salto que le permiti¨® acometer El Peine de los Vientos sabi¨¦ndolo todo ya, sabiendo c¨®mo hab¨ªa que construir en el l¨ªmite entre la monta?a y la ciudad, pixelizando el relieve y adapt¨¢ndolo al paso humano: el escal¨®n, la grada, la plataforma. El di¨¢logo con el lugar ya era una conversaci¨®n de viejos colegas (t¨² por aqu¨ª...) y la relaci¨®n con el materialismo de Chillida tan buena, tan f¨¢cil, que durante mucho tiempo tuvo que ver con su media sonrisa como todas las felicitaciones y piropos iban para aquellas piezas de acero corten o hacia las "estructuras sonoras" -de nuevo la ac¨²stica del viento y el mar- que se quisieron afinadas por Luis de Pablo. Y apenas nadie se deten¨ªa a pensar que la felicidad del lugar, ese gran logro del personaje admirable que es Pe?a, es lo m¨¢s emocionante del recinto, el ung¨¹ento que hace que todo entre en "resonancia", creando un lugar que uno percibe tan feliz de ser as¨ª, tal y como es, que no hay donostiarra que no utilice este rinc¨®n del paseo para encontrarse de cuando en cuando consigo mismo, para meditar hacia dentro con la mirada perdida hacia el infinito, exactamente igual que el personaje que inmortaliz¨® Friedrich, que no ha dejado de acompa?arnos ni un instante en esta visita a los lugares en los que San Sebasti¨¢n se encontr¨® con la modernidad, precisamente porque se reconoci¨® como la ciudad m¨¢s pintoresca jam¨¢s imaginada.
Nota: La rutina hace invisibles las cosas. La plaza de la Trinidad ha ido paso a paso aceptando cambios, cierres, pinturas, nuevos usos, repavimentaciones, y siempre ha aguantado cada nueva intrusi¨®n. Pero volver a ella tras 10 a?os sin visitarla produce un gran dolor, ninguna arquitectura de tanta categor¨ªa resiste tanta acumulaci¨®n de peque?as heridas. ?Ser¨ªa mucho pedir dejarla para siempre en el esplendor con el que se construy¨®?
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