Adi¨®s a los 'hombres caballo'
India proh¨ªbe esta terrible forma de tracci¨®n humana, de la que viven 18.000 familias en Calcuta
Mohammed Hussain es un hombre caballo. Su trabajo consiste en tirar de un carrito de madera y metal conocido como rickshaw, un transporte de tracci¨®n humana. Con la fuerza de su esquel¨¦tico cuerpo, transporta gente de un lugar a otro por las calles de Calcuta. Esta ciudad, la primera capital bajo el antiguo Imperio Brit¨¢nico, es la ¨²nica metr¨®poli india donde todav¨ªa existe ese transporte. En su famoso libro La ciudad de la alegr¨ªa, Dominique Lapierre dec¨ªa que es parte de su esencia.
La familia Hussain vive en un barrio de hombres caballo. Casi todos se duchan en la calle, la usan como ba?o y los menos afortunados tambi¨¦n duermen en ella. La mayor¨ªa anda descalza y viste s¨®lo con el doti, un trozo de tela que rodea la cintura.
Mohammed trabaja ocho horas diarias toda la semana y gana entre dos y cuatro euros al d¨ªa
Casi un 60% de los tiradores de rickshaw padece tuberculosis o alguna enfermedad respiratoria. Muchos sufren de problemas en la columna o en las articulaciones. En un viaje, un conductor carga hasta dos o tres veces su peso.
En otras urbes de la India, ese transporte ya se ha sustituido por otro en el que el ch¨®fer tiene una bicicleta o una motocicleta. Ahora, los d¨ªas de las rickshaws est¨¢n contados: el Gobierno del Estado de Bengala Occidental, cuya capital es Calcuta, ha aprobado una ley que las proh¨ªbe. "Son un s¨ªmbolo de esclavitud. Se deben prohibir inmediatamente", dijo el jefe del Gobierno bengal¨ª, el comunista Buddhadeb Bhattacharya, al anunciar la ley.
La norma se aprob¨® a finales del a?o pasado y deber¨ªa haber entrado en vigor. A pesar de ello, las rickshaws siguen en las calles. Seg¨²n las fuentes consultadas, esto se debe a que el Gobierno a¨²n est¨¢ preparando la "rehabilitaci¨®n" de los miles de hombres que se quedar¨¢n sin trabajo. Unos 18.000, seg¨²n las ONG, aunque el Gobierno s¨®lo reconoce a menos de la tercera parte que tiene una licencia.
?ste es el caso de Mohammed. "Yo ni siquiera sab¨ªa que se requer¨ªa un permiso, lo ¨²nico que quiero es trabajar". Al igual que la inmensa mayor¨ªa de los hombres caballo, ¨¦l emigr¨® a Calcuta desde su natal Bihar, uno de los Estados m¨¢s pobres de India. Tiene 38 a?os, pero parece de m¨¢s de 50 y encontr¨® esta forma de sobrevivir. Trabaja m¨¢s de ocho horas todos los d¨ªas de la semana y gana una suma que, al cambio, supone entre dos y cuatro euros diarios.
Aunque vive en un cuarto de 16 metros cuadrados sin electricidad y sin ba?o, se considera afortunado. "Soy de los pocos que tienen su familia aqu¨ª", explica. Su esposa completa los ingresos vendiendo pl¨¢tanos en el mismo lugar en el que ¨¦l espera a los clientes. "Para mejorar mi vida tengo que esperar a que mis ni?os crezcan y ayuden". Pero ninguno de sus cinco hijos va a la escuela. Los dos mayores, de 14 y 11 a?os, trabajan en un lugar donde venden t¨¦, mientras los tres m¨¢s peque?os, de entre 2 y 6 a?os, se quedan correteando todo el d¨ªa en la calle.
"Los conductores de rickshaw est¨¢n en lo m¨¢s bajo de la clase social, s¨®lo un poco mejor que los mendigos y los recolectores de basura. Adem¨¢s, no tienen ninguna preparaci¨®n". As¨ª lo desvel¨® un estudio hecho por dos ONG reconocidas: Action Aid y The Calcuta Samaritans. Los datos son de 2004, pero los trabajadores sociales aseguran que estas condiciones no han cambiado. Los hombres caballo gastan sus ingresos en tres cosas: alimentos, alquiler de sus carritos -casi ninguno es due?o de ellos- y sobornos a los polic¨ªas.
?stos aprovechan que desde 2003 la circulaci¨®n de rickshaws se vio limitada a calles secundarias, seg¨²n acusaciones de las ONG. "Con cualquier excusa te quitan 75 rupias [m¨¢s de un euro]", asegura Mohammed. Los otros conductores de rickshaw, que han emigrado solos, env¨ªan a sus familias lo poco que les queda despu¨¦s de pagar los gastos.
Estos hombres sufren tambi¨¦n las peores adversidades del clima. Cuando no hay un calor h¨²medo asfixiante, los hombres caballo tienen que hacer su trabajo en medio de las peores inundaciones. As¨ª sucede ahora, la ¨¦poca en que el monz¨®n mantiene las calles anegadas y ellos son los ¨²nicos transportes disponibles para las personas que no pueden tomar un taxi.
En un principio, las ONG se opusieron a la ley de prohibici¨®n de los carritos porque "a pesar de ser rid¨ªculo en t¨¦rminos humanitarios, es la ¨²nica forma de sustento para miles de personas sin educaci¨®n". Sin embargo, cuando ya no hay marcha atr¨¢s en la legislaci¨®n prohibicionista, exigen medidas de rehabilitaci¨®n de los tiradores de rickshaws, seg¨²n explica Pritila Pavamani, de la organizaci¨®n The Calcuta Samaritans.
La mayor¨ªa de los tiradores de rickshaw siguen trabajando diariamente y no tienen idea de qu¨¦ van a hacer cuando entre en vigor la ley. Ni siquiera saben por qu¨¦ tantas personas se asustan del tipo de trabajo que hacen. "S¨®lo me gano la vida honestamente", dice Mohammed, mientras trata de conseguir un cliente.
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