En el jard¨ªn de las delicias
A veces lo superfluo es necesario, y con frecuencia la inutilidad es hermosa. El jueves pasado asist¨ª a un bello espect¨¢culo. M¨¢s de 400 personas, casi todas importantes, el alcalde, directivos de las principales empresas privadas y p¨²blicas y l¨ªderes sindicales, profesionales de prestigio, cargos pol¨ªticos y t¨¦cnicos de la ciudad y de las comarcas, incluso gentes de la cultura que por econom¨ªa de lenguaje llamamos intelectuales, m¨¢s algunos cane sciolti (perros sueltos) como el que les escribe, dedicaron toda la ma?ana a comprobar una vez m¨¢s sus coincidencias sobre la Barcelona metropolitana. Todos exaltaron sus posibilidades y oportunidades, alabaron la idea del Plan Estrat¨¦gico Metropolitano que les hab¨ªa convocado, reclamaron gobernabilidad y planificaci¨®n para el ¨¢rea y la regi¨®n metropolitanas, y para la eurorregi¨®n tambi¨¦n, llamaron la atenci¨®n sobre el "especial momento de transici¨®n" que vive este territorio y se mostraron optimistas y dispuestos, cada uno en su papel, a convertir en hechos esta hermosa coincidencia. Un espect¨¢culo solo comparable a los grandes d¨ªas del Palco del F¨²tbol Club Barcelona.
Aclaro que escribo este art¨ªculo en serio y con buen talante. Me parece algo m¨¢gico la capacidad del Plan Estrat¨¦gico de Barcelona dirigido por el economista Francesc Santacana de reunir, desde hace ya 20 a?os, a representantes de todas las ¨¦lites reales e imaginarias de la ciudad de Barcelona primero y desde 2003 del conjunto del ¨¢rea metropolitana. Quiz¨¢ deber¨ªa desconfiar un poco de un montaje que me incluye en su Consejo general, a t¨ªtulo personal, como Groucho desconfiaba de un club que le admitiera como socio. Pero es indudable que el Plan Estrat¨¦gico, sus encuentros masivos y sus grupos de trabajo, sus planes y sus acuerdos, han contribuido mucho a crear buen ambiente entre los distintos actores que intervienen y a veces deciden sobre la ciudad. Buen ambiente quiere decir que gente diversa se encuentre y se hable, que se discutan problemas reales y se coincida en los diagn¨®sticos con cierta facilidad. Y que se propongan y consens¨²en objetivos, propuestas, acciones, tanto referidas a los poderes p¨²blicos como a los privados. Es cierto que se trata de planes de buenos deseos y que nadie queda obligado a cumplirlos, pero esto no se puede reprochar a la asociaci¨®n del Plan Estrat¨¦gico, que mucho hace con lo que hace, que no es una autoridad pol¨ªtica, que sus planes no tienen base legal y que no puede imponer nada a los que suscriben sus gentiles documentos. Quiz¨¢ aqu¨ª se encuentra la chispa de mi desconfianza: me invitan a participar en estas reuniones porque en ellas no se decide nada. No es una cr¨ªtica, es una constataci¨®n, y que no quita m¨¦rito a esta buena obra. Si comparamos con el ambiente crispado de la capital del Estado tendr¨ªamos una raz¨®n m¨¢s que suficiente para reclamar por lo menos el Premio Pr¨ªncipe de Asturias para el Plan Estrat¨¦gico.
Dicho lo cual ustedes habr¨¢n percibido una leve iron¨ªa en el inicio del art¨ªculo y en cambio un reconocimiento positivo del trabajo realizado por el Plan Estrat¨¦gico desde hace dos d¨¦cadas. Se trata del car¨¢cter metropolitano de la propuesta. Es poco cre¨ªble. Necesaria s¨ª, y mucho. Pero era muy poco cre¨ªble el espect¨¢culo unanimista propio de una delicada velada musical en un jard¨ªn de las delicias entre gentes con intereses econ¨®micos, pol¨ªticos y personales contrapuestos. Es cierto que el mago convocante, Francesc Santacana, hace milagros cuando se trata de reunir gentes diversas y conseguir que se hablen y parezca que est¨¢n de acuerdo en todo. Es gran m¨¦rito y es ¨²til pues en pol¨ªtica lo que parece a veces es m¨¢s real que lo que es. Pero en lo que se refiere a una Barcelona metropolitana los intereses opuestos parecen demasiado fuertes para permitir que los consensos gen¨¦ricos se conviertan en acuerdos operativos concretos.
Un poco de historia. Barcelona, cuyo territorio hasta la Edad Media iba m¨¢s all¨¢ de los l¨ªmites de los dos r¨ªos que la rodean, vio c¨®mo se la reduc¨ªa a la Ciutat Vella amurallada y la planicie vac¨ªa circundante (hoy ¨¢rea central del Eixample) en 1714. Despu¨¦s de d¨¦cadas de reclamaciones, finalmente entre finales del siglo XIX y principios del XX se integraron en ella los municipios circundantes, hoy barrios centrales, de Sants a Sant Mart¨ª. Al terminar la Guerra Civil la poblaci¨®n barcelonesa superaba levemente la de Madrid, cuyo t¨¦rmino municipal era tres veces m¨¢s extenso. Unos a?os despu¨¦s se duplic¨® el territorio municipal de la capital y en Barcelona se aprob¨® un plan general (el comarcal de 1953), un reconocimiento de la realidad y una negaci¨®n a su gobernabilidad. Este territorio metropolitano ten¨ªa una extensi¨®n algo menor que el ampliado municipio capitalino. Una d¨¦cada despu¨¦s la ciudad metropolitana ya se extend¨ªa por toda la regi¨®n, desde Garraf hasta el Maresme y se elabor¨® despu¨¦s de a?os de trabajo de unos equipos cualificados un esquema director que se encerr¨® en los armarios. A los 10 a?os se aprob¨® un plan general para el ¨¢mbito de 1953 que dio lugar a un embri¨®n de gobernabilidad, la Corporaci¨®n, que no sobrevivi¨® mucho a la autonom¨ªa, pues fue disuelta en 1987. Esta fragmentaci¨®n por todos lamentada en el jard¨ªn de las delicias no suscit¨® entonces grandes oposiciones y muchos de los que aplaud¨ªan el jueves la idea de la gobernabilidad metropolitana aceptaron la multiplicaci¨®n de entidades locales de buen grado, los cargos pol¨ªticos especialmente, mientras que los privados encontraban sus ventajas en relacionarse con poderes d¨¦biles.
Ahora todos coincidimos en que se ha terminado un ciclo, que Barcelona y la regi¨®n metropolitana requieren iniciativas fuertes, capacidad de presi¨®n pol¨ªtica concertada, liderazgo pol¨ªtico, instituciones transparentes y legitimadas democr¨¢ticamente que tomen decisiones en nombre del conjunto. El discurso unanimista del Plan Estrat¨¦gico es indudablemente positivo pero no resuelve el problema. La pol¨ªtica no transcurre en un jard¨ªn de las delicias, si no en un espacio conflictual. ?No es evidente que hay un adversario, la Administraci¨®n central, que no invierte lo necesario y no transfiere las competencias sobre infraestructuras? Pero los obst¨¢culos tambi¨¦n los tenemos en casa. Ciertas fuerzas pol¨ªticas o sus dirigentes imponen o defienden propuestas particularistas, como "comarcalizar" el ¨¢rea metropolitana hace 20 a?os o convertir la Diputaci¨®n en gobierno metropolitano como se ha propuesto desde sectores gobernantes. En ambos casos se niega la fuerza, la legitimidad y el liderazgo pol¨ªticos necesarios para decidir, exigir y ejecutar. Y entonces surgen las entidades econ¨®micas empresariales que sustituyen la inoperancia pol¨ªtica y plantean por ejemplo un modelo privatizador de gesti¨®n para el aeropuerto, es su derecho y no es absurdo, pero demuestra la falta de liderazgo pol¨ªtico metropolitano. Mientras no se expliciten p¨²blica y pol¨¦micamente las posiciones y los intereses contrapuestos, mientras no se concrete una fuerza pol¨ªtica y social con una propuesta metropolitana potente, que incluya por cierto a la Generalitat, que venza los obst¨¢culos locales y se confronte con las resistencias estatales, las agradables ma?anas en el jard¨ªn de las delicias no dejar¨¢n de ser una celestial expresi¨®n de buenos deseos.
Jordi Borja es profesor de la UOC
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