Pulsos para la eternidad
Los duelos Nadal-Federer y Alonso-Hamilton remiten a los legendarios Magic-Bird, Prost-Senna y Ovett-Coe
El deporte est¨¢ repleto de equipos y jugadores que han emocionado a generaciones de aficionados esculpiendo gestas imperecederas. La mayor¨ªa van por libre, pero algunos han forjado la leyenda sobre su rivalidad. Sucede ahora en los santuarios del tenis, donde el p¨²blico se arracima al reclamo del partido por antonomasia, el duelo permanente en que est¨¢n enfrascados Roger Federer y Rafa Nadal. Y al que quiz¨¢ est¨¦n abocados Fernando Alonso y Lewis Hamilton. No cansan. Todo lo contrario. La gente pide m¨¢s. Entusiasman por su calidad, por su capacidad para superarse, por la altura que alcanzan sus pulsos. ?Hasta d¨®nde ser¨¢n capaces de llegar? Imposible saberlo. Pero empiezan a remitir a pugnas que han dejado estela imborrable en la historia del deporte.
"Regresa Alain, sin ti ya no es lo mismo", pidi¨® Senna a Prost tras a?os de batalla
- Blanco y negro. "Si yo tuviera un ¨ªdolo, ser¨ªa Magic", confesaba Larry Bird. Se conocieron por casualidad una tarde de 1978 en Atlanta cuando eran dos universitarios. Magic, negro, ten¨ªa 19 a?os y Larry, blanco, 21. Larry era la estrella de Indiana State, un colegio sin relieve perdido en la inmensidad de Indiana. Earvin Johnson ya hab¨ªa sido rebautizado como Magic. Volvieron a coincidir un a?o despu¨¦s en Salt Lake City, en la final universitaria. All¨ª se enfrentaron por primera vez. Empez¨® la leyenda. Michigan contra Indiana. Magic contra Bird. 45 millones de estadounidenses siguieron la final a trav¨¦s de la NBC, un r¨¦cord de audiencia. Gan¨® Magic. "Metieron al p¨¢jaro en la jaula", titul¨® Sports Illustrated en relaci¨®n con la zona 1-3-1 que espos¨® a Bird.
Bird vest¨ªa como un camionero, le gustaba la caza, la pesca y la cerveza. Es un estereotipo del sur de Indiana, estado del medio oeste campe¨®n de la cr¨ªa de cerdos, productor em¨¦rito de ma¨ªz y grano de soja. Fue un adolescente muy introvertido, marcado por el suicidio de un padre alcoholizado. Jam¨¢s le gustaron los titulares, la fama, la turbulencia de las grandes ciudades. Magic era todo lo contrario, un colegial extravertido, siempre con la sonrisa en los labios. En Los ?ngeles se convirti¨® en el rey de las discotecas, el tipo solicitado por todo Hollywood.
Durante mucho tiempo escenificaron el juego de la rivalidad malsana que aliment¨® la prensa. "Ni siquiera nos d¨¢bamos la mano", recuerda Magic. En 1984 cambi¨® su relaci¨®n. Sucedi¨® a prop¨®sito del rodaje de dos anuncios para televisi¨®n. "Un d¨ªa, mientras aguard¨¢bamos, Larry y yo entramos en conversaci¨®n", cuenta Magic. "Comenzamos hablando de baloncesto. Pasamos a los sueldos. En 1979, cuando llegamos a la liga profesional, la NBA no atravesaba un periodo brillante". Pasados los efectos de la rivalidad legendaria entre Bill Russell y Wilt Chamberlain, los ingresos por televisi¨®n estaban en descenso, los pabellones casi nunca se llenaban y el promedio que ganaba un jugador era algo menos de 150.000 d¨®lares. S¨®lo cinco a?os despu¨¦s, las audiencias se hab¨ªan doblado y el salario medio de los jugadores superaba el medio mill¨®n de d¨®lares. Tras la llegada de Bird, la afluencia media al Boston Garden aument¨®, en una temporada, de 10.193 espectadores a 14.490, mientras que el aumento en el Forum de Inglewood fue de 2.000 espectadores de media por encuentro.
La tensi¨®n del duelo alcanz¨® su cl¨ªmax en las finales de los play-offs en 1984, 1985 y 1987. Lakers contra Celtics, Magic contra Bird, Oeste contra Este, sutileza contra m¨²sculo, contraataque contra rebote, glamour contra tradici¨®n, cadenas de oro contra cuellos blancos, perfumes de marca contra aliento a cerveza. Lo relata el ex jugador de los Celtics Cedric Maxwell: "No nos gustaba lo que representaban: la burgues¨ªa de Hollywood, la costa Oeste, el showtime. Jug¨¢bamos los metal¨²rgicos contra las estrellas de cine de Hollywood". Bird y Magic se repartieron el pastel. Tres veces fue elegido cada uno MVP de la Liga: en 1984, 1985 y 1986 lo fue Bird y en 1987, 1989 y 1990, Magic. En cuanto a t¨ªtulos colectivos, sali¨® ganando Magic, cinco veces campe¨®n con los Lakers (80, 82, 85, 87 y 88) mientras que los Celtics lo fueron tres (1981, 1984 y 1986). Bird era el mejor en el juego est¨¢tico. Magic pose¨ªa visi¨®n del juego, reinvent¨® el arte del contraataque y pod¨ªa tirar y coger rebotes, era un Bob Cousy de 2,06 metros. Fueron dos especialistas de los triples dobles y, sobre todo, hicieron mejores a sus equipos.
- Otra dimensi¨®n en la F-1. En el deporte de la t¨¦cnica y la sofisticaci¨®n, el icono m¨¢s venerado se rodeaba de un halo sobrenatural, cultivado por sus haza?as y por sus frases ocurrentes. Se llamaba Ayrton Senna. En su camino se cruz¨® con un piloto sensacional, Alain Prost. Dominaron durante una d¨¦cada hasta que Prost se retir¨® y Senna, un a?o despu¨¦s, en 1994, se mat¨® en un accidente en el circuito de Imola. Su rivalidad fue encarnizada. Se recrudeci¨® cuando compartieron la misma escuder¨ªa, McLaren, durante 1988 y 1989. Prost ya hab¨ªa ganado dos t¨ªtulos. El duelo fue antol¨®gico. Concluy¨® con el triunfo de Senna tras un Gran Premio de Jap¨®n hist¨®rico. Cal¨® su McLaren en la salida y tuvo que efectuar una tremenda remontada. Lleg¨® a la altura de Prost, lo rebas¨® y gan¨® el t¨ªtulo. Las relaciones aparentemente eran buenas pero los acontecimientos se precipitaron. Senna intimid¨® a Prost envi¨¢ndole contra el muro tras una fea maniobra a m¨¢s de 300 por hora en el circuito de Estoril. "?ramos muy profesionales. Incluso cuando mantuvimos la gran disputa. Fue una situaci¨®n divertida. S¨®lo nos habl¨¢bamos en las reuniones t¨¦cnicas. All¨ª, parec¨ªa que nunca hubi¨¦ramos tenido problema alguno", confiesa Prost. El profesor, harto, fich¨® por Ferrari y en 1990 se produjo un incidente definitivo. El brasile?o choc¨® adrede con Prost en la salida del Gran Premio de Jap¨®n y gan¨® el t¨ªtulo. "Sufr¨ª de veras por ello", confiesa Prost. "Todo el mundo miente en la vida, pero hacerlo por tu propio provecho... sufr¨ª mucho. Casi lo dej¨¦ al final de 1990. Durante unos d¨ªas me pregunt¨¦ si val¨ªa la pena seguir. Recuerdo que uno de los ingenieros de Honda me dijo esa noche. 'Hemos observado la telemetr¨ªa. Es incre¨ªble, Senna fue totalmente a fondo hasta el impacto'. Pens¨¦: 'Cabr¨®n'. ?Por qu¨¦ no sal¨ªa la verdad a la luz? Vivir con eso fue muy dif¨ªcil. Hay que entender que la motivaci¨®n de Ayrton era vencerme. Yo era su obsesi¨®n. Tan pronto como me retir¨¦, cambi¨® totalmente". Hasta el punto de que Senna exhort¨®: "Regresa Alain, sin ti, ya no es lo mismo".
- La carrera del siglo. La rivalidad entre dos atletas del mismo pa¨ªs cambi¨® la historia de este deporte. Sus pulsos fueron contados pero suficientes para concitar el inter¨¦s que jam¨¢s antes y pocas veces despu¨¦s -tal vez con la excepci¨®n de los que libraron Ben Johnson y Carl Lewis- se haya producido. Steve Ovett y Sebastian Coe dominaron el medio fondo entre 1978 y 1984, batieron todos los r¨¦cords habidos y por haber y, por encima de todo, libraron batallas inolvidables en los Juegos Ol¨ªmpicos. La de los 1.500 metros en Mosc¨²'80 ha pasado a la historia como la carrera de todos los siglos. Ovett se hab¨ªa impuesto d¨ªas antes en los 800 metros, distancia en la que su rival part¨ªa como favorito. Coe no se hundi¨® ante la perspectiva de volver a medirse a Ovett en una prueba en la que ¨¦ste llevaba tres a?os invicto. Super¨® su desencanto y la tremenda presi¨®n a la que era sometido por su autoritario padre -"has hecho un co?o de carrera", le recrimin¨®-, y venci¨® en una sensacional pugna con el alem¨¢n J¨¹rgen Straub y Ovett. Alguien le pregunt¨® por qu¨¦ mir¨® al cielo tras concluir la prueba. "Tal vez alguien, en alguna parte, me quiere despu¨¦s de todo", dijo haber pensado. Ovett, surgido de una familia en Brighton, pose¨ªa un inmenso talento natural. Coe creci¨® en el londinense barrio de Chelsea y fue pulido en las pistas por su padre. "Coe era m¨¢s serio; yo disfrutaba corriendo", dice Ovett. Volvieron a verse las caras en Los ?ngeles cuatro a?os despu¨¦s. Coe lleg¨® a la cita despu¨¦s de tres a?os de penurias f¨ªsicas y cuando la prensa ya le daba por acabado. Por eso, cuando repiti¨® el t¨ªtulo en los 1.500, por delante de Cram y Abascal, se fue hacia la tribuna donde estaban los periodistas brit¨¢nicos y grit¨® "?Qui¨¦n dec¨ªa que estaba acabado?".
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