La cama de Aleixandre
Mientras su casa madrile?a sigue cerrada y amenazada, la cama de Vicente Aleixandre est¨¢ a buen recaudo en M¨¢laga; algo es algo. La triste historia de este desacuerdo entre las tres administraciones p¨²blicas implicadas y los herederos del gran poeta ha sido ya sobradamente contada (y muy bien recapitulada en una columna de estas mismas p¨¢ginas por Fernando Delgado), pero me atrevo a decir que hay novedades en el asunto. Por un lado, la llegada al Ministerio de Cultura de un poeta podr¨ªa favorecer la toma de iniciativas, arrastrando a la Comunidad y el Ayuntamiento, que ahora, una vez conseguidos los votos en las elecciones, languidecen en su victoria. Por otro, una pol¨¦mica semejante en Londres parece haber hallado al fin soluci¨®n: el mantenimiento como espacio literario abierto de una casa de mucha menor resonancia que la de Aleixandre, aunque rom¨¢nticamente compartida a lo largo de tres meses de 1873 en Great College Street, London NW1, por Paul Verlaine y Arthur Rimbaud, esa "rara pareja" amorosa que all¨ª -seg¨²n el amargo y extraordinario poema de Cernuda Birds in the night- "vivieron, bebieron, trabajaron, fornicaron / durante algunas breves semanas tormentosas".
La historia del coraz¨®n y de la poes¨ªa que albergan, aun en su abandono, los muros y el jard¨ªn de la casa aleixandrina cercana a Reina Victoria quiz¨¢ carecen del tormentoso anecdotario de la de Rimbaud y Verlaine en el barrio de Camden Town, donde cierta ma?ana de julio de 1873 estall¨® entre ambos poetas la ¨²ltima de sus broncas londinenses, en este caso a prop¨®sito de un pescado que Verlaine hab¨ªa comprado en el mercado de Camden y termin¨® azotando el rostro de Rimbaud. Verlaine se escap¨® a Bruselas, su jovenc¨ªsimo amante le sigui¨®, siguieron all¨ª las peleas, hasta el d¨ªa en que Verlaine, borracho perdido, le dispar¨® a Rimbaud, siendo detenido y encarcelado.
En los a?os que pas¨¦ en Londres hace tres d¨¦cadas mi vivienda m¨¢s duradera estaba cerca del n¨²mero 8 de New College Street (as¨ª fue rebautizada la calle), y aunque el edificio de tres plantas era modesto y yo dir¨ªa que feo, situado frente a unas v¨ªas de tren, me gustaba desviarme un poco en el regreso diario desde el Polit¨¦cnico donde daba clases para ver la simple l¨¢pida de piedra ya entonces colocada como recuerdo de la estancia de los dos poetas franceses; los intentos por poner en la fachada una de esas m¨¢s elegantes e institucionales "placas azules" que decoran tantos edificios de Inglaterra donde vivieron personajes c¨¦lebres no han tenido hasta hoy ¨¦xito, lo cual sin duda tranquilizar¨¢ en su tumba m¨¢s -creo yo- a Cernuda que a los propios moradores de la casa. El a?o pasado, puesto a la venta el inmueble, una comisi¨®n formada, entre otros, por el actor Simon Callow y el novelista Julian Barnes consigui¨® interesar a un millonario franc¨¦s, a quien apoyaban el propio primer ministro Villepin y un grupo de notables escritores franceses. La compra no se realiz¨®, pero acabo de leer que uno de los concejales laboristas de Camden Town, Gerry Harrison, conf¨ªa en que no s¨®lo el Council se haga finalmente cargo de la casa (por la que sus propietarios piden un precio muy inferior al de mercado), sino que logre para ella la honrosa "blue plaque".
Vicente Aleixandre tiene placas y r¨®tulos a su nombre en esa callecita del norte de Madrid hist¨®ricamente llamada Velintonia, y en ciudades, escuelas y centros culturales de toda Espa?a. Todo eso est¨¢ muy bien, pero ?y la casa? Como en toda disputa, hay dos versiones, la de quienes acusan de cicater¨ªa a las autoridades y aquella que sostiene que los cinco herederos quieren enriquecerse al m¨¢ximo, sin conceder nada al hecho de que venden un lugar simb¨®lico que ellos, m¨¢s que nadie, deber¨ªan estar interesados en preservar como homenaje a su ilustre pariente. Mientras tanto, la cama de Aleixandre sigue en M¨¢laga, gracias a una generosa donaci¨®n que la titular de sus herederos, Amaya Aleixandre, hizo al Centro Cultural Generaci¨®n del 27. No soy muy dado a la parafernalia mit¨®mana de los artistas: el orinal de Goya en Burdeos, la jofaina de Goethe en Francfort, los cojines donde apoyaba su fr¨¢gil cuerpo final Karen Blixen en Rungstedlund. Pero esa humilde cama de un cuerpo hoy desmantelada podr¨ªa dar vida al chalet de Velintonia 3, bien comprado, restaurado y convertido en sitio de la memoria po¨¦tica. En ella, caso ¨²nico en la historia de la literatura, fue escrita en sesiones de ma?ana y noche, acostado pero muy despierto el poeta, toda la obra de uno de los m¨¢s grandes escritores de nuestra lengua.
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