Estrategia discutible
El estrepitoso fracaso de Espa?a en cumplir los objetivos del Protocolo de Kioto -en 2006 emitimos el 52% m¨¢s de CO2 a la atm¨®sfera que en 1990, cuando el l¨ªmite que no deb¨ªamos haber sobrepasado era del 15%- ha empujado al Gobierno a elaborar un conjunto de 198 medidas de eficiencia y ahorro energ¨¦tico que reduzcan el consumo de energ¨ªa y encaucen el vertido a la atm¨®sfera de di¨®xido de carbono en los l¨ªmites aceptados por el mencionado protocolo.
Es importante indicar el fracaso de la pol¨ªtica espa?ola de reducci¨®n de emisiones de CO2 porque s¨®lo un sentimiento de culpa explica la apabullante acumulaci¨®n de normas y disposiciones bienintencionadas, cuyo elevado n¨²mero pretende transmitir el mensaje de que la Administraci¨®n est¨¢ hondamente preocupada por los efectos del cambio clim¨¢tico. Es de agradecer que el Ejecutivo haya tenido la agudeza de asignar un presupuesto a esta gran estrategia contra el cambio clim¨¢tico -2.500 millones de euros entre 2008 y 2012- y que distinga entre medidas urgentes, unas 80 en total, de las promesas m¨¢s vol¨¢tiles a largo plazo.
Todas las decisiones importantes del plan son sobradamente conocidas. Este Gobierno, y en alg¨²n caso los anteriores, las han propuesto en no pocas ocasiones, de forma que ser¨¢ un gran avance que por fin lleguen a aplicarse. El grado de eficacia es muy variado. De entre las m¨¢s urgentes, probablemente la que mejores efectos conseguir¨¢ ser¨¢ la de escalonar el impuesto de matriculaci¨®n de los autom¨®viles de forma que los m¨¢s limpios no paguen y los m¨¢s sucios, por encima de los 200 gramos de di¨®xido de carbono emitidos por kil¨®metro, paguen el 14,75%.
En la misma direcci¨®n est¨¢n la sustituci¨®n de las calderas de calefacci¨®n del carb¨®n por otras de combustibles m¨¢s limpios, la introducci¨®n de cuotas de biocarburantes en los veh¨ªculos de transporte o el plan de ahorro energ¨¦tico intensivo en los edificios de la Administraci¨®n.
No puede reprocharse a este Gobierno que su estrategia energ¨¦tica se equivoque en los objetivos -ahorro en el consumo, atenci¨®n al medio ambiente- o escatime esfuerzos en proponer soluciones. Pero s¨ª cabe imputarle una mala articulaci¨®n de las pol¨ªticas y, sobre todo, una contradicci¨®n escandalosa: en una econom¨ªa de mercado, el resorte m¨¢s eficaz para bajar el consumo energ¨¦tico -y, por tanto, reducir la contaminaci¨®n- es el precio. No es coherente que se pongan en pie casi doscientas medidas para conseguir peque?os ahorros mientras se renuncia a subir los precios de la electricidad.
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