Los avatares de la memoria
UNA MUJER de los llamados ni?os de Morelia le dijo al presidente Zapatero: "Hemos tenido que esperar 30 a?os para recibir un solo gesto de un presidente democr¨¢tico de Espa?a". Eran ni?os cuando salieron de Espa?a, no ten¨ªan ni arte ni parte en aquella contienda que determin¨® sus vidas. El M¨¦xico de C¨¢rdenas les acogi¨®. Hoy quedan un centenar de supervivientes, que viv¨ªan mirando de reojo a Espa?a, esperando un reconocimiento que no llegaba hasta que Zapatero se lo dio.
Zapatero tiene raz¨®n en su empe?o por reconstruir la memoria democr¨¢tica de este pa¨ªs. Es cierto que la historia de Espa?a es la que es y la tradici¨®n democr¨¢tica es escasa. Pero esto no legitima los ejercicios de confusi¨®n destinados a hacer creer a la gente que en ¨²ltima instancia es igual una elecci¨®n que un golpe de Estado y que el franquismo es tan leg¨ªtimo como la II Rep¨²blica. No es f¨¢cil, obviamente, la cuesti¨®n de la memoria en Espa?a. La derecha ha estado pr¨¢cticamente ausente hasta la transici¨®n en los escasos movimientos de car¨¢cter democr¨¢tico que ha habido en este pa¨ªs, la Iglesia cat¨®lica ha estado siempre al lado de los dictadores, y la izquierda tiene tambi¨¦n algunos armarios cargados de cad¨¢veres.
La derecha hace su papel. Con todo el cinismo, apela a uno de los valores de la transici¨®n democr¨¢tica, el consenso, para negar el derecho a la memoria hist¨®rica con un solo objetivo: blanquear el franquismo. Se trata de dejar la memoria como un paisaje oscuro, de modo que, en la noche del pasado, franquistas y dem¨®cratas parezcan lo mismo. Naturalmente, cuenta para esta tarea con el impagable trabajo de una Iglesia cat¨®lica que en vez de reconocer las atrocidades cometidas en su tarea de puntal ideol¨®gico del franquismo, se dedica a tratar de erosionar el Estado democr¨¢tico por la v¨ªa del rechazo de cualquier medida que aumente los derechos y las oportunidades de los ciudadanos. Afortunadamente, desde que lleg¨® la democracia ha perdido todas las batallas.
En la izquierda ser¨ªa l¨®gico que se produjera un debate de fondo, porque la recuperaci¨®n de la memoria democr¨¢tica no significa mitificar los escasos y precarios momentos democr¨¢ticos de la historia de Espa?a. Pero algunos, siempre temerosos ante el griter¨ªo de la derecha, acusan a Zapatero de imprudente por introducir un factor de divisi¨®n. No s¨®lo es leg¨ªtimo echar una mirada al pasado con las lentes de una democracia consolidada, hecho ins¨®lito en la historia de Espa?a, sino que es una obligaci¨®n si se quiere asentar en este pa¨ªs la cultura democr¨¢tica que nunca tuvo. El miedo a decir las cosas por su propio nombre pod¨ªa justificarse en los imprevisibles d¨ªas del inicio de la transici¨®n, pero con la democracia consolidada s¨®lo puede servir para que ¨¦sta cristalice en un nivel bajo de calidad. En el fondo es lo que buscan los que piensan que democracia es un d¨ªa de elecciones y cuatro a?os para que el Gobierno haga lo que le d¨¦ la gana.
En su af¨¢n de recuperaci¨®n de la memoria, el presidente Zapatero ha emitido en M¨¦xico dos mensajes: uno, hacia los hijos de los exiliados al reconocerles el derecho de ser ciudadanos espa?oles que durante tantos a?os se les ha denegado; otro, hacia los propios mexicanos: ?qu¨¦ puede hacer Espa?a en las conmemoraciones del bicentenario de la independencia de este y otros pa¨ªses de Latinoam¨¦rica? Esta pregunta la formul¨® a una docena de intelectuales mexicanos y recibi¨® variedad de respuestas. Sin duda, muchos se preguntar¨¢n: ?qu¨¦ necesidad tiene Zapatero de meterse en este l¨ªo? Si Zapatero apuesta por la recuperaci¨®n de la memoria no hay que buscar excepciones. Limpiar las relaciones entre Espa?a y Latinoam¨¦rica de la verborrea de la hispanidad ser¨ªa un buen servicio. Lo que puede hacer Espa?a -y en ello coincid¨ªan algunos de los intelectuales interrogados- es reconocer las atrocidades cometidas, exigiendo a los dem¨¢s que tambi¨¦n reconozcan las suyas por elemental principio de reconocimiento mutuo; revalorizar las aportaciones positivas (las dadas y las recibidas), y pensar en el futuro.
Pero a Zapatero, tan interesado en la memoria hist¨®rica, le fall¨® la memoria corta. En un discurso ante el presidente Calder¨®n dijo: "No hay muro que pueda imponerse al sue?o de una vida mejor". Era una frase un punto ambigua, que pod¨ªa recoger el aplauso f¨¢cil de cualquier cr¨ªtica a los abusos de los gringos, pero que tambi¨¦n pod¨ªa entenderse como una advertencia a la dificultad de M¨¦xico de ofrecer a los suyos la oportunidad de conseguir sus sue?os. Yo tambi¨¦n creo en la absurdidad de los muros que pretenden interponerse entre los sue?os de las personas. Pero mientras el presidente Zapatero mantenga las vallas de Ceuta y Melilla carece de autoridad moral para dar lecci¨®n alguna en materia de muros y sue?os. Zapatero tiene en su mano los sue?os de los que esperan al otro lado de la valla.
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