Cuatro siglos de espaldas
Los vecinos peninsulares se han mirado con recelo desde la uni¨®n pol¨ªtica que se prolong¨® entre 1580 y 1640
"En definitiva, Felipe II era y seguir¨ªa siendo el rey enigm¨¢tico, el reservado, el que tend¨ªa al apartamiento del mundo, pero no del poder. En ese sentido, Lisboa estaba demasiado abierta, no dejaba resquicios para la intimidad".
"Portugal ha defendido una hiperidentidad nacional", dice el catedr¨¢tico Villares
"Una uni¨®n pol¨ªtica no es algo posible ni deseable", afirma el traductor Losada
As¨ª relata el historiador Manuel Fern¨¢ndez ?lvarez en su monumental biograf¨ªa Felipe II y su tiempo (Espasa) las impresiones del monarca espa?ol tras conseguir, por la v¨ªa de la reclamaci¨®n din¨¢stica y por la fuerza de las armas, la uni¨®n de las coronas de Espa?a y Portugal. "El Escorial frente a Lisboa", sigue el relato del historiador, "el refugio frente a la expansi¨®n; el bullicio cortesano de una de las ciudades m¨¢s animadas de Europa frente al silencio apenas turbado por los cantos de los religiosos; el mar, en fin, frente a las desnudas rocas".
Esta elecci¨®n del llamado rey prudente determin¨® que el centro de gravedad de la pen¨ªnsula Ib¨¦rica radicara desde entonces y hasta hoy en la meseta. Corr¨ªa 1583 y hac¨ªa tres a?os que las coronas se hab¨ªan unido, una alianza que terminar¨ªa en 1640 cuando el conde-duque de Olivares, primer ministro de Felipe IV, logr¨® sofocar la rebeli¨®n en Catalu?a pero fue incapaz de frenar las ansias independentistas de Portugal. Algunos piensan que si el todopoderoso Olivares hubiera concentrado m¨¢s esfuerzos en Portugal, quiz¨¢ hubiera cambiado el curso de la historia ib¨¦rica. Fuera como fuera, desde aquella lejana mitad del siglo XVII los dos pa¨ªses han compartido una misma pen¨ªnsula, aunque han vivido de espaldas. A pesar de los esfuerzos de los iberistas, Jos¨¦ Saramago, premio Nobel de Literatura, el ¨²ltimo de ellos.
"No es la primera vez que surge una propuesta de uni¨®n pol¨ªtica entre Portugal y Espa?a, pero nunca por parte de una personalidad de la talla de un premio Nobel". El catedr¨¢tico de Historia en la Universidad de Santiago de Compostela y experto en el pasado portugu¨¦s Ram¨®n Villares recuerda que la tradici¨®n iberista cuenta con ilustres antepasados en Espa?a, desde el gallego Castelao al catal¨¢n Balmes. Tras se?alar que contempla con simpat¨ªa las opiniones de Saramago, este antiguo rector ve dif¨ªcil, a corto plazo, cualquier uni¨®n. "Hay que considerar que Portugal se ha construido sobre una hiperidentidad nacional, que incluye un enorme recelo hacia Espa?a o, mejor dicho, hacia Castilla. Por otra parte, la falta de reconocimiento real de la diversidad cultural en Espa?a, a pesar del Estado de las autonom¨ªas pesa en las relaciones entre los dos pa¨ªses. En suma, el debate de Saramago es interesante, pero hay que tomarlo con mucha calma". A la hora de aventurarse en la historia-ficci¨®n, Villares no se halla entre los que opinan que la elecci¨®n de Lisboa como capital en tiempos de Felipe II hubiera mantenido unidos a los dos Estados. "Probablemente", cuenta, "la capitalidad de Lisboa hubiera alumbrado como contrapeso un Estado mediterr¨¢neo, con sede en Barcelona o en Valencia".
Desde la orilla espa?ola, otros conocedores y amantes de la cultura portuguesa defienden la utop¨ªa a la que ha apelado el autor de La balsa de piedra. Mario Merlino, traductor de autores lusos, comenta: "Cualquier utop¨ªa, sea m¨¢s o menos posible, siempre ser¨¢ mejor que la tendencia al encierro. Ciertos nacionalismos a ultranza creen que cuanto m¨¢s se encierre el capullo, mejor ser¨¢ la seda. Reanudar la idea de una uni¨®n entre Portugal y Espa?a me parece una propuesta honesta y deseable y que alentar¨ªa cambios bienvenidos en Am¨¦rica y las relaciones entre Brasil y los pa¨ªses de habla hispana". Ahora bien, no todos los espa?oles que han dedicado su vida al estrechamiento de los lazos entre los vecinos peninsulares se muestran favorables a una uni¨®n pol¨ªtica. "Es una utop¨ªa porque con los dos pa¨ªses en la Uni¨®n Europea, en la pr¨¢ctica esa uni¨®n podemos darla casi por hecha. En cualquier caso, creo que una uni¨®n pol¨ªtica ni es posible ni deseable". Esta opini¨®n del catedr¨¢tico de Filolog¨ªa Gallega y Portuguesa y traductor, entre otros, de Jos¨¦ Saramago est¨¢ sustentada sobre el nuevo papel de las naciones en la Europa de hoy. "En la definici¨®n cl¨¢sica de naci¨®n", comenta Losada, "los pilares eran unas fronteras, una moneda y un ej¨¦rcito. Dentro de la Uni¨®n Europea han desaparecido esos tres elementos caracter¨ªsticos de una naci¨®n".
Sin embargo, aquello que defienden con pasi¨®n tanto Losada como muchos otros lusistas espa?oles se refiere a la necesidad de una relaci¨®n cultural m¨¢s intensa, de un conocimiento mutuo mayor, de una presencia m¨¢s amplia de la historia y la cultura de los dos pa¨ªses en los sistemas educativos a un lado y otro de la antigua raya, de un orgullo com¨²n por Cervantes o Cam?es, por E?a de Queiroz o Benito P¨¦rez Gald¨®s. "Ya no tiene sentido", afirma Losada, "recordar batallas o litigios antiguos entre Espa?a y Portugal. Hay que reforzar los intercambios culturales que, en honor a la verdad, se han incrementado mucho en las ¨²ltimas d¨¦cadas, en especial tras el ingreso de Madrid y Lisboa en Europa en el a?o 1986. Puedo entender que algunos portugueses tengan un sentimiento de que han sido colonizados al contemplar la c¨¦ntrica Avenida da Liberdade llena de bancos espa?oles. De todos modos, esa influencia espa?ola no representa algo negativo en un ¨¢mbito de libertad econ¨®mica".
El escritor Manuel Rivas, uno de los intelectuales espa?oles que mejor conocen Portugal, califica de "brincadeira" [una broma con aires de provocaci¨®n] las declaraciones del premio Nobel portugu¨¦s. "Existe una iron¨ªa interna en Saramago, y en su entrevista al Diario de Noticias lo que plantea es una agitaci¨®n mental de cara a un pa¨ªs como Portugal, que se encuentra sumido en una profunda depresi¨®n". Si bien a Rivas le gusta mucho este ¨¢nimo provocador de Saramago, se apresura a matizar que el uso del lenguaje resulta anacr¨®nico. "Estamos hablando de una Espa?a con comunidades aut¨®nomas o de dos pa¨ªses integrados en la Uni¨®n Europea. Est¨¢n lejos ya los tiempos de las dictaduras de Franco y de Salazar, largas e id¨¦nticas, tan nacionalistas ambas y tan desconfiadas con el vecino". Rivas prefiere apostar por los intercambios culturales y por las relaciones comerciales en lugar de la uni¨®n pol¨ªtica... El novelista gallego se permite, no obstante, un reproche a sus amigos portugueses. "Han sucumbido a una impresionante desmemoria hasta el punto de que no se estudia apenas la revoluci¨®n de los claveles de 1974 y el dictador Salazar aparece votado, en una encuesta de televisi¨®n, como el portugu¨¦s m¨¢s importante de la historia".
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