Un estoico
No pretendo pasar por alguien que ha disfrutado de la intimidad de Jes¨²s de Polanco. No s¨¦ nada del Grupo PRISA, conozco muy poco de Santillana y s¨®lo algo de Alfaguara, que edita mis libros en Espa?a y en la mal llamada Am¨¦rica Latina o Iberoam¨¦rica, alusi¨®n que, al contrario de lo que pueda aparecer, no viene desajustada, porque, en Cartagena de Indias, defend¨ª hace una semana la idea de que las comunidades ind¨ªgenas (muchos millones de personas) no tienen ninguna raz¨®n para sentirse latinoamericanas o iberoamericanas. Pues bien, porque el nombre de Jes¨²s de Polanco fue mencionado por alguien, pens¨¦ que, al regresar a Espa?a, quiz¨¢ tuviera la satisfacci¨®n de debatir el delicado asunto con ¨¦l, mi editor supremo, seguro de que encontrar¨ªa, una vez m¨¢s, la apertura de esp¨ªritu a la que me hab¨ªa acostumbrado y una brecha por donde mis argumentos pudiesen penetrar. As¨ª son las cosas. Jes¨²s de Polanco ha muerto y esta conversaci¨®n se ha quedado en el tintero. Tal vez en el cielo o en el infierno podamos, alg¨²n d¨ªa, conversar sobre los ind¨ªgenas de Am¨¦rica del Sur, como el continente deber¨ªa llamarse y no se llama.
?Qui¨¦n fue Jes¨²s de Polanco? En primer lugar, y por lo infrecuente del fen¨®meno, un caballero. Es posible que fuera duro, incluso dur¨ªsimo, en una reuni¨®n de negocios, pero en el trato personal era la m¨¢s delicada y afable de las personas que puedo recordar en este momento. En los ¨²ltimos a?os tuve ocasi¨®n de reconocer en ¨¦l una cualidad igual de infrecuente en los tiempos en que vivimos: el estoicismo. Sufriendo, como sab¨ªamos que sufr¨ªa, de dolores atroces en la columna vertebral, nunca not¨¦ la menor crispaci¨®n en su cara, ni siquiera sus ojos ped¨ªan socorro, como tan humano ser¨ªa. Admir¨¦ a este hombre y respetar¨¦, mientras viva, su memoria. Y ahora, abramos un espacio a su irresistible buen humor. Est¨¢bamos ¨¦l, Pilar y yo, en el Palacio Real, en la antesala de los saludos oficiales, y, supongo que para entretener la espera, Jes¨²s de Polanco dijo algunas palabras elogiosas sobre un libro m¨ªo que acababa de aparecer publicado. Puse la expresi¨®n de modestia adecuada que requieren tales situaciones, pero sus palabras siguientes me desconcertaron: "Tu libro es bueno, t¨² te llevas la gloria, pero yo me quedo con la plusval¨ªa". Hablaba con una sonrisa, la m¨¢s divertida que se podr¨ªa esperar de semejante conversaci¨®n, pero con sus ojos parec¨ªa pedir cierta disculpa: "El mundo es as¨ª, no he sido yo el inventor del capitalismo", dec¨ªa. Ten¨ªa raz¨®n. Un d¨ªa nacemos, otro morimos, y el mundo contin¨²a, hacia d¨®nde lo sabr¨¢n las generaciones futuras. Adi¨®s, pues, Jes¨²s, te recordar¨¦ siempre. Pilar y yo te echaremos de menos.
Jos¨¦ Saramago es premio Nobel de Literatura (1998).
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