El d¨ªa del adi¨®s
"En realidad s¨®lo soy un vendedor de libros". As¨ª se defin¨ªa cada vez que lo llamaban Jes¨²s del Gran Poder, o le propon¨ªan algo que le parec¨ªa que desbordaba su capacidad de emprendedor nato, o lo persegu¨ªan con sa?a o lo adulaban sin recato. Era su forma machadiana de ajustarse a su dimensi¨®n ¨ªntima.
Y tambi¨¦n era un vendedor de libros. Viajero incansable por la piel de Am¨¦rica, de la Am¨¦rica que compart¨ªa nuestra lengua, cargado de libros de texto o de literatura hispana, hasta que se tropez¨® con la aventura medi¨¢tica en las postrimer¨ªas del franquismo o en los albores de la democracia. He conocido a pocos espa?oles, empresarios, pol¨ªticos o intelectuales, que conocieran tan bien el espacio Iberoamericano y, por ello, que conocieran y quisieran tanto esta peque?a porci¨®n de ese mundo de la lengua que llamamos Espa?a.
Javier Solana me dec¨ªa, dos horas antes de su muerte, que estaba desapareciendo una generaci¨®n clave para comprender lo que somos y donde estamos, y me interpelaba con urgencia para decidir qu¨¦ hacer. Estaba en Madrid para asistir a las honras f¨²nebres de Rodrigo Ur¨ªa y le conmocion¨® la informaci¨®n de la gravedad de Jes¨²s. ?Qu¨¦ podemos hacer Javier? Es as¨ª.
En estas horas pensaba que efectivamente pertenec¨ªamos a la misma generaci¨®n, que no se mide por la edad sino por la experiencia vital que se comparte. Nunca logr¨¦ explicar esa sensaci¨®n para que se entendiera, hasta que pens¨¦ en los veteranos de las mismas batallas, los que compartieron trincheras aunque los separaran una docena de a?os.
Siempre sent¨ª la amistad tierna y ¨¢spera de Polanco. Sus detalles de cortes¨ªa seg¨²n la tradici¨®n, que contestaba a las cartas a mano, que no olvidaba cumplea?os y que sent¨ªa que olvidaran los suyos, junto con sus rebotes c¨¢ntabros de frases cortas y duras de las que se arrepent¨ªa un minuto m¨¢s tarde, pero no pod¨ªa evitar.
Con esa personalidad nunca acept¨® la prisi¨®n de la imagen en la que lo encerr¨® su proyecci¨®n p¨²blica. Antes y despu¨¦s de su muerte se dir¨¢n las cosas que lo persegu¨ªan para bien y para mal y que ¨¦l encontraba siempre exageradas, distorsionadas por el foco que manejaban otros.
El vendedor de libros era un hombre de cultura, capaz de comprender la otredad del mundo hisp¨¢nico en el que nos reflejamos. Su vida estaba unida al soporte papel, a los libros primero, y al buque insignia del peri¨®dico m¨¢s tarde. De ah¨ª surgi¨® todo, incluida esa nueva dimensi¨®n de gran emprendedor de medios de comunicaci¨®n que le costaba aceptar en su dimensi¨®n real y que le fascinaba.
Con Juan Luis Cebri¨¢n, cuando era tan joven que parec¨ªa imposible darle tanta responsabilidad, y un equipo de hombres y mujeres, marc¨® el espacio de la libertad de expresi¨®n que contribuy¨® a forjar la Espa?a democr¨¢tica que vivimos. Cre¨® un grupo independiente en el mejor sentido de la palabra. Y contra viento y marea lo mantuvo y desarroll¨®.
Se dir¨¢ muchas veces que el Grupo PRISA es el m¨¢s importante o el m¨¢s grande del espacio que compartimos, pero no s¨¦ si es cierto. Al decir de Jes¨²s no era verdad. A mi juicio, no importa. Lo que importa es que cre¨® y desarroll¨® medios que se convirtieron en los m¨¢s influyentes, los m¨¢s determinantes para conformar la opini¨®n y la imagen de Espa?a, dentro y fuera de nuestras fronteras.
A los que lo persiguieron con ah¨ªnco debo agradecerles que fortalecieran nuestra amistad. Pero eso lo contar¨¦ m¨¢s tarde. Hoy es el d¨ªa del adi¨®s, cuando se siente el desgarro del vac¨ªo y se acumulan impresiones que dar¨¢n paso a los recuerdos.
Felipe Gonz¨¢lez es ex presidente del Gobierno espa?ol.
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