?Otra visita!
Algunas veces uno se arrepiente de vivir en una ciudad como Barcelona porque todo el mundo quiere venir a visitarla, especialmente en temporada alta, es decir, los 12 meses del a?o. Apenas despides a una visita, cuando ya te llega otra y nuevamente a repetir las mismas historias, calles, restaurantes, monumentos y museos.
El reto may¨²sculo son los adolescentes. Comienzas a sufrir desde que recibes la llamada de un familiar: "mijita, ah¨ª te mando a Luisito. Me lo paseas y te lo encargo mucho porque ya ves que aqu¨ª no lo dejo salir solo", o te env¨ªan a la sobrina rebelde y contestona para que en Barcelona se le despierte el inter¨¦s por algo que no sea chicos y marcas de ropa. Y ah¨ª est¨¢ uno explic¨¢ndole la historia de la Sagrada Familia, que era la casa de una familia tan disfuncional que la convirtieron en iglesia, para ver si as¨ª se le sal¨ªa el diablo a la muchacha, pero a la mocosa no le interesa nada de lo que uno dice y mira el reloj con cara de fastidio. ?Malagradecida!
No faltan los amigos de los amigos, que dicen que vienen dos y llegan cinco; entonces les llevo a la Boqueria, para comprar suficientes v¨ªveres. Si son ingleses o suizos, se estresan con el desorden y preguntan: "Where is the line?", "Where is the line?". Se les explica que no es necesario hacer fila; basta con preguntar "qui ¨¦s l'¨²ltim?" y luego vigilar que no se te metan. Todo les parece barat¨ªsimo y van preguntando los nombres de las frutas ex¨®ticas: "?guanaaabaanauuu?". "No. Guan¨¢bana".
Los franceses, en cambio, siempre llegan con un importante cargamento de quesos y vinos; uno se siente agradecido con tanta generosidad, pero despu¨¦s se da cuenta de que es mera desconfianza. Dudan encontrar buena calidad de esos productos en Espa?a y prefieren tomar sus providencias aunque paguen sobrepeso. Con tan exigentes visitas, uno debe esforzarse el doble para brindar el mejor tour, buscar la terraza adecuada con vista al espl¨¦ndido monumento y tener preparadas las respuestas a sus dudas hist¨®ricas. Muy humildemente trato de hacer recapacitar a ese paladar chovinista y les presento un excelente vino local, que no logra convencerlos y s¨®lo merece un seco: "no est¨¢ mal".
Muy diferentes son los americanos, quienes resultan f¨¢ciles de complacer y a todas mis explicaciones dicen: "oh, really?", como si les estuviera diciendo mentiras. Cuando les muestro el Barri G¨°tic, y hago notar la fecha de los monumentos, primero ponen cara de confusi¨®n, despu¨¦s hacen cuentas mentalmente y de pronto exclaman: "oh, my God! That's a lot!". Al llegar a las murallas romanas abren a¨²n m¨¢s la boca de asombro e, inevitablemente, vienen las referencias a actores y pel¨ªculas que, dependiendo de la edad del visitante, son Russell Crowe en Gladiador o Charlton Heston en Ben-Hur.
No falta el latino de clase acomodada a quien hay que llevar a las tiendas de paseo de Gr¨¤cia porque desea comprar todo lo que viste la nobleza en el Hola y arrasan por completo con la colecci¨®n primavera-verano. Quieren ¨²nicamente ver gente bonita, as¨ª que no se me ocurra meterlos en el Raval, porque para ver morenitos y suciedad, est¨¢ su pa¨ªs. De cualquier forma, Espa?a les parece muy atrasado: "?No hay servicio a domicilio?", "?Cierran las tiendas a mediod¨ªa?", "?D¨®nde est¨¢ el servicio al cliente?", "?Las farmacias tambi¨¦n cierran en domingo?". Uno les explica que aqu¨ª la gente llega a tal nivel de desarrollo que no se enferman en domingo y que no hay servicios a domicilio por filosof¨ªa: las personas tienen que esforzarse para ir a buscar lo que necesitan.
Al tercer d¨ªa ya echan de menos a la familia, y a cada momento interrumpen el tour para llamar a sus progenitores y perder el tiempo contando con todo lujo de detalles las an¨¦cdotas que repetir¨¢n al regreso.
Ojal¨¢ todos fueran como los alemanes, que antes de viajar se leen la historia de Barcelona y llegan sabiendo los detalles de cada sitio. Eso s¨ª, despu¨¦s reclaman folclore, as¨ª que, una vez visitadas las exposiciones de arte contempor¨¢neo, les llevo a las del mearte contempor¨¢neo en las calles de Robadors y Sant Pau.
El m¨¢ximo trastorno son las visitas vegetarianas, que le ponen a uno en el perverso dilema: ?folclore o complacencia gastron¨®mica? Uno piensa que para comer pastura puede hacerlo en cualquier pa¨ªs, as¨ª que me decido por el folclore, y nada mejor que el Mes¨®n del David, cuyo lechazo al horno no tiene igual, y para redimir a la joven uno pide sendos embutidos rojos y grasientos para que resbalen bien por los intestinos. La VV (visita vegetariana) se queda viendo al cerdito muerto como si fuera la cabeza decapitada del novio y se le quita el hambre; la pobre no quiere continuar ni con una lechuguita, pero cuando llega la noche y se va de copas, se le olvida el vegetarianismo de cintura para abajo. ?Menos mal!
Ya cuando uno se jur¨® a s¨ª mismo que no volver¨¢ a recibir visitas por una temporada, vuelve a sonar el tel¨¦fono: "hijita, ah¨ª va tu t¨ªa Pelancha. Est¨¢ muy achacosa y quiere que la lleves a ver a la Virgen de Montserrat".
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