Prodigiosas figuras
El Centro Georges Pompidou de Par¨ªs celebra su 30? aniversario con una retrospectiva del escultor y pintor Julio Gonz¨¢lez
"Julio Gonz¨¢lez es un hombre alucinante. Dotado de una imaginaci¨®n deslumbrante..., es pintor, escultor, arquitecto, cristalero, ceramista y ebanista; forja, martillea, repuja el hierro, el cobre, el oro, el bronce y la plata, esculpe la madera, dibuja trajes y bordados y, adem¨¢s, es tan discreto que, desde hace 20 a?os, desde que lleg¨® de su Barcelona natal, se esconde. En Par¨ªs uno puede frecuentarlo durante 10 a?os sin saber nada de sus obras. Si hoy expone es porque unos amigos obstinados le han convencido". Es lo que escrib¨ªa Alexandre Mercereau, en 1922, con motivo de la primera exposici¨®n individual de Gonz¨¢lez. Ahora y hasta el 8 de octubre, el Centre Georges Pompidou propone una gran muestra -alrededor de 200 obras- de este hombre modesto, maestro de Picasso y modelo para David Smith o Eduardo Chillida
Nacido en Barcelona en 1876, muerto en Par¨ªs en 1942, Julio Gonz¨¢lez no conoci¨® el ¨¦xito en vida, aunque algunos de los m¨¢s grandes le consideraban como un formidable creador de formas. Quiso ser pintor, pero como escultor fue ¨²nico, a caballo del cubismo, el surrealismo y la abstracci¨®n, sin renunciar tampoco al tratamiento realista de la figura. Junto a Brancusi es, seg¨²n Margit Rowell, "el hombre que hace que la escultura del siglo XX pase de ser un arte de la representaci¨®n para transformarse en un arte de la invenci¨®n".
Sus prodigiosos ensamblajes de figuras y planos le deben mucho a la soldadura aut¨®gena, una t¨¦cnica que entonces no conoc¨ªan los artistas, pero que Gonz¨¢lez hab¨ªa aprendido de su trabajo en la f¨¢brica Renault. Porque Gonz¨¢lez no era partidario de la bohemia, de las cornadas del hambre, sino del trabajo duro, regular y, sobre todo, pagado.
Seg¨²n su hija Roberta, que ha intervenido de manera decisiva en la exposici¨®n, "los a?os que van de 1927 a 1930 son el final de la larga noche en que se debat¨ªa mi padre. Se levanta una aurora luminosa. Mi padre abandona la pintura para por fin satisfacer la demanda de la escultura, que ser¨¢ su liberadora".
Nacido en el seno de una familia de orfebres, Gonz¨¢lez se instala en Par¨ªs en 1900. Quiere ver de cerca lo que sucede en la capital francesa y se apasiona por los hallazgos de sus amigos Picasso, Brancusi y Modigliani y, m¨¢s tarde, por los de Joan Mir¨®, Salvador Dal¨ª, Andr¨¦ Breton, Yves Tanguy o el uruguayo Torres-Garc¨ªa, al que hab¨ªa conocido en Barcelona. Entre 1930 y 1939, realiza sus mejores esculturas. La guerra va a privarle de materiales y le obliga a volver al dibujo. Luego es la muerte la que interrumpe su progresi¨®n. En 1952, el hispanista y director del museo de arte moderno de Par¨ªs, Jean Cassou, logra reunir el dinero necesario para que El ¨¢ngel, el insecto y la bailarina (1935) -el t¨ªtulo lo pusieron Picasso y Cassou- pase a formar parte de las colecciones p¨²blicas. Es el mismo a?o en que le dedican una antol¨®gica en el Palacio Tokio, en Par¨ªs. Pero, tras la guerra, lo que pasa en Par¨ªs no tiene el eco de lo que sucede, por ejemplo, en Nueva York y es all¨ª, en 1956, donde David Smith lo declara "maestro" en un ensayo c¨¦lebre publicado en Art News y el MOMA le organiza una primera retrospectiva con 57 piezas.
En 1937, Gonz¨¢lez contribuy¨® al pabell¨®n espa?ol en la Exposici¨®n Universal de Par¨ªs. Si Picasso aport¨® el Guernica, Mir¨® su Aidez l'Espagne y Calder su fuente de mercurio, Gonz¨¢lez present¨® La cabeza de Montserrat gritando, otra obra maestra, urgente y directa, en este caso expresi¨®n del dolor que viv¨ªa un pueblo que estaba siendo derrotado por el fascismo.
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