El exilio interior
No s¨¦ si se ha ido Miguel Salabert (Madrid, 1931) habi¨¦ndosele reconocido como suyo en su d¨ªa, con las p¨®lizas de rigor y en el negociado correspondiente del Registro de la Propiedad Intelectual, este t¨¦rmino, el de "exilio interior", que le correspond¨ªa en justicia, como nunca se cans¨® de reivindicar con humor no exento de cierta melancol¨ªa, ¨¦sa que acomete a los creadores que no han recibido lo que, en cambio, s¨ª han dado: talento, trabajo, pasi¨®n, dedicaci¨®n al periodismo, a la literatura.
Fue adem¨¢s de un excelente periodista y un buen escritor un vitalista, un hombre que am¨® la vida como se ama, a veces, a ciertas mujeres. Tal vez "exilio interior" sea una suerte de ox¨ªmoron de los que propici¨® por su manera de ser el Caudillo, que gustaba de las paradojas.
Lo cierto es que, a finales de los a?os cincuenta, Miguel Salabert, periodista, escritor y traductor y sus traducciones, desde Jules Verne hasta Flaubert nunca fueron un socorrido ganap¨¢n, cuando preparaba libros, estos s¨ª, de dign¨ªsimo encargo como El toro en la literatura o Antolog¨ªa del humor franc¨¦s o un divertido Humor de contrabando, en colaboraci¨®n con Chumy Ch¨²mez, prob¨® suerte, en idioma ajeno, el franc¨¦s, en el periodismo. All¨¢ por 1958 escribi¨® un art¨ªculo sobre era todo un g¨¦nero la Espa?a de Franco y Miguel Salabert, que se iba soltando en franc¨¦s lo titul¨® L?exil int¨¦rieur.
Y la frase hizo tanta fortuna dec¨ªa con humor que de haberlo sabido lo hubiera patentado en Ginebra que acab¨® convirti¨¦ndose en una frase hecha que, adem¨¢s, empez¨® a utilizarse de forma retroactiva, y as¨ª abarc¨® a Aleixandre y dem¨¢s cuadrilla.
El exilio interior se llam¨® su ¨²nica novela, publicada en Espa?a en 1988, en la ed. Anthropos, en una colecci¨®n de desarraigos titulada Memoria rota, que dirig¨ªa Carlos Gurm¨¦ndez. Una novela, por cierto, que se hab¨ªa editado ya, desde 1961, en Par¨ªs, en Nueva York, en Budapest, en Londres, en Bucarest, etc¨¦tera.
Salabert no obtuvo con esa novela el reconocimiento el t¨ªtulo se cobraba en negociado aparte que su calidad literaria y testimonial se merec¨ªa (me consta que en los ¨²ltimos a?os, ya herido por la enfermedad, ha disfrutado con las novelas de su hija, Juana Salabert, de las que era lector apasionado y firme cr¨ªtico).
Trabaj¨® mucho, en los a?os de la transici¨®n, en ese carrusel de publicaciones de izquierda, como periodista cultural y pol¨ªtico. Como tantos periodistas espa?oles de su generaci¨®n, forzados al trastierro, creci¨® en su profesi¨®n trabajando en Par¨ªs para la Agencia FrancePress.
De sus a?os residiendo all¨ª se trajo, al volver, adem¨¢s de a su hija Juana, un gran amor por la cultura francesa que le llev¨®, de forma natural, a ser traductor, que igual acomet¨ªa por citar un par de t¨ªtulos La educaci¨®n sentimental, de Flaubert, como Veinte mil leguas de viaje submarino, de Jules Verne, el Julio Verne de nuestra infancia.
Justamente se ha valorado siempre la importancia que tuvo, en los primeros a?os de la transici¨®n, de l¨®gica satiriasis pol¨ªtica, el libro de Savater, La infancia recuperada, por lo que supon¨ªa de reencuentro con las viejas lecturas. Pues bien, querr¨ªa aprovechar esta circunstancia para valorar tambi¨¦n el esfuerzo que hizo Salabert, en aquellos a?os transicionales, por darnos otra vez a leer, con ojos adultos, a Verne.
Recuerdo, con verdadera pasi¨®n, mi recuperaci¨®n hace treinta a?os de las viejas lecturas de Verne: aquellas estupendas ediciones de bolsillo de Alianza Editorial, con unos esclarecedores pr¨®logos del propio Salabert.
Y tambi¨¦n querr¨ªa recordar ahora un libro aparecido en el m¨¢s tardotardofranquismo titulado El desconocido Julio Verne (CVS Ediciones, 1974), en el que un periodista de izquierdas como ¨¦l, comprometido con los tiempos que se avecinaban, no dud¨®, en ning¨²n momento, en dedicar una biograf¨ªa seria y bien documentada a Verne. Leer, entonces, de la mano de Salabert, juntos a Verne y a Flaubert fue, s¨ª, toda una educaci¨®n sentimental, para muchos de entonces.
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