Auto de fe
En El rastro de la ficci¨®n, Tom¨¢s Val cuenta la historia de un maestro de escuela, Telesforo Gub¨ªa, represaliado y expulsado del magisterio al acabar la guerra acusado de anticlericalismo. Depurado fue el procedimiento que emplearon con ¨¦l como con otros miles. Alg¨²n d¨ªa habr¨ªa que hacer un diccionario hist¨®rico de eufemismos en el que la m¨¢s terrible entrada ser¨ªa la de paseo. Aqu¨ª fue cruel hasta la filolog¨ªa. Pero ?por qu¨¦ fue perseguido en concreto don Telesforo? ?Qu¨¦ pr¨¢cticas perniciosas sirvieron de base para acusarlo y frustrar para siempre lo que en ¨¦l s¨ª era una apasionada vocaci¨®n? Adem¨¢s de un esp¨ªritu laico, don Telesforo ten¨ªa sentido del humor. Sus alumnos acud¨ªan a misa los domingos y all¨ª el sacerdote insist¨ªa en la idea de que Dios atend¨ªa siempre las llamadas de los suyos. Un lunes, don Telesforo pregunt¨® a los alumnos si cre¨ªan en Dios y ellos respondieron a coro que s¨ª. "Bien, vamos a llamarle para que venga", dijo el maestro. Los muchachos gritaron hasta cansarse: "Dios, Dios, Dios". Pero Dios no acudi¨®, claro, ocupado en asuntos m¨¢s importantes que participar en c¨®micos experimentos escolares. Lo que hizo a continuaci¨®n don Telesforo, en un divertido sketch que le amargar¨ªa la vida, fue salir al exterior de la escuela y pedir a los ni?os que ahora llamasen por el maestro. Lo hicieron. "Don Telesforo, don Telesforo, don Telesforo". Y don Telesforo acudi¨®. Supongo que entr¨® por la puerta sonriente como un mago al servicio de las Misiones Pedag¨®gicas, sin imaginar que ese gesto iba a colocarlo un d¨ªa no muy lejano ante el horror de una nueva inquisici¨®n. Cada uno tiene sus santos, y a m¨ª, cada vez que leo un nuevo episodio de la vehemente ofensiva eclesi¨¢stica contra la dedicaci¨®n de unas horas escolares a los valores c¨ªvicos y los derechos humanos, me entran ganas de gritar: "?Don Telesforo, don Telesforo, don Telesforo!". Pero lo que grito en realidad es "?Dios, Dios, Dios!", no vaya a ser que vuelvan a molestar al pobre maestro. No, en la Espa?a de hoy no hay anticlericalismo. Lo que hay es un rampante antilaicismo en algunas ¨¦lites que no han resuelto una cuesti¨®n decimon¨®nica, y siguen pensando en t¨¦rminos de alianza sagrada, sin eufemismos, entre el Altar y el Trono.
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