La mirada fresca de Contador
El madrile?o, con tan s¨®lo 24 a?os, conquista el noveno Tour para Espa?a .- El ciclista de Pinto asume que tendr¨¢ que soportar las sospechas que azotan al ciclismo .- En un hecho sin precedentes, seis espa?oles finalizan entre los diez primeros
El mi¨¦rcoles por la ma?ana, al d¨ªa siguiente de la expulsi¨®n de Vinok¨²rov y del Astana, dos ciclistas espa?oles enrolados en equipos extranjeros charlaban en la salida de Orthez. La n¨¢usea. Las ganas de dejarlo todo, de acabar de una vez. "No entiendo la falta de compromiso de Vinok¨²rov, su ego¨ªsmo", contaba uno. "Yo he hecho un esfuerzo los dos ¨²ltimos a?os. Me he sentido responsable. He corrido con lo que soy, y ¨¦l, que es uno de los jefes, uno de los que tiene que marcar el camino, no s¨®lo pone en peligro su carrera, sino el ciclismo en general. Pienso en los chavales de su equipo, si se retiran los sponsors, si se quedan en la calle. Y ese mismo Vinok¨²rov es el que me sac¨® siete minutos en la contrarreloj de Albi". Su amigo, con el maillot de un equipo franc¨¦s, asent¨ªa. Hablaba de su experiencia, de c¨®mo le respetaba, de c¨®mo el equipo no les presionaba, no les exig¨ªa victorias a toda costa.
Nadie hablaba ayer de Contador en Francia. Un ganador condenado. Fuera de Espa?a gan¨® el morbo
Para deleite del aficionado, la carrera deportiva ha sido hermosa, abierta, libre
Diez minutos despu¨¦s, en la salida, hubo una peque?a sentada, simb¨®lica, los corredores de los equipos cre¨ªbles acusando directamente con la mirada a los dem¨¢s. Un l¨ªder de Tour, un maillot amarillo recib¨ªa por primera vez desde Anquetil en el 64 los pitidos de la afici¨®n. Silbidos para Rasmussen. Nunca el pelot¨®n ciclista, un grupo famoso hasta hace nada por su gremialismo, por la dictadura de la ley del silencio, hab¨ªa estado tan cerca de la ruptura. Nunca hab¨ªa estado el Tour tan cerca de pararse, nunca hab¨ªa estado el ciclismo tan bajo. Hasta entonces, desde la salida espectacular, ingenua de Hyde Park, se hab¨ªan venido desarrollando dos Tours simult¨¢neos, dos carreras cuyas etapas se entrelazaban, se influ¨ªan mutuamente. Por un lado, el Tour aparentemente deportivo, la carrera de los ciclistas por llegar antes que el vecino a Par¨ªs; por el otro, las luchas internas entre los equipos, las federaciones, los organizadores, la dial¨¦ctica de la lucha entre cre¨ªbles e incre¨ªbles. Como tel¨®n de fondo, como gran decorado escondiendo cualquier posibilidad de paisaje natural, un asunto, el dopaje; un tema, la credibilidad del ciclismo. A partir de aquel d¨ªa, de la ¨²ltima etapa de los Pirineos, el segundo Tour, el del morbo, derrot¨® al primero, el deportivo. Para desgracia de Contador, que tuvo que apechugar sobre sus magras espaldas con el peso de la culpa de tantos a?os de desvar¨ªos del ciclismo. "Pas¨¦ por el lugar inadecuado en el momento inadecuado", repite Contador con una f¨®rmula esquem¨¢tica que le permite protegerse de las preguntas agresivas. Gan¨® tambi¨¦n el Tour en el momento inadecuado.
El Tour del morbo no comenz¨® en Londres, sino en Par¨ªs. Comenz¨® el ¨²ltimo d¨ªa del Tour de 2006, con el positivo de Landis -a¨²n no hay ganador oficial de aquel a?o, y no lleva camino de que lo haya nunca-. En Londres se reunieron los directores de varios equipos para perge?ar un documento, el acta de nacimiento del ciclismo cre¨ªble, para dise?ar una estrategia agresiva que les permitiera desenmascarar a los dem¨¢s, a los incre¨ªbles, aunque con ella se llevaran por delante el Tour. Los cre¨ªbles, supervivientes del ciclismo de toda la vida, herederos de la ¨¦poca de los vicios que cre¨ªan haber trazado una raya con el pasado, que cre¨ªan en la posibilidad del borr¨®n y cuenta nueva. Por su parte, los incre¨ªbles, obligados a trabajar a la defensiva, intentaban aplicar el sentido com¨²n a la problem¨¢tica, intentaban explicar que todo el conflicto nac¨ªa de la lucha de intereses econ¨®micos entre los organizadores y la Uni¨®n Ciclista Internacional (UCI), intentaban hacer ver que la lucha est¨²pida conduc¨ªa a la sangr¨ªa, al suicidio del ciclismo. Los incre¨ªbles, supervivientes del ciclismo, ex corredores, gente del medio que cree en la posibilidad de otro ciclismo diferente al que han mamado. Con escaso ¨¦xito. En la carretera, era a¨²n la ¨¦poca de las etapas tontas, sprints y fugas imposibles, la rivalidad se dejaba ver en detalles peque?os, divertidos.
Entre medias, la lucha entre el Tour y la UCI. La federaci¨®n abri¨® fuego filtrando el positivo de Sinkewitz, un alem¨¢n controlado un mes antes. Fue la primera crisis. El apag¨®n de las televisiones p¨²blicas germanas. El primer s¨ªntoma de que el Tour 2007, la 94? edici¨®n de la grande boucle, estaba condenado. El contraataque lo conducen los cre¨ªbles, que se movilizan para lograr que la polic¨ªa de aduanas registre, entrando a los Pirineos, camiones y autobuses del Discovery, el CSC, el Rabobank y el Astana, los equipos que m¨¢s han pitado en los Alpes. Porque, mientras tanto, y para deleite del aficionado, la carrera deportiva es hermosa, abierta, libre. La igualdad entre los favoritos -Valverde, Moreau, Rasmussen, Contador, Mayo-, la desgracia de Vinok¨²rov, que corre su Tour con 15 grapas bajo las vendas de sus rodillas, producen unas etapas de ataques en los Alpes. Un ciclismo de otro tiempo. Sin dominador claro. Un ciclismo en el que se revela Contador, que pincha camino de Tignes y regresa casi con los favoritos, que se est¨¢n sacando los ojos con ataques repetidos; en el que se corona Rasmussen, con su cabalgada desde el Cormet de Roselend. En el que se exacerba el clima de sospechas: se propaga m¨¢s que nunca la teor¨ªa de que si alguien sube m¨¢s r¨¢pido que otro es porque se ha dopado. Se mata al campe¨®n. Se condena la excepci¨®n.
El segundo golpe de la UCI, seg¨²n los organizadores, es la presencia de Rasmussen. El pollo dan¨¦s ha faltado dos veces a su deber de decir su paradero a las autoridades antidopaje y la federaci¨®n no deber¨ªa haberlo permitido. Mientras, Rasmussen y Contador libran en los Pirineos, en el Plateau de Beille que tanto asustaba, en el Peyresourde, en el Aubisque, un tremendo duelo de escaladores puros. Los dem¨¢s ya han desaparecido del mapa, engullidos por un abanico, como Moreau, destrozados en una contrarreloj, como Valverde. Pero al Tour le sobra Rasmussen.
Antes de que el Tour 2007 tomara la catadura ante el p¨²blico del Tour del 98 -retirada de equipos, registros policiales en los hoteles, leyendas sobre jeringas y dopaje en todas las p¨¢ginas- se pareci¨® por un tiempo al del 88. Jos¨¦ Miguel Ech¨¢varri recuerda a¨²n todas las presiones que sufri¨® por parte de la organizaci¨®n, de un director llamado Courcol, para que retirara a Delgado a ra¨ªz del falso positivo de que se le acusaba. Ech¨¢varri resisti¨®, Delgado gan¨® el tercer Tour para el ciclismo espa?ol y Courcol dimiti¨®, pero este a?o el Rabobank no tuvo la misma fuerza: al d¨ªa siguiente del anuncio del positivo por transfusi¨®n sangu¨ªnea de Vinok¨²rov, pocas horas despu¨¦s de la retirada del Cofidis en pleno por el positivo y la detenci¨®n policial de su italiano Cristian Moreni, el Rabobank tir¨® la toalla. Rasmussen se iba del Tour, desaparec¨ªa a toda velocidad: Contador, segundo clasificado, ten¨ªa el Tour a su alcance a los 24 a?os, una cicatriz de lado a lado de su frente, en su segunda participaci¨®n. En la contrarreloj final, pese a los nervios, pese a la dureza de sus rivales -dos corredores de m¨¢s de 30 a?os, dos de los garrapatas m¨¢s tenaces de la historia del ciclismo-, Contador hizo realidad la promesa. Por 23 segundos.
Nadie hablaba ayer de Contador en Francia. Un ganador condenado. Un Tour condenado. Un ciclismo que renuncia a crearse una nueva cara. Gan¨®, fuera de Espa?a, el Tour del morbo. El Tour que se niega a considerar la edici¨®n de 2007 como una parte m¨¢s de su historia El Tour que habla de 2008, del regreso a los equipos nacionales, del pasaporte ¨¦tico. El Tour que se ha negado a admitir entre los suyos a un campe¨®n de mirada limpia y ligero de pedalada como Alberto Contador.
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