La vida secreta de Fouad
Los menores africanos llegados a Canarias en pateras y cayucos aprenden espa?ol mientras temen defraudar a sus familias si no consiguen trabajo
Amanece. Un hombre entorna la puerta de la habitaci¨®n donde duerme Fouad, junto a otros seis chicos de entre 15 y 17 a?os. Son las ocho de la ma?ana. Los educadores los despiertan uno a uno. Fouad se levanta y se ducha en el cuarto de ba?o que comparte con sus compa?eros de habitaci¨®n en el centro de menores extranjeros de Arinaga, que un informe de la ONG Human Right Watch (HRW) pinta como el t¨²nel de los horrores y que el jueves parec¨ªa un internado m¨¢s, junto al de La Esperanza, ambos visitados por este peri¨®dico.
Fouad tiene una historia secreta que decide revelar a EL PA?S. Una noche se fuga de casa. Con apenas ocho a?os no aguanta "ni m¨¢s hambre ni m¨¢s pobreza". No tiene amigos ni va al colegio: "No sab¨ªa ni leer ni escribir", dice. El joven marroqu¨ª, de 15 a?os, asegura haber cogido un autob¨²s hasta el sur y llegar d¨ªas despu¨¦s a El Aai¨²n (en el S¨¢hara Occidental). Mientras su familia no lo reclama, Fouad se hace con un carro de madera y se dedica a revender lo que encuentra, ropa, fruta o latas. Va reuniendo dinero hasta los 500 euros que le piden para embarcarse en una patera que zarpa una noche con 21 personas m¨¢s, cinco de ellas ni?os como ¨¦l. "No pas¨¦ miedo", confiesa, "ni ah¨ª ni nunca". Y en pocas horas se planta en una cala de Gran Canaria.
Abubacar (17 a?os): "Mi miedo real es qu¨¦ va a pasar con mi vida cuando salga de aqu¨ª, sin papeles, ni precontrato, ni residencia"
Fouad (15 a?os): "Nunca fui al colegio, nunca com¨ª tres veces al d¨ªa, no ten¨ªa ducha, ni champ¨², ni ropa, no ten¨ªa nada de lo que me dan aqu¨ª"
Mohamed (17 a?os): "Si volviera sin nada, mi padre me echar¨ªa de casa, mis amigos no querr¨ªan saber nada de m¨ª y ser¨ªa un vagabundo"
Bachir (15 a?os): "Aqu¨ª todos somos hermanos; no tenemos ni familia, ni papeles, ni trabajo; s¨®lo nos queda apoyarnos unos a otros"
Ya duchado y vestido, el joven se arrodilla sobre la alfombra orientada a la Meca y reza la primera de las cinco oraciones que pronuncia a diario. Antes de salir de su habitaci¨®n a desayunar, cada chico hace su cama. "Cuando les dimos la lencer¨ªa por primera vez, muchos pon¨ªan las s¨¢banas debajo del colch¨®n y s¨®lo se tapaban con una manta. No sab¨ªan para qu¨¦ eran aquellos trozos de tela blanca", ilustra Juan Jos¨¦ Dom¨ªnguez, director de la Asociaci¨®n Mundo Nuevo, que gestiona los tres dispositivos de emergencia y atenci¨®n a menores extranjeros no acompa?ados (en Tegueste y La Esperanza, ambos en Tenerife, y ¨¦ste de Arinaga, en Gran Canaria), donde ahora viven menos de 300 j¨®venes entre 10 y 17 a?os.
A Hass¨¢n, marroqu¨ª de 14 a?os, los 500 euros para saltar en patera se los pag¨® su madre, mientras el saharaui Amine los consigui¨® cargando pescado en Dajla. Ahmid, con 14, como mec¨¢nico, y Bachir, de 15, no dice c¨®mo.
El jueves pasado desayunaron leche, cacao, mermelada, mantequilla, pan y embutido. Tras lavarse los dientes entran a clase de espa?ol, "mucho espa?ol", combinado con nociones b¨¢sicas de matem¨¢ticas, geograf¨ªa y talleres de formaci¨®n profesional. Fouad lleva un a?o y medio viviendo en este centro. Sabe qu¨¦ tensiones hubo el a?o pasado, cuando llegaron tantos menores en cayucos que los centros se desbordaron, con colchones por todas partes y seis turnos para comer. Conoce cada una de las peleas que estallaron entonces y a los "cuatro chicos" que apedrearon al presidente del Gobierno.
"No nos entend¨ªamos", reconoce Fouad sentado, relajado pero t¨ªmido, en una sala por la que pasan 15 chicos del centro para elaborar este reportaje. "Ellos nos hablaban en sus lenguas y nosotros en ¨¢rabe; pens¨¢bamos que nos insultaban. Ahora ya nos sabemos los insultos en wolof, bambara y ¨¢rabe". El idioma com¨²n de esta Uni¨®n Africana infantil es ahora el espa?ol y "en ¨¦l se comunican hasta los de Mal¨ª y Senegal", reconoce Mustapha, de Senegal.
Como todos los chicos, Fouad, Hassan, Amine, Ahmid y Bachir reciben una paga de 15 euros a la semana y cinco euros de saldo para recargar la tarjeta de su m¨®vil y que puedan llamar a su familia. Lo primero que hicieron los cinco fue comprarse "un tel¨¦fono" y algo de ropa "de marca", sobre todo zapatillas "Nike".
Abubacar y Lasana, ambos de Mal¨ª; Abkar, de Mauritania, y Mustapha, de Senegal, todos de 17 a?os, se reconocen inquietos por no tener ni papeles ni trabajo. "Nadie que haya cruzado el mar como nosotros puede decir que tiene miedo", dice el locuaz Abubacar. "Mi miedo real es qu¨¦ va a pasar con mi vida cuando salga de aqu¨ª, sin papeles ni precontrato ni residencia", insiste. "No podemos volver a ?frica sin dinero", a?ade Abkar. Mustapha reconoce haber zarpado desde Guinea-Bissau. Su padre entreg¨® el cayuco con el que la familia se gan¨® la vida durante generaciones a cambio de que su hijo viajara en ¨¦l y enviara dinero para todos. Y el joven anuncia que no cesar¨¢ hasta encontrar un trabajo. "Si vuelvo sin nada, mi padre me echar¨¢ de casa, mis amigos no querr¨¢n saber nada de m¨ª y ser¨¦ un vagabundo", confiesa el gambiano Mohamed.
Pasan la tarde jugando al f¨²tbol, en el taller de percusi¨®n africana que imparte el senegal¨¦s Al¨ª Ithioun¨¦ o simplemente en un banco viendo a los dem¨¢s y pensando.
"Yo fui uno de los 134 que rescataron el 30 de octubre cuando naveg¨¢bamos a la deriva sin alimentos ni gasolina", confiesa el gambiano Mohamed, de 17 a?os.
Ninguno de los chicos entrevistados en Gran Canaria y Tenerife ha visto calabozos ni celdas de castigo. Ninguno revela haber sufrido palizas de los educadores, aunque algunos reconocen haberse quedado sin paga semanal porque se les atribuye la rotura de material o su participaci¨®n en peleas.
"Nunca fui al colegio, nunca antes com¨ª tres veces al d¨ªa, no ten¨ªa ducha, ni champ¨², ni ropa, no ten¨ªa nada de lo que ahora me dan aqu¨ª", dice Fouad. "Pues yo preferir¨ªa no estar aqu¨ª", afirma Alioud, saharaui de 17 a?os. "No tengo familia, ni amigos, ni novia, he venido a trabajar y no me dejan, y encima es muy dif¨ªcil estudiar y hacer actividades en el Ramad¨¢n y nadie me dice d¨®nde voy a vivir cuando salga de aqu¨ª. ?En la calle?".
La preocupaci¨®n de este chico es tambi¨¦n la de sus educadores. Colmadas todas las plazas de Canarias, entre julio y agosto, al menos 40 chicos, cuando cumplan los 18 a?os, deber¨¢n abandonar los centros y se ver¨¢n en la calle, sin soluci¨®n, si antes no se derivan a centros del resto de Espa?a.
Bachir resume la vida diaria en el Guant¨¢namo que dibuj¨® en su informe HRW y que no se corresponde con la realidad vivida esta semana en Arinaga y La Esperanza: "Aqu¨ª todos somos hermanos; no tenemos ni familia, ni papeles ni trabajo; estamos solos y muy lejos; s¨®lo nos queda apoyarnos entre nosotros".
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