Adicto al triple salto sin red
El septuagenario Wayne Shorter huye de los lugares comunes para volver a los tiempos en que el jazz era un deporte de riesgo
Duke Ellington escrib¨ªa sinfon¨ªas de tres minutos. Wayne Shorter necesita un m¨ªnimo de 30 para entonarse. El relato corto, dice, se lo deja a otros.
Por la ma?ana, el septuagenario jazzista acudi¨® al acto en el que se le hizo entrega de la placa que le acredita como premio Donostiako Jazzaldia 2007, que se olvid¨® de llevarse a la habitaci¨®n. Lo agradeci¨® hablando de "colores que no pueden verse con los ojos" y de lo estupendo que es el quinteto de viento Imani Winds que le acompa?a en su gira europea. Por lo que uno entendi¨®, se trata de empujar a los cl¨¢sicos hacia el jazz y viceversa, y nadie mejor para tan alta empresa que el quinto elemento del m¨¢s legendario de los quintetos de Miles Davis, saxofonista, compositor y arreglista como hay pocos. Un adicto al triple salto sin red.
"Hay colores que no pueden verse con los ojos", asegur¨® el m¨²sico al recibir el Premio Donostiako Jazzaldia 2007
En su concierto de la tarde a teatro lleno huy¨® de los lugares comunes para devolvernos a los tiempos en que el jazz era un deporte de riesgo. Ni antes ni durante se nos ofreci¨® informaci¨®n acerca de lo que est¨¢bamos escuchando, salvo en la primera parte, con Imani Winds -cuatro damas y un caballero- interpretando Andaluc¨ªa, de Falla; Fuga Misterio, de Piazzolla, y Terra Inc¨®gnita, la pieza que Shorter ha escrito para la ocasi¨®n, por encargo del Museo de Arte Contempor¨¢neo de La Joya, California. Sali¨® luego el saxofonista con su cuarteto para una de sus caracter¨ªsticas interpretaciones-r¨ªo en formato reducido a 30 minutos, y volvieron a salir Imani Winds para reunirse con los jazzistas en un encendido y campechano final.
Lo escuchado, en su conjunto, fue un constante toma y daca entre la expresi¨®n franca del jazz y la densidad de lo que a¨²n se conoce como "m¨²sica cl¨¢sica contempor¨¢nea", porque no se ha encontrado otro modo de llamarlo. M¨²sica hermosa pero dif¨ªcil, un hueso duro de roer, y el respetable tan contento, para que se diga. Hubo flores para ellas y aplausos para todos, y un bis que nos dej¨® con la satisfacci¨®n de haber escuchado algo distinto, lo que no es poco.
Tampoco emplearon demasiadas palabras Pat Metheny y Brad Mehldau para explicarse en su concierto de la tarde-noche en la Trini. La m¨²sica habl¨® por s¨ª misma. El guitarrista del baby boom y el pianista de la generaci¨®n X son m¨²sicos de convicciones como lo eran los jazzistas de anta?o. Dos creadores a prueba de escuchas a ciegas (blindfold test), capaces de interpretar los est¨¢ndares -I remember April- y construirse los suyos propios, tal que los contenidos en los dos ced¨¦s tocando juntos que terminan de editar (Metheny Mehldau y Metheny Mehldau Quartet). M¨¢s jazz¨ªsticos en la primera parte ellos dos solos, m¨¢s contundentes en la segunda, con Larry Grenadier, contrabajo, y Jeff Ballard, bater¨ªa. En su idea de ce?irse a lo que verdaderamente importa -la m¨²sica-, enviaron a los fot¨®grafos al cercano monte Igueldo, no fuera que importunaran a sus fans, y al serbio Bojan Z, que ten¨ªa que haberles precedido sobre el escenario, a la playa de Zurriola, para alegrar a los ba?istas.
Como Shorter, Metheny-Mehldau necesitaron m¨¢s de dos horas para decir todo lo que ten¨ªan que decir. Hubo a quien le supo a poco y quien todav¨ªa enlaz¨® con el concierto after hours de Ximo Tebar y Fourlights en el Club del Teatro Victoria Eugenia. De un guitarrista a otro, de Metheny a Tebar (m¨¢s su grupo, el vibrafonista Dave Samuels y la cantante Esther And¨²jar como invitados especiales). La mejor manera de terminar una larga e intensa jornada de jazz.
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