La d¨¦cada ominosa: Martha y su doble
Una reciente conversaci¨®n con la exiliada cubana Martha Frayde retrocedi¨® las agujas del reloj a un episodio acaecido casi treinta a?os antes. En EL PA?S del 8-12-1978 publiqu¨¦ un art¨ªculo de opini¨®n en el que, a ra¨ªz de la detenci¨®n y condena de mi amiga por las autoridades de la isla, evocaba su carrera m¨¦dica y luchas pol¨ªticas contra la dictadura de Batista y a favor del Movimiento del 26 de Julio encabezado por Fidel Castro. Delegada de su pa¨ªs en la Unesco con rango de ministra consejera, realiz¨® una magn¨ªfica labor de acercamiento entre los escritores, artistas e intelectuales franceses y la Revoluci¨®n. Me reun¨ª con ella a menudo a lo largo de 1962 y 1963, y su franqueza y libertad de expresi¨®n me sorprendieron gratamente: no ocultaba sus inquietudes acerca de la paulatina sovietizaci¨®n de un programa pol¨ªtico que en sus or¨ªgenes apostaba por las libertades c¨ªvicas y v¨ªas democr¨¢ticas. En raz¨®n de ello fue cesada abruptamente de todos los cargos oficiales y, de vuelta a Cuba, reanud¨® el ejercicio privado de su profesi¨®n: sus demandas posteriores de un permiso de salida, primero temporal y luego definitivo, toparon con una tajante negativa por motivos "de seguridad". En 1976 fue detenida y condenada a 29 a?os de c¨¢rcel como supuesta agente de la CIA. Conforme sosten¨ªa en mi tribuna de EL PA?S, la acusaci¨®n era absurda: ?c¨®mo pod¨ªa ser esp¨ªa del enemigo alguien que, como ella, expon¨ªa abiertamente su disidencia respecto a la l¨ªnea oficial?
Mi art¨ªculo no mereci¨® r¨¦plica alguna de parte del r¨¦gimen cubano, pero fue la semilla de un relato de suspense y aventuras propios del g¨¦nero polic¨ªaco protagonizado por un pu?ado de amigos y conocidos. Una delegaci¨®n de la Asociaci¨®n de Amistad Hispano Cubana, con Jos¨¦ Mar¨ªa Mohedano y Jaime Sartorius, viaj¨® a la isla unos d¨ªas despu¨¦s de su publicaci¨®n. En su primer encuentro con dirigentes y funcionarios del partido, uno de los delegados sac¨® a relucir mi art¨ªculo y pregunt¨® por Martha Frayde. Los anfitriones manifestaron su asombro con perfecta naturalidad. No sab¨ªan qui¨¦n era ni o¨ªdo hablar del asunto, pero se comprometieron a averiguarlo y a responderles en cuanto obtuvieran datos fidedignos. Las pesquisas no duraron mucho: el d¨ªa siguiente comunicaron a sus colegas espa?oles que Martha Frayde no estaba presa, sino que viv¨ªa confortablemente en una villa de las afueras de La Habana, en un amable retiro por cuenta del Estado. Sartorius les agradeci¨® la informaci¨®n y prometi¨® que, de vuelta a Espa?a, rectificar¨ªa el contenido de mi art¨ªculo y pondr¨ªa las cosas en su lugar.
Sin darse por satisfechos de la aclaraci¨®n, dos miembros de la delegaci¨®n, la escritora Fanny Rubio y el periodista Fernando Serra, repitieron la pregunta a Roberto Fern¨¢ndez Retamar en su despacho de Casa de las Am¨¦ricas. La sorpresa del poeta fue id¨¦ntica: no entend¨ªa c¨®mo yo hab¨ªa podido escribir aquello... Martha Frayde viv¨ªa algo apartada, pero en entera libertad... Si quer¨ªan verificarlo, pod¨ªan llamarla por tel¨¦fono... Su n¨²mero deb¨ªa figurar en el list¨ªn...
Figuraba, en efecto, y cuando lo marcaron desde el hotel se puso inmediatamente al habla. Eran amigos m¨ªos, le dijeron y deseaban una entrevista. Pese a que andaba muy atareada para recibir visitas, se avino a responder a sus preguntas: Juan, claro que s¨ª, qu¨¦ tal me iba, aunque me hab¨ªa vuelto un poco "gusano", me quer¨ªa mucho, no sab¨ªa qui¨¦n le hab¨ªa ido con el cuento de que la ten¨ªan presa, etc¨¦tera. La presunta doctoraparec¨ªa recitar una lecci¨®n, y ni la fon¨¦tica popular habanera ni ciertas incoherencias expresivas respond¨ªan al perfil que hab¨ªa trazado de ella en mi art¨ªculo: delegada en la Unesco, amiga de Sartre, Simone de Beauvoir, Nathalie Sarraute... Serra le pregunt¨® d¨®nde nos hab¨ªamos conocido, y vacil¨®: "En La Habana". "?No fue en Par¨ªs?". "Bueno, quiz¨¢ s¨ª". "Pero ?no era usted diplom¨¢tica all¨ª?". Le habl¨® entonces en franc¨¦s y no supo responder. Manifiestamente, ignoraba la lengua. Al colgar el auricular, mis amigos permanecieron en un estado de incredulidad rayano en el sonambulismo. ?Qui¨¦n era la doble con la que hab¨ªan hablado? ?C¨®mo pod¨ªa estar al corriente de mi existencia si articulaba mal mi apellido y no ten¨ªa la menor idea de la Unesco ni del mundo intelectual parisiense?
Mientras barajaban hip¨®tesis sobre aquel montaje y el probable escen¨®grafo del mismo, Fernando Serra tuvo la feliz idea de consultar una gu¨ªa telef¨®nica antigua y dieron con otras se?as: Martha Frayde, Calle 19, 255 bajos, Vedado. El n¨²mero que marcaron no funcionaba. S¨®lo entonces, al cotejar un list¨ªn con otro, advirtieron que el nombre de quien desempe?¨® el papel de mi amiga no era Frayde, sino Fraide. Excitados por el enigma y la sucesi¨®n de ardides tan cuidadosamente hilvanado, se trasladaron a Vedado, y se detuvieron en el 255 de la Calle 19, entre I y J. El piso bajo parec¨ªa deshabitado. Como recuerda Fanny Rubio al cabo de los a?os, los cristales de las ventanas estaban rotos; las plantas de las macetas, secas y acartonadas. Un sello en la puerta aclaraba la raz¨®n de tal abandono: la casa hab¨ªa sido precintada por los Comit¨¦s de Defensa de la Revoluci¨®n, encargados de la seguridad y vigilancia del barrio. Mientras escudri?aban el lugar en busca de un l¨¢bil signo de vida, unas vecinas se asomaron a preguntarles: "?Buscan a alguien?". "A la doctora Martha Frayde". "Est¨¢ presa", dijo una de ellas, y para romper el silencio que sigui¨® a sus palabras a?adi¨®: "Era una 'gusana' tremenda. Se pasaba el d¨ªa criticando a la Revoluci¨®n e iba a rezar a la iglesia. Nosotros la ten¨ªamos bien chequeada. Por fin la agarraron y est¨¢ en la c¨¢rcel Ben¨¦fica".
Decididos a aclarar la verdad, mis amigos fueron a la iglesia del barrio y se entrevistaron con el p¨¢rroco. ?ste les confirm¨® que conoc¨ªa a la doctora Frayde y que estaba entre rejas. Dado lo comprometido del asunto, se excus¨® por no poder procurarles mayor informaci¨®n.
Sin salir de su estado de perplejidad, Fanny Rubio y Fernando Serra contaron lo sucedido a los restantes miembros de la delegaci¨®n. De vuelta a Madrid, Sartorius no escribi¨® la anunciada r¨¦plica a mi art¨ªculo, y Fanny y Fernando Serra, despu¨¦s de exponerme la trama de aquella aleccionadora novela de intriga, se dieron de baja de la asociaci¨®n en la que con tanta ilusi¨®n juvenil se hab¨ªan inscrito.
No refer¨ª entonces las vicisitudes de mis amigos para no perjudicar a Martha Frayde y sus pr¨®ximos, y lo hago hoy con imperdonable retraso. El titiritero que movi¨® los hilos de la farsa goza al parecer de buena salud y ha ascendido por sus grandes m¨¦ritos a la c¨²pula del Comit¨¦ Central del Partido. En cuanto a la escamoteada por sus artes, purg¨® a¨²n un a?o de su pena y, poco despu¨¦s de ser liberada, obtuvo su visado para Espa?a en diciembre de 1979. En nuestro reencuentro en Madrid le cont¨¦ por lo menudo los lances de este Retablo de las maravillas, en su nueva y edificante escenograf¨ªa al servicio de la Verdad Oficial.
Juan Goytisolo es escritor.
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