El Superman suicida de Fataga
Un hombre que se neg¨® a abandonar su casa en el desalojo por el incendio en San Bartolom¨¦ de Tirajana recibe trato de h¨¦roe en su pueblo y relata c¨®mo se enfrent¨® solo a las llamas
Juli¨¢n se tom¨® muy a pecho eso de que el poder es del pueblo. Tanto, que casi le cuesta la vida. Este promotor de eventos de 49 a?os fue la ¨²nica persona que la noche del lunes al martes aguant¨® en Fataga, una localidad de San Bartolom¨¦ de Tirajana desalojado por el incendio. "Es mi pueblo y ten¨ªa que quedarme", asegura.
Ayer todo el mundo hablaba de ¨¦l en Fataga, mientras regresaba a sus casas sin saber qu¨¦ se iban a encontrar. A tiempo pasado, todos quer¨ªan haberle emulado: "Fuimos unos cobardes, ten¨ªamos que haber hecho como ¨¦l, quedarnos", comentaba Diego, de 43 a?os, en un corrillo en el bar del pueblo. "No te enga?es", le cortaba otro vecino, "Juli¨¢n se escondi¨®, al resto nos echaron".
El particular superman suicida se sent¨ªa ayer orgulloso de haber recibido "unas 200 llamadas de prensa, autoridades y amigos" y no haber contestado ninguna. "Cuando baj¨¦ ayer (por el martes) del pueblo, desconect¨¦ el tel¨¦fono; lo acabo de encender hace un ratito", comentaba ayer. Como si fuese una estrella del rock, no quiere ni fotos, y es reticente a hablar, aunque en un momento se suelta.
La peripecia del ex presidente de la asociaci¨®n de vecinos de Fataga empez¨®, seg¨²n su relato, a las diez de la noche del lunes. El fuego ard¨ªa en las monta?as que arropan el pueblo. La polic¨ªa orden¨® el desalojo de varios pueblos de San Bartolom¨¦ de Tirajana, entre ellos Fataga. Los vecinos se resist¨ªan, dec¨ªan que los equipos de emergencia no conoc¨ªan la zona y ellos pod¨ªan echar una mano. Fue lo que llev¨® a Juli¨¢n a quedarse. Juan Carlos, un bombero que ha estado trabajando en la extinci¨®n del incendio desde el domingo, lo ve una locura: "No tienen la protecci¨®n necesaria, y pueden estorbar m¨¢s que ayudar; si hay algo de que alegrarse es de que no ha habido v¨ªctimas mortales".
Juli¨¢n insiste en que s¨®lo hizo caso a su conciencia. "A m¨ª no me ech¨® nadie, ni me escond¨ª. Pero cuando me dijeron que hab¨ªa mandos superiores y que yo no era nadie, les dije que s¨®lo me llevar¨ªan de all¨ª esposado". Desde que desalojaron Fataga hasta que el fuego se acerc¨® pasaron "unas cinco o seis horas". Durante ese tiempo, Juli¨¢n trat¨® de aconsejar a los bomberos. "Hab¨ªa unos 50 t¨ªos mirando a ver por d¨®nde atacaban el fuego, ninguno me hac¨ªa caso".
Decidi¨® actuar por su cuenta. "Me puse un pantal¨®n corto, me colgu¨¦ unos alicates del cuello, y sub¨ª a la parte alta de la casa. Empec¨¦ a echar agua con la manguera para intentar sofocar los tres focos m¨¢s importantes y consegu¨ª apagar uno". En cuesti¨®n de segundos, dice, fue por las casas de sus vecinos, abri¨® todas las mangueras disponibles y las enfoc¨® de cara al fuego. El calor era inaguantable, as¨ª que se empap¨® entero. "Juli¨¢n, por tus cojones, aguanta", se dec¨ªa a s¨ª mismo. El hombre se agita mientras lo cuenta.
Cuando se vio muy agobiado, fue al centro del pueblo a pedir ayuda pero no encontr¨® a nadie. "?Estaba todo desierto!". As¨ª que volvi¨® a bajar. "Ech¨¦ m¨¢s agua, y pude salvar una zona. Si yo con una manguera salv¨¦ seis casas, con diez coleguillas salvamos el pueblo", sentenciaba Juli¨¢n. Su odisea acab¨® a la una de la tarde. A esa hora llegaron los bomberos y, "por fin", se dejaron aconsejar. Cuando el fuego estuvo pr¨¢cticamente sofocado, a Juli¨¢n se lo llev¨® la Cruz Roja para curarle las quemaduras en un brazo, "nada serio". Y comenz¨® la celebraci¨®n: "Estaba tan emocionado y orgulloso que me sopl¨¦ cinco copas de Chivas y no me gusta el whisky".
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