Los antivirales no curan el estigma
Los prejuicios y la discriminaci¨®n son la primera causa de preocupaci¨®n para muchas personas que viven con VIH en Espa?a, por delante de las meramente sanitarias
Unas cajas de antivirales en su dormitorio fueron la prueba que necesit¨® el compa?ero de piso de Gonzalo Mazuela para saber que ten¨ªa VIH. Tras el hallazgo, una tensa conversaci¨®n acab¨® con Mazuela haciendo las maletas y buscando otra habitaci¨®n en Barcelona. "Apenas llevaba 15 d¨ªas en la casa, y ¨¦sa me ven¨ªa bien porque era econ¨®mica", cuenta seis meses despu¨¦s de aquella experiencia.
Su caso no fue "dram¨¢tico". "Si no fuera por la rabia y la humillaci¨®n de saber que hab¨ªan registrado mi habitaci¨®n, no tendr¨ªa casi importancia" comparado con las otras situaciones que Mazuela ve a diario en su trabajo dentro del Observatorio de Derechos Humanos y Sida de la Red 2002, el segundo mayor grupo de asociaciones dedicadas al VIH/sida de Espa?a.
Los avances m¨¦dicos permiten que cada vez m¨¢s personas con VIH intenten trabajar
El Observatorio acaba de recapitular los casos del primer semestre de este a?o, y, por primera vez, los temas relacionados con la discriminaci¨®n o el derecho laboral est¨¢n por delante de las preocupaciones sanitarias para las m¨¢s de 70 personas atendidas. El presidente de la Coordinadora Estatal de VIH/sida (Cesida) -la mayor del sector-, Santiago P¨¦rez, coincide en esta apreciaci¨®n, aunque no tenga datos concretos. "Tiene sentido: gracias a los avances m¨¦dicos, cada vez hay m¨¢s personas con VIH que intentan entrar en el mundo laboral. Lo dif¨ªcil es ver por qu¨¦ los rechazan", afirma.
P¨¦rez coincide con Montse Mirabet, abogada del Observatorio, en que legalmente hay poco que hacer. Las leyes ya impiden discriminar a una persona porque tenga el VIH o haya desarrollado sida. "Pr¨¢cticamente no hay ninguna profesi¨®n que sea incompatible con el hecho de tener el VIH", afirma Mirabet. El problema est¨¢ en que en muchas empresas el primer requisito para entrar es un reconocimiento m¨¦dico. Y ah¨ª aparecen los miedos en las personas con VIH, que temen -en muchos casos con raz¨®n- que si se descubre su situaci¨®n se queden sin trabajo.
"En teor¨ªa, una empresa no tiene por qu¨¦ hacer la prueba del sida a sus empleados, pero sabemos que algunas lo hacen, y, lo que es peor, que no les informan de ello", dice Mirabet. Luego, si el resultado es positivo, el jefe de personal se busca otra excusa para no aceptar al candidato. "Por eso es muy dif¨ªcil que estos casos lleguen a los tribunales, aunque ha habido alguno que s¨ª lo ha hecho y lo hemos ganado", a?ade.
Mazuela no se plante¨® judicializar una discusi¨®n entre compa?eros de piso. Casi disculpa a los padres de su ex casero, que fueron quienes registraron su habitaci¨®n hasta hallar los medicamentos inculpatorios. "El problema es la ignorancia y los prejuicios", afirma, "aunque yo ya le dije al chico que si ten¨ªa miedo pod¨ªa informarse en Internet o en una asociaci¨®n para que supiera que no corr¨ªa ning¨²n riesgo".
"Lo malo es que la ignorancia est¨¢ en todos los ¨¢mbitos", insiste P¨¦rez. Aunque los problemas sanitarios sean, seg¨²n los datos del Observatorio, los segundos, siguen presentes. Atr¨¢s quedaron -en la mayor¨ªa de los hospitales- los tiempos en que las personas con VIH estaban aisladas. Pero se siguen dando casos "inexplicables, como el de un hombre al que le acaban de negar una vasectom¨ªa", afirma P¨¦rez.
Aparte del trabajo, los servicios financieros son otra fuente de discriminaci¨®n. Un estudio del Plan Nacional sobre el Sida del a?o pasado ya se?alaba estos aspectos. "Pero desde entonces no se ha notado ning¨²n cambio. Hace falta m¨¢s informaci¨®n y di¨¢logo con los sectores implicados, como la patronal, los sindicatos o los agentes de seguros", apunta P¨¦rez.
Una portavoz del Plan Nacional sobre el Sida, dependiente del Ministerio de Sanidad, indic¨® que el nuevo plan estrat¨¦gico incluye acciones en estos campos.
Una petici¨®n de las ONG es que la infecci¨®n de VIH deje la categor¨ªa de enfermedad infecto-contagiosa. No se pega por convivir, como la gripe o la tuberculosis. Hace falta un contacto muy estrecho (sexual o intercambio de sangre). Por eso los expertos la llaman "infecto-transmisible". Pero este cambio de nombre, que abrir¨ªa la puerta a los infectados a residencias p¨²blicas, campamentos y otras actividades colectivas, hasta ahora vedados a quienes pueden ser origen de una infecci¨®n, est¨¢ lejano. Mientras tanto, siempre habr¨¢ quien, como Mazuela, tenga que hacer las maletas cuando un vecino se sienta amenazado.
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