La vida perra de Billie Holiday
'Con Billie', una biograf¨ªa coral reci¨¦n publicada, relata las miserias de la m¨¢s celebrada cantante de jazz a trav¨¦s del testimonio de novios, m¨²sicos, amigas, chulos y polic¨ªas
Su nombre es sin¨®nimo de cantante de jazz, si hablamos del estereotipo: artistas de existencia turbulenta, criaturas desdichadas pero con una rara capacidad para conmover al oyente sensible. Como modelo expresivo, Billie Holiday es seguida por Madeleine Peyroux y dem¨¢s aspirantes a divas que nos han visitado este verano. Hay mucho material para estudiar a Billie: aparte de sus numerosos discos, abundan los libros que analizan su arte y, sobre todo, su vida.
Billie incluso dict¨® en 1956 una autobiograf¨ªa, Lady sings the blues, popularizando ese subg¨¦nero tan estadounidense de los relatos confesionales, donde el pecador exhibe sus vicios y pide perd¨®n. El libro se transformar¨ªa en una pel¨ªcula tramposa (El ocaso de una estrella, 1972), a mayor gloria de Diana Ross. El material de base no era fiable: Billie ment¨ªa sin complejos y ten¨ªa mucha imaginaci¨®n. Adem¨¢s, el periodista que recogi¨® sus vivencias buscaba un perfil t¨®pico y la editorial elimin¨® pasajes, para evitarse querellas.
Mientras, en el n¨²cleo duro de aficionados a Billie se anhelaba un libro que no lleg¨® a publicarse. En los setenta, una fan se empe?¨® en escribir la biograf¨ªa m¨¢s completa sobre la cantante. Linda Kuehl realiz¨® unas 150 entrevistas y acumul¨® documentaci¨®n. Sin embargo, no pudo dar forma coherente a su manuscrito, que fue rechazado por Harper & Row. Tal vez esa negativa editorial explique la tragedia: en 1979, Linda se suicid¨® despu¨¦s de un concierto de Count Basie, antiguo jefe de Billie.
Su archivo fue vendido a un coleccionista. Y estaba cubri¨¦ndose de polvo cuando lo revis¨® una escritora brit¨¢nica, Julia Blackburn, que qued¨® maravillada por aquel tesoro. Descubri¨® que la Kuehl era una gran entrevistadora, capaz de flirtear para lograr que hombres encallecidos se mostraran locuaces. Blackburn decidi¨® que, en vez de pretender ordenar aquella masa de informaci¨®n, lo instructivo ser¨ªa seleccionar las entrevistas m¨¢s sabrosas, aunque se contradijeran.
El resultado es Con Billie (Global Rhythm Press, Barcelona, 2007). Un desfile de personalidades rotundas, que evocan la tortuosa vida en los guetos, en el submundo del jazz o en la bohemia, entre la Depresi¨®n y finales de los cincuenta. Hablan novios, amigas, m¨²sicos, agentes de narc¨®ticos, chulos, admiradores: Billie era una luz poderosa que atra¨ªa a todo tipo de moscones, inofensivos y venenosos.
Todo lo que sab¨ªamos -o imagin¨¢bamos- sobre Billie Holiday parece un p¨¢lido reflejo de la realidad. Criada en la calle, se dedic¨® a la prostituci¨®n y qued¨® marcada por las leyes de aquel negocio: sol¨ªa casarse o emparejarse con proxenetas violentos y ladrones. La grabaci¨®n clandestina de una conversaci¨®n telef¨®nica con su ¨²ltimo marido, Louis McKay, revela que era considerada como una caja registradora: "Todas las mujeres que he tenido eran grandes personas, buena gente. Y ella va por ah¨ª regal¨¢ndole el co?o a cualquiera...yo no trabajo as¨ª. ?Yo me dedico a vender!". Pasma pensar que McKay quedara como h¨¦roe en El ocaso de una estrella.
Para los hombres de Billie, el problema era su dificultad para generar dinero. Al ser encarcelada por drogas, perdi¨® la tarjeta necesaria para actuar en los lucrativos locales nocturnos neoyorquinos, lo que la empuj¨® a viajar a ciudades donde tocaba con inexperimentados m¨²sicos locales y a realizar giras tan desastrosas como la que la llev¨® al Sur de los Estados Unidos, cantando ante paletos que no apreciaban su arte. Cuando hab¨ªa d¨®lares, reinaba el derroche. Aparentemente, McKay compraba hasta un kilo de hero¨ªna y all¨ª chupaban todos. Billie era una yonqui at¨ªpica: tras grandes festines, pod¨ªa pasar temporadas sin consumir. Desdichadamente, se hab¨ªa convertido en la adicta m¨¢s famosa del pa¨ªs y eso la hac¨ªa objetivo f¨¢cil para los polic¨ªas, a veces conchabados con los traficantes o con sus propios amantes. Las humillaciones fueron constantes: las autoridades exig¨ªan que se declarara como "delincuente" cada vez que entraba o sal¨ªa del pa¨ªs.
Con Billie ofrece mil detalles s¨®rdidos. Ella pod¨ªa seducir a ambos sexos pero lleg¨® un momento en que su agujereada figura -sol¨ªa andar desnuda por los camerinos- espantaba incluso a quien acud¨ªa con ansias carnales. El milagro se repet¨ªa cuando sal¨ªa al escenario: con su voz espesa y l¨¢nguida, hasta la canci¨®n m¨¢s tonta rebosaba sensualidad, sabidur¨ªa, emoci¨®n. Era, una vez m¨¢s, Lady Day.
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