El lobito bueno
Si el lobo se encuentra a Caperucita en el bosque ?por qu¨¦ no se la come all¨ª mismo? Si el lobo ya sab¨ªa donde vive la abuela ?por qu¨¦ no se la ha comido antes? Si los lobos comen a bocados ?por qu¨¦ se traga enteras a la abuela y a su nieta como si fuera una boa constrictor? Si una ni?a no tiene defensa frente a un lobo ?qu¨¦ necesidad tiene ¨¦ste de disfrazarse de abuela para ganarse su confianza? ?C¨®mo sobreviven las dos mujeres sumergidas sin respirar en los ¨¢cidos digestivos del lobo? Si el cazador sabe de lobos y ve a uno entrar en casa de la abuelita ?Por qu¨¦ se espera fuera para preocuparse durante un rato? Si el cazador va con una escopeta al hombro y un cuchillo de desollar al cinto ?Por qu¨¦ dise?a un plan tan complicado para acabar con el lobo? Demasiados rodeos y demasiados atajos incluso para un cuento. En esta historia todo el mundo desconf¨ªa. La madre desconf¨ªa de Caperucita, por eso la advierte sobre los peligros del bosque. El lobo desconf¨ªa de Caperucita y de su abuela, por eso se hace pasar por Caperucita ante la abuela y por abuela ante Caperucita. El cazador desconf¨ªa del lobo, por eso acude finalmente en ayuda de las presuntas v¨ªctimas. La moraleja no puede ser m¨¢s clara: ?desconf¨ªa para sobrevivir!
Si el lobo se encuentra a Caperucita en el bosque, ?por qu¨¦ no se la come all¨ª mismo?
Pero el que m¨¢s debe desconfiar en esta historia es el lector de su narrador. Supongamos por un momento que el escenario real existe y tratemos de construir otra interpretaci¨®n m¨¢s veros¨ªmil de lo ocurrido. Digamos, para empezar que aqu¨ª s¨®lo hay una v¨ªctima: el lobo. Y la ¨²nica prueba es su cad¨¢ver con los pulmones llenos de agua y el vientre lleno de piedras ?Por qu¨¦ no lo han matado sencillamente de un tiro? Porque entonces los restos no encajar¨ªan con el presunto rescate de las presuntas v¨ªctimas v¨ªa presunta ces¨¢rea de urgencia. La ficci¨®n nunca ha sido una licencia para la incoherencia. He aqu¨ª otra versi¨®n con muchas menos contradicciones. La madre, la hija, la abuela, el cazador, el segador y el narrador del cuento est¨¢n conchabados. Caperucita seduce al lobo que est¨¢ dormitando tranquilamente bajo un ¨¢rbol y le pide que le lleve los pasteles a su abuela que vive al otro lado del bosque, que el bosque est¨¢ muy oscuro y que le da mucho miedo. El bueno del lobo accede porque la quiere de verdad y se dirige a la casa de la abuela trotando alegremente con la cesta en la boca. La abuela abre la puerta con una falsa sonrisa y, nada m¨¢s entrar, el lobo se queda helado al reconocer dos rostros muy severos parados en la penumbra detr¨¢s de ella: son el cazador y el segador, sus enemigos de toda la vida. ?Cu¨¢ntas veces ha escapado de los perdigones disparados por el primero! ?Cu¨¢ntas veces ha esquivado la hoz lanzada por el segundo! Ahora est¨¢ atrapado. Caperucita, ?por qu¨¦ me has hecho esto? El lobo comprende la situaci¨®n e intenta huir. Pero ya es tarde. Alguien ha atrancado la puerta desde el exterior. Fuera, Caperucita y su madre se dan la mano y se gui?an el ojo.
Una autopsia rutinaria del cad¨¢ver del lobo revelar¨¢ antiguas heridas de perdigones en sus cuartos traseros y una larga cicatriz que le recorre el costado derecho, recuerdo de un guada?azo recibido una noche en la que el lobo se acerc¨® a inspeccionar con ilusi¨®n la basura de la granja... Los de bal¨ªstica certificar¨¢n sin problemas la coincidencia de la munici¨®n con la habitual del cazador, y los de gen¨¦tica certificar¨¢n con un error ¨ªnfim¨ªsimo la coincidencia del ADN del lobo con el que a¨²n se encuentra en el filo de la guada?a que cuelga en el establo. ?El m¨®vil del crimen? Odio, sencillo y puro odio. ?Cu¨¢l es la moraleja de este otro cuento? Las mentiras se construyen, las verdades se descubren. La realidad manda sobre cualquiera de sus interpretaciones. Todo individuo tiene derecho a revisar cualquier interpretaci¨®n de la realidad, por antiguo, prestigioso, inteligente, sabio, reconocido y c¨¦lebre que sea el interpretador vigente.
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