Monumento a la mujer del 'hiyab'
El primer a?o que viv¨ª en Barcelona, una revista femenina public¨® un art¨ªculo en el que se alababa a las mujeres que se incorporaban al pujante sector de la construcci¨®n en Espa?a. El reportaje iba ilustrado con fotograf¨ªas de mujeres con traje azul y casco amarillo, consideradas emblemas de un paso m¨¢s en el "progreso de la mujer".
Poco despu¨¦s, mientras explicaba en una conferencia sobre la mujer india c¨®mo crec¨ª viendo a mujeres vestidas con llamativos saris y luciendo aparatosas joyas mientras constru¨ªan carreteras y edificios, me interrumpi¨® una mujer muy indignada afirmando que mi comparaci¨®n era err¨®nea, y que a diferencia de las espa?olas, que representaban un logro feminista m¨¢s, las indias eran otra prueba de la explotaci¨®n de la mujer por parte de una sociedad patriarcal opresiva.
Pese a todo, la mujer seguir¨¢ empujando su carrito de beb¨¦, con la cabeza bien alta y el rostro sereno
Esa conversaci¨®n me vino a la memoria tras ver esta fotograf¨ªa de Joan Guerrero. Como he vivido en Barcelona y me he enfrentado a algunas de las reacciones de la gente que los no europeos sufren en las calles, no puedo por menos que admirar a esa mujer an¨®nima con la que me identifico. Para m¨ª, destila valor y decisi¨®n. Es una inmigrante que est¨¢ lejos de su hogar, de su idioma, de su cultura y de su gente. Cada incursi¨®n en las calles puede ser una tarea imponente en la que se ver¨¢ obligada a soportar la hostilidad o a la indiferencia cruel.
Cada d¨ªa se prende el hiyab como una armadura invisible contra los estereotipos que tendr¨¢ que afrontar. Algunas de estas ideas preconcebidas son bienintencionadas: puede que la traten con cari?o, e incluso con l¨¢stima, como la pobre musulmana que nunca podr¨¢ tener las libertades que se supone que son necesarias para alcanzar la felicidad. Otros intentar¨¢n convencerla de que debe liberarse de sus ataduras e integrarse, ?esa horrible palabra! Y lo peor de todo, tal vez haya alg¨²n que otro comentario grosero, incluso afirmaciones odiosas acerca de los extranjeros que deber¨ªan irse a su casa. Pese a todo, la mujer del hiyab seguir¨¢ empujando su carrito de beb¨¦, con la cabeza bien alta y el rostro sereno.
Cuando regrese a casa, dar¨¢ un suspiro de alivio. Sacar¨¢ los comestibles de las bolsas ?Y trabajar¨¢! S¨ª, har¨¢ ese trabajo invisible que las mujeres llevan siglos haciendo. Cocinar¨¢ y cuidar¨¢ al beb¨¦ del carrito.
Convertir¨¢ una peque?a habitaci¨®n en el barrio de inmigrantes de una ciudad extranjera en un peque?o y acogedor oasis de aromas, sonidos y colores de una patria que ha dejado muy atr¨¢s. Una vez que el ni?o est¨¦ dormido, esperar¨¢ a su marido, que volver¨¢ de otra dura jornada por la que le pagar¨¢n el salario m¨ªnimo (o menos), durante la cual le habr¨¢n llamado "marroqu¨ª" sin tener en cuenta su origen nacional, y cansado de las innumerables humillaciones que comporta el ser un inmigrante.
Quiz¨¢ tema que su marido airee su frustraci¨®n contenida con ella. O a lo mejor su marido vuelve a casa destrozado y tiene que acunarlo en sus brazos y cantarle una canci¨®n de su patria en el desierto, con la esperanza de que su comida, sus palabras, su piel, barran parte de la humillaci¨®n a la que se ve sometido.
Cuando por fin caiga la noche, y a pesar de las largas horas de duro trabajo para enviar dinero a los parientes que dejaron en su pa¨ªs, puede que no haya suficiente. Entonces es posible que la mujer se pase la noche en vela, concentrada en las labores de costura que acepta para a?adir unas perras al bote del hogar. O puede que ense?e las primeras letras de ¨¢rabe y las primeras ense?anzas del Cor¨¢n a los ni?os de su comunidad. Y educar¨¢ a sus hijos para que se sientan orgullosos de la tierra que ya no conocen a la vez que se adaptan a un pa¨ªs que se niega a aceptarles.
La vida es dura para los que tienen que dejar sus hogares y sus familias y ganarse la vida en tierras lejanas. Pero es a¨²n m¨¢s dura para las mujeres que siguen a sus hombres hasta esos destinos remotos. Quiz¨¢ sea hora de levantar otro monumento: a la mujer del hiyab cuyo valor, determinaci¨®n y sacrificio ni siquiera proclaman los que afirman preocuparse por ella.
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