Cefalot¨®rax de oro
Nunca fue tan ponderada como en estos tiempos la gamba roja. Aquella que llamamos de D¨¦nia, aunque su captura se produzca en la l¨ªnea del mar que une esta ciudad con Ibiza, por lo que no sabemos a ciencia cierta a qu¨¦ partido judicial adjudicarle la real paternidad.
En la antig¨¹edad la gamba no ten¨ªa trascendencia culinaria, se solapaba con otros dec¨¢podos de su especie y siempre quedaba peor parada que sus competidores, l¨¦ase el langostino o sus hermanos mayores, la langosta y bogavante, aunque quiz¨¢s fuese por la falta de concreci¨®n con que la situaron los bi¨®logos de la ¨¦poca, a la vez que la confusi¨®n a que llev¨® su amplia representaci¨®n en el mercado con individuos similares pero no iguales. La gamba blanca, la rosada, el carabinero, el langostino moruno, la quisquilla o aquel de ¨¦stos que llaman de espada, nos procuran harto placer, pero la diferencia de matiz, de tama?o y de color, las hace del todo diferentes.
"Sin duda, gamba roja de D¨¦nia solo hay una. Y se come cocida en su propio mar"
Y si se confunde en los nombres y se diferencia en la morfolog¨ªa deberemos hacer caso de esta y aplicar en cada caso las t¨¦cnicas requeridas para que la cocina que con ellas practicamos nos devuelva a la realidad.
La gamba que nosotros conocemos y nos ha procurado fama sin fin requiere, en principio, de los m¨¢s simples tratamientos para que su sabor se realce y nos proporcione toda suerte de bendiciones palatales: ora hervida en agua salada, ora pasada por la plancha a elevada temperatura, conserva sus jugos en el cefalot¨®rax y con ellos la bendici¨®n de todas las especies marinas que han sido deglutidas por la protagonista y en un milagro de la naturaleza transformadas en el dulce sabor que nos arrolla.
Pero no todas las gambas gozan de esas virtudes, por eso, aqu¨ª y all¨¢, se ha buscado resaltar el sabor -cuando no enmascararlo- con distintos procedimientos culinarios, sofisticados unos, burdos los otros, que permiten comerla con agrado. Nada diremos del famos¨ªsimo c¨®ctel que se elabora con esta primera materia sin m¨¢s que a?adirle a sus colas cocidas el engendro que forman la mayonesa y el ketchup m¨¢s alguna otra licencia que se permite el intr¨¦pido autor, y que puede llegar a ser, seg¨²n tenemos le¨ªdo, hasta unas empalagosas guindas rojas. El no va m¨¢s.
Otros, con a?os de civilizaci¨®n, como el restaurante La Bourride en Caen -seg¨²n reza el Larousse gastron¨®mico- las condimentan en una suerte similar a la de nuestro "al ajillo", y muestran su lugar de procedencia sustituyendo el aceite por la mantequilla y el ajo por la sidra, alargando la cara raci¨®n con los famosos barcos que solemos, y que en esta ocasi¨®n, haciendo buenas las costumbres normandas, consistir¨¢n en grandes rebanadas de pan anegado con los t¨ªpicos componentes que las ali?an.
Potaje de gambas con bacalao -m¨¢s un tanto de patatas, para que el guiso crezca y se engorde-, colas de gambas imperiales en tempura -como gustan de comerlas en Jap¨®n-, o los ya famosos carpaccios de gambas, que logran mantener el sabor del ahora car¨ªsimo producto cort¨¢ndolas, una vez congeladas, con fin¨ªsimo estilete, y otros cientos o miles m¨¢s de recetas rellenan los restaurantes de todas las cocinas del mundo.
Pero, sin duda, gamba roja de D¨¦nia, solo hay una. Y se come cocida en su propio mar.
LA INVITACI?N DE QUIQUE DACOSTA
Estamos tratando de un producto que debo conocer, ya que D¨¦nia y gamba parece que van indisolublemente unidos.
Me dijo un d¨ªa Rafael Garc¨ªa Santos: tu ser¨¢s un gran cocinero el d¨ªa que prepares una gamba mejor que la que est¨¢ solo cocida. Claro, parece un imposible.
Pero entonces lo que debemos hacer es reflexionar sobre c¨®mo cocinar la gamba, superar la ¨²nica posibilidad de comerla cocida en su agua de mar, y adem¨¢s no perder su sabor, el sentido que ella tiene en s¨ª misma.
Se me ocurre que podr¨ªamos hacer un carpaccio de gamba cruda, aunque en general no me gusta cortar as¨ª los mariscos porque pierden parte de la estructura de sus carnes. Lo preparar¨ªamos como es normal, chafando y congelando la carne de las colas para poderlas cortar finamente. Pero para servirlas las ali?ar¨ªa de otro modo del que es habitual: asar¨ªa a la plancha las cabezas, poco, y sacar¨ªa sus jugos a un plato, donde los mezclar¨ªa con zumo de lim¨®n y unas gotas de aceite, y esta mezcla la colocar¨ªa encima del carpaccio, para as¨ª comerlas en su totalidad, cabeza y cuerpo, al estilo local.
Quique Dacosta es chef del Restaurante El Poblet de D¨¦nia, que cuenta con dos estrellas Michel¨ªn
SUGERENCIAS
Restaurante El Poblet. Carrer Marinas, Km. 3. D¨¦nia. (Alicante).
96 578 41 79.
Restaurante El Farall¨®. Las Rotas. D¨¦nia (Alicante). 96 643 06 52.
Restaurante El Pegol¨ª. Calle F¨¦nix, 13. D¨¦nia (Alicante). 96 578 10 35.
Restaurante Pairal.
C/ Doctor Fleming, 24. Castell¨®n. 96 423 34 04.
Restaurante Casa Pachell. Partida Ermita, 28. La Vila Joiosa (Alicante). 96 589 00 03.
Restaurante El Canyar. Calle Segorbe, 5. Valencia. 96 341 80 82.
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