La ¨²nica estrella, Liza
S¨ª, estuve all¨ª. Y no s¨®lo no me arrepiento sino que siento algo de verg¨¹enza por mis temores previos, esos que tuve antes de ponerme a la tarea de conseguir entradas para ir a verla al patio del Conde Duque: "Liza Minnelli, ?todav¨ªa merecer¨¢ la pena?". As¨ª somos muchos espectadores, adoramos a la estrella y la abandonamos cuando est¨¢ en horas bajas. Ah¨ª estar¨¢ la raz¨®n por la que los artistas son tan complicados. Liza ha tenido horas bajas, muy bajas, que han estado a la vista del p¨²blico, pero anteanoche demostr¨® que se puede ser una gran artista a pesar de padecer una fragilidad f¨ªsica evidente. Para combatir el azote del tiempo, la falta de movilidad en una cadera o esa falta de aliento que a veces se hac¨ªa evidente en una voz que se ha vuelto m¨¢s grave de lo que fuera en su juventud, esa Liza de 61 a?os se vali¨® del arma m¨¢s poderosa que posee, su vulnerabilidad. Lo aprendi¨® de su madre. Era emocionante, a veces inquietante, c¨®mo su forma de expresarse, en esos peque?os mon¨®logos que precedieron a las canciones, se parec¨ªa a la de Judy Garland. Su voz es la misma que la de una Garland ya mayor grabada en un concierto en el Royal Albert Hall de Londres. Su madre, con la voz entrecortada, siempre al borde de la emoci¨®n, dec¨ªa: "Perdonen que me limpie el sudor. Yo no soy de esas mujeres que transpiran, yo sudo", y el p¨²blico romp¨ªa a aplaudir. La misma actitud de entrega ilimitada rein¨® durante todo el concierto de anteanoche. La hija, Liza, no ocult¨® sus jadeos ni el sudor que paliaba con una cinta en la frente, ni su necesidad de sentarse durante varios temas, pero lo hizo sin disimularlo, abiertamente, declar¨¢ndole al p¨²blico con una voz medio llorosa que ahora que casi todos sus seres queridos est¨¢n muertos "ustedes, el p¨²blico, son mi ¨²nica familia".
Lo coment¨® Almod¨®var y no puedo estar m¨¢s de acuerdo. Liza baila con mover s¨®lo una mano, como las gitanas viejas
Y nosotros, esa familia que pas¨® medio concierto puesta en pie, vibr¨® bajo el cielo de Madrid, en el escenario de un cuartel reconvertido. El p¨²blico estaba formado por ese sector gay tan de Liza, por actores y actrices espa?oles que seguramente so?aban secretamente con despertar esas pasiones, por amantes de los musicales, de las canciones de Broadway, por ese tipo de gente que llora cuando escucha New York, New York o que se lleva la mano al coraz¨®n sin complejos al o¨ªr aquello de que el amor est¨¢ aqu¨ª para quedarse.
Lo coment¨® Almodovar y no puedo estar m¨¢s de acuerdo. Liza baila con mover s¨®lo una mano, como las gitanas viejas, con el arte de quien se cri¨® escuchando a los mejores y viendo bailar a los mejores en los a?os dorados del cine musical. La noche fue todo un homenaje a sus maestros, que por esas cosas de la fortuna eran sus padres. "Mi padre era director de cine...", comenz¨® diciendo, y el p¨²blico se puso en pie queriendo que ella supiera cu¨¢nto amamos las pel¨ªculas del padre, las de la madre y las de la criatura. Fue una velada de intercambio de regalos entre el p¨²blico y la artista. Ella nos regal¨® su sentido del humor y su emoci¨®n a flor de piel, la maestr¨ªa con la que pasa de la comedia al drama dejando acongojado a quien la escucha. Acort¨® la distancia entre el escenario y las butacas y disfrutamos de esos ojos tremendos y raros de la chica de Cabaret muy cerca, como si nos miraran a cada uno individualmente. Nosotros le regalamos un entusiasmo que se respiraba. Saltos, bravos, aplausos.
Luego vino el c¨®ctel, el champ¨¢n y el jam¨®n. Tan s¨®lo a dos pasos estaba esa mujer m¨¢gica, con el cansancio tapado por un espeso maquillaje y atendiendo a admiradores que le ped¨ªan fotos y aut¨®grafos. Ah¨ª estaba en primera fila nuestra Concha Velasco que, sirvi¨¦ndose de Almod¨®var como int¨¦rprete, le pidi¨® una dedicatoria para un muchacho, que se llama Jos¨¦ y hace de Liza Minnelli en un pub. Fue c¨®mico. Si Liza tuviera que firmar aut¨®grafos a todos los travest¨ªs que se han caracterizado de ella, se quedar¨ªa sin mano.
Y todo esto suced¨ªa bajo un cielo sin estrellas. La ¨²nica estrella, Liza, sali¨® del cuartel ya vestida de calle, amable, peque?a, con cara de estar sola en el mundo.
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