Alexis Carrington Colby Dexter
Si se ha detenido ante este titular, debido a un calambre que recorre su cuerpo, es porque fue, como yo, uno de los millones de adolescentes v¨ªctimas de la serie Dinast¨ªa.
No me cansar¨¦ de defender este monumento cat¨®dico, una historia de ¨¦pica americana en torno al poder, al desparrame y, claro, al lujo. Estaba en 2? de BUP y La Iliada era lectura obligada. Pensaba: "?Qui¨¦n necesita leerse este tocho si puedo disfrutar de estos personajes tan americanos, y por ello tan universales, que construyen un fresco digno del mejor Homero? La reflexi¨®n se me antoja harto posmoderna. Y sigo pensando lo mismo. Con esto dejo clara la naturaleza petarda de mi generaci¨®n, crecida en una Espa?a ochentera proclive al exceso y al cachondeo.
De entre todos los seres superiores que poblaban ese nuevo Parnaso situado en Denver, Colorado, destaca Alexis Carrington Colby Dexter, Alexis para los amigos (me fascinan esas divorciadas anglosajonas que van ensalzando los apellidos de sus ex maridos, cual j¨ªbaro que enristra las cabezas de sus v¨ªctimas). Nunca olvidar¨¦ el cap¨ªtulo en el que hizo su aparici¨®n. Con impecable sastre blanco y pamela a juego, irrump¨ªa en el juicio del asesinato del novio de su hijo Steve, el gay... ??Se puede pedir m¨¢s?! Interpretada por la impagable Joan Collins, era perfecta para erigirse en ¨ªdolo del p¨²blico adolescente llamado a dominar el mundo en los a?os dos mil, o sea, nosotros. La encarnaci¨®n de una maldad retorcida, inteligente y voluptuosa que hab¨ªamos interiorizado gracias a las malvadas de Disney. Corregida y aumentada, saci¨® nuestro deseo de glamour y decadencia y nos introdujo en los ochenta. O al menos, en los ochenta que intu¨ªamos que DEB?AN DE SER. No hubo marcha atr¨¢s: fuimos seducidos por la misma maquinaria americana de sue?os que fascin¨® a nuestras abuelas y madres, pero puesta al d¨ªa y en formato televisi¨®n. Reagan no lo pudo hacer mejor, el virus esta vez fue inyectado por v¨ªa ocular. Alexis Carrington es para m¨ª, el ep¨ªtome de una era de descubrimiento, alegr¨ªa posmoderna y opulencia na?f. Algo tan desfasado no puede ser malo.
Jordi Labanda es ilustrador y dise?ador.
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