Pieles tornasoladas
Los salmonetes fet¨¦n, aquellos que debemos recordar, tienen los lomos y la panza surcados por franjas amarillas, como si de una bandera se tratase, en contraposici¨®n a sus hermanos de fango, que son tan anodinos por fuera como por dentro.
Podemos, cuando compremos, no fiarnos del color -siempre ef¨ªmero y cambiante, por el mucho tornasol que le brindan las escamas- por lo que deberemos tener en cuenta algunas observaciones formales para elegir lo deseado: la m¨¢s importante de ellas, mirar a la cara del sujeto; pero no de frente, sino de perfil, como si de un reo se tratase, para as¨ª poder escoger al de alargado rostro en vez de aquel que lo tiene m¨¢s abrupto, seguramente de hozar entre los fangos donde se alimenta.
Una vez tomada la decisi¨®n de comerlos, su carne es singular y magn¨ªfica
Sus carnes blancas est¨¢n surcadas por multitud de espinas, lo cual dificulta sobremanera su consumo, ya que -como dec¨ªa Josep Pla- los espa?oles somos poco aficionados al pescado por la dificultad de comerlo con limpieza. Y es preciso ser un experto en el arte cisoria para, de un solo tajo, librar a los cuerpos que se han de comer de tan molesta compa?¨ªa.
No obstante, una vez tomada la decisi¨®n -tanto de desespinarlos como de comerlos arrostrando las consecuencias- su carne es singular y magn¨ªfica. Lo sab¨ªan bien los pueblos antiguos del Mediterr¨¢neo, que los citan en todas las ocasiones que ha lugar a escribir sobre comidas, d¨¢ndoles sencillos tratamientos y moj¨¢ndolos con las habituales salsas.
Su fama y prestigio eran inmensos, y conocida es la historia que cuenta Suetonio relatando que tres de estos pescados -suponemos que hermosos- costaron en un mercado de la ¨¦poca treinta mil sextercios, cantidad que parece enorme aunque desconozcamos cual era la relaci¨®n del sextercio con el euro.
Como de otro famoso romano, Apicio, constan las recetas, a ellas nos referimos, y en su conocimiento asumimos que los romanos los asaban, ali?¨¢ndolos con pimienta, aligustre, ruda, el siemprevivo garum, miel, aceite y vinagre.
Aunque como gustaba cocerlos a los pudientes de la ¨¦poca era "a la vista", es decir, vivos y en una pecera, que se calentaba hasta hacerlos morir, produciendo gran satisfacci¨®n entre los invitados observar las sucesivas variaciones de color que sufr¨ªan los pescados a medida que la temperatura se elevaba.
El medieval Martino da Como los cuece, los asa o los fr¨ªe si son grandes, y a los peque?os aconseja cocinarlos como gusten -que ya es liberalidad- pero prescribe que su salsa ser¨¢ la verde, lo cual quiere decir que tendr¨¢ perejil, algunas hierbas m¨¢s, jengibre, acelgas, y vinagre.
Los grandes de la cocina burguesa los apreciaron con criterios m¨¢s actuales y la plancha o el papillote serv¨ªan para acompa?arlos de ex¨®ticas o nativas verduras y hortalizas.
Y en la actualidad volvemos a los or¨ªgenes. Los salmonetes se fr¨ªen o se asan, o se pasan por la plancha o las brasas, y se ali?an con nada de aceite y lim¨®n.
Aunque tienen otro condimento que los realza: una vez desprovistos de las escamas, su piel, que se antojaba burda se torna suave y quebradiza ante cualquier soplo de fuego que la encoja y la socarre, la haga crujiente a los ojos y los o¨ªdos, pero sobre todo nos ense?e, cuando la introduzcamos en la boca, cual es el verdadero sabor del salmonete.
LA INVITACI?N DE QUIQUE DACOSTA
Me maravillo ante los salmonetes de roca y no puedo soportar aquellos que llaman de fango, aunque quiz¨¢ la culpa la tiene la poca precisi¨®n que se tiene al limpiarlos, ya que en la operaci¨®n a veces se rompen las v¨ªsceras del animal y expanden su sabor a barro por todo el cuerpo.
Del de roca me gusta todo, pero en especial el h¨ªgado, que creo que es la parte que condensa m¨¢s el sabor que pretendo degustar. Claro que el h¨ªgado de los salmonetes mediterr¨¢neos es muy peque?o, y por tanto m¨¢s dif¨ªcil de trabajar; sin embargo, aquellos que provienen de aguas fr¨ªas, son autenticas maravillas.
Por eso yo propondr¨ªa coger unos salmonetes grandes y arreglarlos, reservando el h¨ªgado y limpiando las tripas hasta dejarlas impecables. ?stas las juntar¨ªa con la cabeza y la espina central, fritas, y con ellas har¨ªa un caldo, en el que introducir¨ªa como bocado s¨®lido la carne del pescado, a trocitos, una vez asados a la plancha.
El h¨ªgado lo marinar¨ªa con sal y az¨²car, y me lo comer¨ªa casi como postre.
Quique Dacosta es chef del Restaurante El Poblet de D¨¦nia, que cuenta con dos estrellas Michel¨ªn
SUGERENCIAS
Restaurante Casa Rafael. Calle Churruca, 28. Grau de Castell¨®n (Castell¨®n).
96 428 21 81.
Restaurante La Cambra. Calle Delf¨ªn, 2. Calp (Alicante).
96 583 06 05.
Restaurante La Sort. Avenida de Madrid, 1. Moraira (Alicante).
96 574 51 35.
Restaurante Riff.
Calle Conde de Altea, 18. Valencia.
96 333 53 53.
Restaurante Can Broch. Pla?a Drassanes, 4. D¨¦nia (Alicante).
96 642 17 84.
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