La isla de los tesoros
Esto empez¨® en noviembre de 1977, cuando Javier de Garcill¨¢n y unos amigos abrieron los cines Alphaville, los primeros que en Madrid cuidaron su programaci¨®n en versi¨®n original con amor de cin¨¦filo, ofreciendo "lo m¨¢s marginal del cine comercial y lo m¨¢s comercial del cine marginal", seg¨²n definici¨®n de ellos mismos. Publicaron por primera vez las ya famosas hojas de p¨²blico, seleccionaron con criterio la m¨²sica adecuada para ambientar a los espectadores antes de cada pel¨ªcula, suprimieron los spots publicitarios, idearon las butacas sin brazo separador para parejas bien avenidas, se negaron a vender palomitas y otros comistrajos, crearon el d¨ªa del espectador y las sesiones "golfas", y en la coquetona cafeter¨ªa que instalaron abajo se ofrec¨ªan pel¨ªculas, ruedas de prensa y motivos para el encuentro.
Alrededor de los Alphaville, hoy renovados cines Golem, se fueron abriendo nuevas salas, m¨¢s de 20 pantallas, y tambi¨¦n una librer¨ªa de cine, 8 1/2, que hab¨ªa comenzado su andadura precisamente en los bajos de los Alphaville, y que hoy, ampliada y con empaque, ofrece sus productos cin¨¦filos en la acera de enfrente. M¨¢s arriba, la oferta se completa con una tienda especializada en DVD de importaci¨®n. Estamos, pues, ante un mini barrio de pel¨ªcula, cita obligatoria para cualquier interesado en descubrir tesoros cinematogr¨¢ficos.
No son, por supuesto, las ¨²nicas salas madrile?as de calidad, pero en ning¨²n otro lugar se puede encontrar en tan pocos metros posibilidades tan amplias y diversas como en esa zona de Mart¨ªn de los Heros y alrededores. Javier de Garcill¨¢n, el pionero de esta isleta, ha muerto a los 62 a?os, v¨ªctima de un c¨¢ncer, y es de caj¨®n que rindamos homenaje a su generoso esfuerzo creativo, especialmente ahora que las pantallas cinematogr¨¢ficas est¨¢n proliferando en Espa?a como las setas: hay unas 4.300 actualmente, o lo que es lo mismo, la proporci¨®n por habitante m¨¢s alta de toda Europa.
Muchas de esas pantallas se han ubicado en centros comerciales, con frecuencia no suficientemente distantes los unos de los otros, y ofreciendo todos a la vez la misma programaci¨®n. Te hartas de anuncios, de palomitas ruidosas, de olor a ozopino, de la frecuente desidia a la hora de respetar los formatos y de las interrupciones en pel¨ªculas que son m¨¢s largas de lo habitual. Ocurre. No en todas las salas, claro est¨¢, pero ocurre. Curiosamente son estos los cines que andan de bronca, y que amenazan con llevarla a mayores cuando el Parlamento debata el pr¨®ximo mes la famosa ley del cine. Lo padeceremos. En la isleta madrile?a, en cambio, no hay broncas, s¨®lo cine cuidado y el reconocimiento agradecido de un grupo de incondicionales que esta semana han aplaudido en la memoria la gesti¨®n, ya legendaria, de Javier de Garcill¨¢n.
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