Nautilus comestible
Muchos nombres tiene nuestra protagonista: zapatilla, langosta real, gran cigarra de mar, cigala de fuerza; pero de todos, el que menos se identifica con su aspecto es el oficial -no el Scyllarides latus, que ser¨ªa demasiado- sino el vulgar, el gastron¨®mico: cigarra de mar, ya que ni en la forma -fuerte y paticorta- ni en el fondo -no se conoce haberla o¨ªdo ni cantar ni chirriar- se asemeja a su hermana de nombre, que puebla la tierra. A¨²n su prima, la langosta, presenta signos que pudieran asemejarla con la que asola los campos de medio mundo -por aquello de las largas y dentadas patas- pero nuestra cigarra es un tanque n¨¢utico recubierto de sales de calcio, un ser de aspecto primigenio que se convierte en acorazado a causa de haber transformado su segundo par de antenas en una suerte de placas que la protegen y le dan, debido a su forma y su color, un aspecto entre Nautilus y zapatilla, aunque todo su ser interior tiene -como tantas veces sucede- un fondo tan estimable que nos hace llorar de emoci¨®n cuando lo conocemos.
Dan tremendo juego asadas y acompa?adas de ligeras salsas, o bien hervidas o a la plancha
Y para conocerlo, comerlo. Aqu¨ª se empiezan a plantear las disyuntivas: hacerlo al cl¨¢sico modo, como acostumbran en los limitados sitios que habitan desde hace milenios, o reservarles un tratamiento acorde con los tiempos.
Como sucede con los de su especie, dan tremendo juego asadas y acompa?ados de ligeras salsas, o bien hervidas y a la plancha con la misma modalidad de acompa?amiento. En cuanto pretendemos sofisticar su comida pierden algunas de las propiedades de sabor que las han hecho famosas, aunque conservan -y esto es lo importante para los platos de que tratamos- la tersura y dureza de sus carnes y la capacidad de componer un gran bocado, quiz¨¢s mas burdo, pero infinitamente m¨¢s potente del que ofrece su hermano menor el santiagui?o. A t¨ªtulo de ejemplo, y sin poder desmarcarnos del vecino pa¨ªs, Francia, debido a la importancia que ha tenido en la cocina burguesa, se?alemos que el famoso novelista -y sin embargo, gastr¨®nomo- Alejandro Dumas, padre, en su tan ponderado como desconocido Grand Dictionnaire de Cuisine nos ilustra sobre como guisarlas: Se ata la cigarra fuertemente a alg¨²n elemento s¨®lido, el cual se une a un espet¨®n. Se pone sobre las brasas, someti¨¦ndolo a fuego vivo mientras se va rociando con una mezcla de champagne, mantequilla fundida, sal y pimienta. Observaremos que al cabo de poco tiempo el caparaz¨®n se va descomponiendo, dejando la carne a la vista. Se sigue regando con la mezcla de l¨ªquidos -que h¨¢bilmente deberemos ir recogiendo en un recipiente tras su paso por el cuerpo de la zapatilla- hasta que la corteza se desprende totalmente de la carne. En ese momento ya est¨¢ cocida. Solo es necesario desgrasar los restos del brebaje, mezclarlos con el zumo de una naranja amarga, y a?adir al conjunto una buena pulgarada de cuatro especias, que le dar¨¢n el toque definitivo que deseamos.
Los santiagui?os se llaman as¨ª porque en su dorso les surgen unas protuberancias que recuerdan la Cruz de Santiago, y tambi¨¦n, es de suponer, porque su captura se produce con mucha frecuencia en el ¨¢rea marina gallega, que es bien conocido est¨¢ bajo la advocaci¨®n del santo del mismo nombre. Visto lo visto, las l¨ªneas en forma de ¨¢rbol que se producen en nuestra cigarra, tambi¨¦n en el lomo, no saben de santos protectores, por lo que hoy todo el milagro consiste en que encontremos un ejemplar que llevarnos a la boca.
Quique Dacosta es chef del Restaurante El Poblet de D¨¦nia, que cuenta con dos estrellas Michel¨ªn
LA INVITACI?N DE QUIQUE DACOSTA
Me parece el producto perfecto para asarlo envuelto en una costra de sal. Suavemente, que su carne rosa no se vea en exceso afectada por el calor; dir¨ªa que se trata de comerla m¨¢s templada que asada, para que los pocos jugos que contiene -su carne es recia y solvente de sabor- no se pierdan en el camino y queden reducidos a carb¨®n.
Adem¨¢s no debemos olvidar que los corales que contiene en gran cantidad su cabeza son un bocado exquisito si los tratamos con delicadeza, si logramos que no se coagulen por exceso de calor, lo cual es habitual si tenemos en cuenta que est¨¢ compuestos en su pr¨¢ctica totalidad por prote¨ªnas y por tanto exentos de grasas.
Lo que parece importante es a?adirle alg¨²n producto que la eleve, y este podr¨ªa ser una mayonesa, pero como de comerla caliente se trata, deber¨ªamos armonizar las temperaturas y, por tanto, deberemos hacer que la mayonesa se transforme en una suerte de holandesa -aceite y huevo- que lograremos no se destruya si la hacemos desde el principio en presencia del calor, a?adiendo como sutil perfume algunas ralladuras de lima o de lim¨®n.
SUGERENCIAS
Restaurante Tasca del Puerto. Avda. del Puerto, 13. El Grao de Castell¨®n (Castell¨®n). 96 428 44 81.
Restaurante El Farall¨®. Las Rotas. D¨¦nia (Alicante). 96 643 06 52.
Restaurante Ca Sento. Calle M¨¦ndez N¨²?ez, 17. Valencia. 96 330 17 75.
Restaurante La Sirena. Avda. Madrid, 14. Petrer (Alicante). 96 537 17 18.
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