Intriga en la verbena
La semana pasada es la que m¨¢s verbenas concentra durante el a?o en toda Espa?a. Madrid ha permanecido siete d¨ªas en estado de baile y procesi¨®n. Eso es magn¨ªfico para la mayor¨ªa, pero no para quienes viven y pernoctan al lado de los festejos: o te sumas al jolgorio o te esfumas, de lo contrario est¨¢s expuesto a ataques feroces de ansiedad y misantrop¨ªa. Hace a?os, los curas dec¨ªan a la juventud que en las verbenas sal¨ªan muchos muertos de sus tumbas, se camuflaban entre el gent¨ªo y danzaban. Incluso el mism¨ªsimo demonio se marcaba pasodobles disfrazado de gal¨¢n para embaucar a los incautos. Esas tradiciones se meten en el alma y te acompa?an toda la vida sin casi darte cuenta. Las verbenas son terreno abonado para licencias libidinosas y desatinos que rondan lo misterioso.
Existen leyendas orales en pueblos de Guadarrama y Somosierra que provocan inquietud en los ciudadanos. Un mancebo forastero se enrolla en el baile con una moza de 22 a?os. Al acabar la verbena, el joven acompa?a hasta su casa a la chica, que vive con sus padres. Un pacato beso, una mirada ansiosa, un tierno adi¨®s que es hasta luego. Horas m¨¢s tarde, el mozo se percata de que tiene en su brazo la rebeca de la chica. Al d¨ªa siguiente, loco de amor, acude a devolver la prenda a la muchacha. La madre de la susodicha le escucha y gime: "Joven, a mi hija la enterramos hace cuatro d¨ªas, pero ¨¦sta es la rebeca con que fue amortajada". El mancebo se percat¨® de que hab¨ªa estado la noche de palique con una muerta. Los familiares de la difunta la desenterraron y constataron que el cad¨¢ver de la desventurada estaba sin rebeca, pero que nadie hab¨ªa violado su f¨¦retro.
Imbuido por estos presagios, el jueves acud¨ª con unos amigos a la verbena de la Paloma. Enseguida me percat¨¦ de que Isabel la Cat¨®lica bailaba una cumbia sensual con el conde-duque de Olivares, y que me hac¨ªan gui?os. Escap¨¦ como alma que lleva el diablo.
Las verbenas hacen da?o, dan pena y se acaba por pagar. Adem¨¢s, est¨¢n llenas de muertos. De todo lo cual se colige que, si usted vive en lugares cercanos a escenarios de fiestas, le conviene lanzar libelos y octavillas por doquier advirtiendo a los noct¨¢mbulos que la jarana verbenera est¨¢ infiltrada por seres de otro mundo. Pero tambi¨¦n tiene su morbo toparte con cad¨¢veres de madrugada.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.