Audrey Hepburn vuelve a su casa romana
El inmueble donde se rod¨® 'Vacaciones en Roma', ahora en obras, se convertir¨¢ en una atracci¨®n tur¨ªstica. Los cin¨¦filos pueden seguir el recorrido de la pel¨ªcula por la Ciudad Eterna
Audrey Hepburn y Gregory Peck van a recuperar pronto su casa en Roma. El inmueble en el que se rod¨® la m¨ªtica pel¨ªcula Vacaciones en Roma se estaba cayendo a pedazos y las autoridades municipales han decidido salvarla del derrumbe. Gracias a la vena verista del director William Wyler, toda la pel¨ªcula se rod¨® en escenarios reales, incluyendo la casa, sita en la Via Margutta, 51, pr¨®xima a la Plaza de Espa?a. "En realidad, aqu¨ª se rodaron los exteriores, las escenas del patio, porque los interiores se hicieron un poco m¨¢s all¨¢, en el 33". Habla Fabrizio, el portero de la finca, mucho m¨¢s joven que Giovanni, el conserje de la pel¨ªcula.
Ni los andamios, ni las desconchadas paredes o los cables colgando entre la vegetaci¨®n le restan un ¨¢pice de encanto al complejo, que alberga ochenta apartamentos unidos por laber¨ªnticas escaleras e intrincados paseos, salpicados de geranios, pilastras, buganvillas y adelfas. Las obras estar¨¢n finalizadas para finales de a?o y hay un proyecto en marcha para convertir la finca privada en una atracci¨®n tur¨ªstica, placa incluida, aunque cuenta con la oposici¨®n de parte del vecindario, entre los que se cuentan artistas, abogados y famosos, como un pariente del actor Marcello Mastroianni harto de que los curiosos toquen el timbre de su puerta.
Vacaciones en Roma se estren¨® en 1953 y, desde entonces, figura como una de las mejores pel¨ªculas rom¨¢nticas de la historia. Su argumento: la princesa Ann (Audrey Hepburn) de visita por Europa, decide saltarse el protocolo y disfrutar de inc¨®gnito unas cuantas horas libres en Roma. En su camino se topa con el periodista Joe Bradley (Gregory Peck), al que se le ofrece la oportunidad de sacar la exclusiva de su vida.
Los devotos de la pel¨ªcula tienen la oportunidad de revivir las 24 horas exactas que dura el romance. El comienzo obligado es V¨ªa Margutta, 51. Busque la preciosa fuente donde cuentan que la artista gustaba descansar entre escena y escena. "Vienen muchas parejas japonesas preguntando. Se hacen fotos, algunos van vestidos de novios", dice Lavinia, la encargada de la galer¨ªa de arte a la que da cobijo el gran patio central.
Una vez que salga del portal no encontrar¨¢ el animado mercadillo popular del que se maravilla la princesa. En realidad, los puestos que aparecen en la pel¨ªcula pertenecen a los alrededores de la fontana de Trevi. Si volviera la princesa, ya no se comprar¨ªa un par de c¨®modas sandalias sino un bolso de piel falso en los escaparates improvisados que tienden sobre la acera los vendedores africanos.
La belleza demoledora de la fuente sigue intacta, pero dos parejas de polic¨ªas vigilan que nadie se ba?e en sus aguas y menos a¨²n, como ocurre en la pel¨ªcula, que trepen por las cabezas p¨¦treas de los caballos marinos. A la Hepburn no le impresiono mucho la Fontana porque prefiri¨® buscar una peluquer¨ªa para cortarse la melena. No se esfuercen en buscarla, ni el artista callejero que hace de Estatua de la Libertad tiene constancia de que haya existido.
Y vuelta a la Plaza de Espa?a. "Me gustar¨ªa hacer peque?as cosas como sentarme en la terraza de un caf¨¦, mirar escaparates y ver como vive la gente", le dice una enso?adora Hepburn a Peck, sentados los dos en la escalinata de Trinit¨¤ dei Monti. Para repetir la escena, ser¨ªa preciso saborear un helado como la princesa, pero no arroje el cucurucho de galleta al suelo como ella.
La siguiente etapa es el Pante¨®n. En la pel¨ªcula, Peck queda en el caf¨¦ Rocca junto al monumento con un amigo paparazzo para sacar unas fotos robadas a la princesa. El caf¨¦ no existe, pero hay otros. Si¨¦ntese en la terraza de uno de ellos y recuerde que la princesa toma una copa de champ¨¢n y su acompa?ante un caf¨¦ fr¨ªo.
Tras el refrigerio, alquile una Vespa y recorra fugazmente el Coliseo y el foro hasta la plaza Venecia. En este punto, emular la pel¨ªcula puede derivar en un altercado de tr¨¢fico. La avenida de Vittorio Emanuele II tienen ahora el triple de tr¨¢fico, as¨ª que el recorrido que hace la princesa en la moto hasta el Ara Sacra del Lago Argentina, derribando los caballetes de los artistas que pintan en la explanada de la iglesia del Ges¨´ les puede costar el calabozo.
La princesa Ann y su periodista se libran de ¨¦l. Cuando les sueltan, est¨¢n justo al lado de la Plaza de la Bocca de la Verit¨¤, el famoso disco de piedra en forma de rostro que, seg¨²n dice la leyenda, muerde la mano a los mentirosos. Aunque el gui¨®n original, firmado por Dalton Trumbo, no lo dec¨ªa, Peck improvis¨® una broma: meti¨® el brazo en la boca y cuando lo sac¨® no ten¨ªa mano; la hab¨ªa escondido en la manga de su chaqueta. La ocurrencia encant¨® a Wyler que incorpor¨® la escena a la pel¨ªcula. Ellos estaban solos. Pero si quiere repetir la secuencia, deber¨¢ esperar hasta media hora, dada la larga cola de turistas que esperan a las puertas de la Iglesia de Santa Maria in Cosmedi para fotografiarse.
Ya es de noche. Retome el hilo del filme acudiendo al puente de Sant'Angelo, en la orilla opuesta al castillo. Baje por las escaleras a los muelles. Como en la pel¨ªcula, hay terrazas donde tomar una copa y escuchar m¨²sica. Y aunque ninguna orquesta toca el cha cha cha que baila Hepburn, se puede seguir contemplando la imponente vista de la tarta iluminada del que fuera mausoleo del emperador Adriano. En la cinta, tras una pelea, Hepburn y Peck se escapan tir¨¢ndose al T¨ªber. Al salir de las aguas, est¨¢n ateridos de fr¨ªo. Se abrazan y se dan su primer beso. No es muy aconsejable seguir al pie de la letra el gui¨®n porque las turbias aguas del T¨ªber no ofrecen muchas garant¨ªas de salubridad.
Lleg¨® el final. S¨®lo queda decir como Audrey Hepburn: "La ciudad que no olvidar¨¦ nunca es Roma, sobre todo, Roma".
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