Martha Argerich, una leyenda viva del piano
San Sebasti¨¢n se rinde a su interpretaci¨®n de Beethoven, Schumann y Scarlatti
No se prodiga la pianista argentina Martha Argerich. Su reticencia a los escenarios, salvo en condiciones muy particulares, y la tendencia a cancelar actuaciones anunciadas han creado alrededor de ella un aura de leyenda sustentada, claro est¨¢, en su condici¨®n de artista genial. En San Sebasti¨¢n anteayer caus¨® una conmoci¨®n con una interpretaci¨®n memorable del Concierto n¨²mero 1 para piano y orquesta, en do mayor, opus 15, de Beethoven, en la que el dolor y la ternura, la luminosidad y el sosiego se conjugaban en un ejercicio de lucidez deslumbrante que motivaba a la inteligencia y la sensibilidad a partes iguales. Es un t¨®pico decirlo, pero Beethoven sonaba como nuevo, con un sentido de modernidad absoluto. Tirando de memoria, ¨²nicamente recuerdo a un nivel art¨ªstico comparable, en los conciertos para piano de Beethoven de la ¨²ltima d¨¦cada, la lectura de Pollini con Abbado en Lucerna del Cuarto y, en todo caso, la de Brendel con Rattle en Salzburgo del Tercero. El p¨²blico se encendi¨® y la pianista correspondi¨® en solitario a las aclamaciones con dos propinas, una detr¨¢s de otra, sin pausa, evitando tener que volver a saludar entre una y otra, con una sensaci¨®n de alergia esc¨¦nica m¨¢s que curiosa. Y si con la primera de las piezas de las Escenas infantiles, de Schumann, suscit¨® un escalofr¨ªo por su sentimiento nost¨¢lgico y su hondura bien entendida, con la Sonata en re menor, de Domenico Scarlatti, apabull¨® con un virtuosismo que en ning¨²n momento se opon¨ªa a la musicalidad. Inolvidable.
La Orquesta Nacional de Rusia, dirigida por el suizo Charles Dutoit, ex marido de Martha Argerich, acompa?¨® con pulcritud en Beethoven, para realizar despu¨¦s una lectura soberbia de la Cuarta, de Chaikovski, plet¨®rica de contrastes, equilibrada en todas las secciones y con una sensaci¨®n de fuerza -o vitalismo- a la altura de su pathos rom¨¢ntico tard¨ªo. Como aperitivo, orquesta y director hab¨ªan calentado motores con una versi¨®n extravertida e impactante de la obertura de Russlan y Ludmilla, de Glinka
Martha Argerich viaj¨® ayer al Festival Internacional de Santander para volcarse, de nuevo, con el concierto beethoveniano. A buen seguro que las dos actuaciones de San Sebasti¨¢n y Santander quedar¨¢n durante mucho tiempo en el recuerdo de los aficionados que no quisieron perderse el acontecimiento.
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