Grace Paley, escritora y activista
Fue finalista en el National Book Award y en el Pulitzer
Una gu¨ªa de escritores elaborada en el a?o 2000 por la revista digital Salon.com lo dice con las palabras justas y segura de que nadie podr¨¢ rebatir semejante afirmaci¨®n: "Raramente se encuentran lectores a los que les gusta Grace Paley; porque a Grace Paley se la ama". Y punto.
Hija de ruso-ucranianos socialistas exiliados por orden del zar en 1906 y nacida en el neoyorquino barrio del Bronx en 1922 como Grace Goodside (deformaci¨®n anglo de Gutseit), Paley firm¨® siempre con el apellido de su primer y ef¨ªmero marido apenas tres libros de relatos, breves en p¨¢ginas pero inmensos en logros, que fueron m¨¢s que suficientes para convertirla en una admirada Gran Dama de las letras de su pa¨ªs: Batallas de amor (1959), Enormes cambios en el ¨²ltimo minuto (1974), M¨¢s tarde el mismo d¨ªa (1985) todos reunidos en 1994 en Cuentos completos (Anagrama), que resultar¨ªa finalista tanto del National Book Award como del Pulitzer. Un joven Philip Roth fue quien, exultante, rese?¨® su primera obra en las p¨¢ginas de The New Yorker. Pronto Susan Sontag, Donald Barthelme, Angela Carter y -m¨¢s cerca, m¨¢s j¨®venes- Lorrie Moore y A. M. Homes se unieron y seguir¨¢n uni¨¦ndose al festejo.
Paley gustaba de definir lo suyo, con modestia, como "historias sobre gente normal" y se la puede ubicar sin demasiados problemas dentro de la tradici¨®n inmigrante-judeo-americana junto a Henry Roth, Isaac Bashevis Singer, Bernard Malamud y Saul Bellow. Lo que no impide distinguir, sin esfuerzo, sus rasgos m¨¢s que particulares. Una ¨¢cida mirada femenina dentro de un territorio hasta entonces reservado a los hombres y una incansable necesidad de renegar de ciertas tradiciones ancestrales sumada a una pasi¨®n por oponerse a poderosos y opresores. Esto la llev¨® -ya desde la d¨¦cada de los cincuenta del pasado siglo, a prop¨®sito de la proliferaci¨®n de armas at¨®micas- a convertirse en una respetada activista y "feminista a la que le gustan los hombres", que alcanz¨® gran renombre durante las marchas contra la guerra de Vietnam. El t¨ªtulo de uno de sus ensayos lo dice todo de su car¨¢cter: 365 razones para que no haya otra guerra. Paley -que gustaba presentarse como "pacifista combativa" o "anarquista cooperadora"- fue arrestada en 1978 por desplegar un estandarte antinuclear ante la Casa Blanca y sigui¨® protestando hasta el ¨²ltimo d¨ªa contra la invasi¨®n de Irak.
Tal vez tanto movimiento atent¨® contra la quietud de la escritura de una muy esperada novela por parte de sus editores. "El arte es muy largo y la vida es muy corta", se excus¨® Paley, quien reconoc¨ªa ser "poco disciplinada" y alguien que supo "desarrollar h¨¢bitos de trabajo, pero todos malos". Aun as¨ª, lo cierto es que sus ficciones cortas pueden leerse y apreciarse como una suerte de amplia y luminosa saga desarticulada, con personajes que desaparecen y reaparecen (la madre divorciada y de izquierdas Faith Darwin, en varios de sus cuentos, puede ser entendida como un transparente ¨¢lter ego suyo aunque Paley prefer¨ªa llamarla "una amiga muy cercana", prosa precisa que anticipa modales posmodernos y finales donde nada parece acabar del todo. Uno de sus relatos m¨¢s c¨¦lebres Una conversaci¨®n con mi padre, en Enormes cambios... funciona como credo est¨¦tico a la vez que declaraci¨®n de principios. All¨ª, un padre enfermo se queja de la vaguedad de los finales de su hija escritora y le pide, casi como ¨²ltima voluntad, "una historia sencilla, como las que escrib¨ªa Maupassant o Ch¨¦jov, como las que sol¨ªas escribir t¨²". La hija lo intenta, quiere complacerlo; pero ya no se le ocurren ese tipo de tramas porque ahora "desprecia esa l¨ªnea absoluta entre dos puntos y porque todos, reales o inventados, se merecen el destino abierto de la vida". As¨ª, el padre pierde y nosotros ganamos.
En lo que a Paley se refiere, ella consideraba que "la ¨²nica obligaci¨®n de un escritor pasa por dejar en este mundo un poco m¨¢s de justicia de la que encontr¨® al llegar". Misi¨®n cumplida y -a su padre le habr¨ªa complacido- final cerrado. Y tambi¨¦n, de alg¨²n modo, a pesar de la tristeza del adi¨®s, final feliz.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.