"No somos bichos raros"
Los cient¨ªficos Miguel Delibes y Enrique Isla conversan sobre el estado del planeta
El plan era descansar. Dos semanas en Galicia sin m¨¢s trabajo que echar la ca?a al Atl¨¢ntico. Pero el primer d¨ªa se le fueron los ojos a las rocas. Y se acab¨® la calma. "Vi unas cacas raras. Eran de visones americanos, una especie introducida que se ha escapado de las granjas y ha colonizado la costa. De all¨ª sali¨® un art¨ªculo sobre los visones que comen peces intramareales y c¨®mo eso ha cambiado el ecosistema local. Estuve los 15 d¨ªas apasionado con las cacas". A Miguel Delibes de Castro le "cuesta desconectar". Sal¨ªa de vacaciones a peinar Islandia en bici. Pero antes viaj¨® desde Sevilla para charlar con Enrique Isla, que llegaba desde Barcelona, en el Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas en Madrid. No se conoc¨ªan, pero la qu¨ªmica es inmediata.
"Est¨¢s en la mejor edad", piropea el senior al junior. "De los 35 a los 45 es cuando un investigador produce m¨¢s. Tu trabajo te absorbe, se te ocurren cosas en el coche, en la ducha, en la cama. Como mi padre, que cuando escrib¨ªa una novela estaba secuestrado por la historia. Ahora veo cosas que no ven los j¨®venes, pero ya no tengo ni capacidad ni energ¨ªa para desarrollarlas. Puedo aportar experiencia, conocimientos viejos a estos chicos que saben m¨¢s que yo, y algo de tiempo a la divulgaci¨®n. Antes estaba mal visto, pero ahora que la ciencia no est¨¢ subvencionada, hay que estar en el mercado. Los de prensa del Consejo me han conminado a venir", bromea Delibes.
Isla asiente. La creciente presencia de los cient¨ªficos en los medios de comunicaci¨®n -desde la concesi¨®n del Pr¨ªncipe de Asturias a Nature y Science a la designaci¨®n del investigador Bernat Soria como ministro de Sanidad- no le pilla de nuevas. El pasado marzo, el informe de su expedici¨®n a la Ant¨¢rtida salt¨® a peri¨®dicos y telediarios. "La sociedad nos paga y es justo que tenga acceso al conocimiento que generamos. Pero es cierto, Miguel, estoy ensimismado. Busco un lugar en mi campo e intento sacar el jugo a ese pedacito. Es un oscuro cosquilleo interior que dice aqu¨ª pasa algo, y quiero saber qu¨¦ es".
"Esa emoci¨®n es b¨¢sica", repone Delibes. "El cient¨ªfico no es un fil¨¢ntropo, ni un mago. Nadie se mete en esto para ganar dinero ni salvar a la humanidad. Pero si dices que el objetivo de la ciencia no es ser ¨²til a la sociedad, sino entender el mundo, eso vende mal. T¨² ahora tienes algo que contar, pero a mi me preguntan cada seis meses qu¨¦ he descubierto. Les digo que nada y me queda una sensaci¨®n de perder el tiempo. Como si t¨² hubieras levantado un mont¨®n de hielo ant¨¢rtico y resulta que el fondo estaba lleno de ascidias". "Tambi¨¦n hay quien ve al cient¨ªfico en un pedestal, con todo el conocimiento en la cabeza, y para nada", admite Isla. "Tenemos el mismo vac¨ªo de informaci¨®n que cualquiera, pero, en vez de dise?ar vestidos o casas, intentamos llenar ese hueco con otro tipo de conocimiento. Lo que sucede es que ahora la ciencia interesa, quiz¨¢ porque la gente ve que el entorno afecta a su vida, y quiz¨¢ tambi¨¦n por pura moda".
?Moda en la ciencia? ?Tendencias en la investigaci¨®n? "Absolutamente", certifica Delibes. "Hoy es el calentamiento global, como antes fueron las vacas locas o la gripe del pollo. ?Alguien recuerda El Ni?o?", reta el autor de libros como La tierra herida cuyos t¨ªtulos dejan poco lugar al optimismo. Al rev¨¦s de la aventura polar de Isla, que constata la r¨¢pida regeneraci¨®n de un territorio sepultado varios siglos bajo el hielo. El mexicano se revuelve: "Ni optimista ni pesimista. Depende de qui¨¦n mire. La Tierra cambia siempre. Se puede decir que se autodestruy¨® en la extinci¨®n de los dinosaurios, y no hab¨ªa humanos tirando CO2. Hab¨ªa volcanes que hicieron pum y acabaron con el 70% de las especies".
"Somos muy presumidos", se inculpa Delibes. "No vamos a acabar con la vida en el planeta, no somos tan fuertes. ?l se adaptar¨¢ a los cambios. La cuesti¨®n es si queremos que siga habiendo determinados animales, plantas o territorios. Todo nos lo regala la naturaleza y, si la cambiamos mucho, puede que esto funcione de otra forma. Ya pasa. No s¨®lo es que nos cueste m¨¢s lo que queremos, sino que los desesperados que no lo tienen vienen donde lo hay pese a todas las barreras. Los conflictos ambientales se traducen en conflictos sociales. Pero los que sufren los atascos en Sevilla no son muy conscientes del carbono que echan a la atm¨®sfera y de que probablemente sus hijos vivir¨¢n peor, y sus nietos peor que sus hijos. S¨®lo ven que llegan tarde. Ese ir m¨¢s all¨¢, ser m¨¢s racionales y menos emocionales, es lo que nos falta transmitir".
"Ah¨ª Gore se ha apuntado un tanto", replica Isla, "un pol¨ªtico que encuentra un fil¨®n y se pone la bandera de concienciador". "Pero ha sido m¨¢s eficaz que nosotros, que llevamos a?os diciendo lo mismo, de forma menos sexy, y no lo logramos", admite Delibes.
Fin de la cumbre. Delibes sale pitando a Reikiavik. Isla aconseja:
-Ponte unas anteojeras para no ver cacas raras en Islandia.
-Algo habr¨¢, eso te hace seguir.
Miguel Delibes de Castro
Nacido en Valladolid en 1947, Delibes de Castro es el bi¨®logo m¨¢s c¨¦lebre del pa¨ªs. Reputado investigador y divulgador, salt¨® a la popularidad como director de la Estaci¨®n Biol¨®gica de Do?ana (1988-1996), donde alert¨® sobre el peligro de desaparici¨®n de especies como el lince ib¨¦rico. Abanderado de la biodiversidad y experto en fauna ib¨¦rica, Delibes combina su labor como profesor de investigaci¨®n del CSIC en Sevilla con la presidencia de organizaciones como la Sociedad Espa?ola para la Conservaci¨®n y Estudio de Mam¨ªferos.
Enrique Isla
Uno de los investigadores m¨¢s prometedores del CSIC naci¨® en Ciudad de M¨¦xico en 1969. Licenciado en Oceanolog¨ªa, Isla particip¨® en la expedici¨®n que explor¨® el pasado invierno parte de los 5.000 kil¨®metros de fondo marino que dej¨® libres el colapso en 2002 de dos masas de hielo en la pen¨ªnsula Ant¨¢rtica. Los resultados del programa CLIMANT, que estudia los efectos del calentamiento global en la Ant¨¢rtida, constatan una r¨¢pida colonizaci¨®n de nuevas y viejas especies en un espacio sepultado bajo el hielo al menos el ¨²ltimo milenio.
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