"Con China e Ikea, los talleres peque?os de sof¨¢s lo tienen dif¨ªcil"
Empez¨® a trabajar como tapicera casi por casualidad, porque prefer¨ªa no seguir estudiando
Coser, cortar y montar sof¨¢s. Es el trabajo de Antonia L¨®pez, que est¨¢ a punto de cumplir 47 a?os. Desde los 13 trabaja en un taller de tapicer¨ªa, que actualmente se encuentra en la carretera Reial de Sant Just Desvern. Despu¨¦s de permanecer mucho tiempo bajo las ¨®rdenes del patr¨®n, ella y sus compa?eros de trabajo crearon una cooperativa para evitar quedarse en el paro cuando el propietario quiso cerrar el negocio.
La menor de cuatro hijos fue la ¨²nica que tuvo la posibilidad de seguir estudiando. Pero cuando su padre le pregunt¨®: ?qu¨¦ quieres, trabajar o estudiar?, ella explica que le respondi¨®, sin dudarlo ni un segundo, que prefer¨ªa lo primero. Inmediatamente le buscaron un empleo. Fue f¨¢cil encontrarlo. El que fuera en un taller de tapicer¨ªa fue m¨¢s bien por azar. Su madre se par¨® frente a un peque?o taller, entr¨® y pregunt¨® a los responsables si necesitaban alguna aprendiz. Desde entonces, Antonia se dedica a hacer sof¨¢s.
El establecimiento resulta reducido porque buena parte del espacio est¨¢ ocupado por telas y piezas de sof¨¢s. No hay aire acondicionado y el sol de tarde resulta abrasador. Debido a la poca ventilaci¨®n, en seguida la ropa se engancha al cuerpo. Antonia va lo m¨¢s fresca posible, con un c¨®modo y sencillo vestido de una sola pieza. Pese a sus suspiros por el intenso calor, la m¨²sica de la radio ayuda a hacerle m¨¢s llevaderas las horas. En s¨®lo dos asegura que puede tener listo un sof¨¢ entero. En el local hay seis personas. Con ayuda de plantillas, Antonia corta la tela. Luego la cose siguiendo el modelo. Al fondo del establecimiento, varios hombres montan los sof¨¢s. Todo sigue un orden y un ritmo, que a base de a?os de experiencia se ha convertido en inalterable y eficiente. "Trabajando en el taller nunca he cogido una depresi¨®n, como a muchos les sucede ahora, y a todas las edades...", comenta, mientras cose la tela que luego recubrir¨¢ una de las butacas que se amontonan a un lado.
Antonia recuerda que antes siempre se empezaba a trabajar como aprendiz. Era la manera de iniciarse. "Un d¨ªa empiezas a coser, otro te dejan cortar y al final coges el tel¨¦fono; haces lo que sea. En cambio, parece que ahora se necesita un master para todo", dice riendo. En sus inicios hac¨ªa 10 horas de lunes a viernes y otras cinco los s¨¢bados. A¨²n recuerda con ilusi¨®n el momento de recibir su primer sueldo, de 6.000 pesetas. Ahora hay demasiada competencia. "Traen los sof¨¢s de China a mitad de precio. Y en Ikea los puedes comprar por 200 euros. Son telas malas". El resultado es que los talleres peque?os como el de Antonia L¨®pez "lo tienen dif¨ªcil", sentencia. El suyo sobrevive porque algunas tiendas, entre las que no figuran las grandes cadenas, siguen fieles a la cooperativa.
"Cuando montamos la cooperativa continuamos trabajando las 10 horas diarias para sacar adelante la empresa", se?ala Antonia. Con el fin de mejorar su calidad de vida, hace poco decidieron rebajar la jornada a un m¨¢ximo de nueve horas. La tapicera protesta : "Aun siendo una cooperativa, no te dan ni perdonan nada. Tenemos que pagar muchos impuestos. Y el mercado de fuera lo fastidia todo, porque los precios bajan", explica. Mucho trabajo para un sueldo que considera bastante justo. Pero le es suficiente, ya que no tiene hijos.
Tras 30 a?os como tapicera, ahora centra su ilusi¨®n en otro proyecto: montar una cafeter¨ªa. Se le iluminan los ojos cuando describe c¨®mo quiere que sea su futuro negocio, que desea instalar en Sant Feliu de Llobregat, cerca de su casa: "Ser¨¢ una cafeter¨ªa chiquitita y coqueta. ?No tardar¨¦ en hacerlo!".
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