El temor a las finanzas
El temor a las finanzas est¨¢ en marcha. La desconfianza hacia personas muy bien remuneradas que trabajan detr¨¢s de una pantalla de ordenador haciendo algo que no parece productivo est¨¢ por todas partes. La opini¨®n generalizada indica que esto es injusto. Como dijo Franklin D. Roosevelt, debemos bajar a los "cambistas de dinero" de los "elevados esca?os que ocupan en el templo de nuestra civilizaci¨®n". Por supuesto, en las finanzas mundiales presentes hay mucho que temer. Su escala es abrumadora. El McKinsey Global Institute calcula que los activos financieros mundiales hoy son m¨¢s de tres veces superiores al PIB mundial, una proporci¨®n que triplica a la de 1980 (frente a s¨®lo dos tercios del PIB mundial despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial).
Regulemos los mercados para que los legos que invierten no salgan esquilmados. Pero no cometamos el error de temer demasiado a las finanzas
Pero en nuestro sistema financiero actual se crean cosas importantes. Pongamos por caso los tres billones de euros en fusiones y adquisiciones que se han producido este a?o, a medida que las empresas compran o escinden filiales o secciones con la esperanza de obtener sinergias, capacidad de mercado o una mejor gesti¨®n. Los propietarios que venden estos activos obtienen unos 600.000 millones de euros en relaci¨®n con el valor de sus activos antes de la fusi¨®n. Los accionistas de las empresas perder¨¢n unos 225.000 millones de euros de valor de mercado cuando los inversores interpreten la adquisici¨®n como una se?al de que los gestores son entusiastas y descontrolados constructores de imperios y no fideicomisarios de mirada despiadada que maximizan la rentabilidad para los inversores.
Parte del beneficio neto de unos 375.000 millones de euros en el valor de mercado mundial es una transferencia destructiva de los consumidores a los accionistas a medida que las empresas adquieren m¨¢s poder monopol¨ªstico. En parte es una mejora de la eficacia que obedece a una mejor gesti¨®n y a operaciones de escala m¨¢s apropiada. Y en parte es un sobreprecio pagado por quienes se vuelven irracionalmente entusiastas cuando las empresas consiguen salir en las noticias.
Si cada uno de estos factores equivale a un tercio del beneficio neto se extraen varias conclusiones. En primer lugar, en cuanto observamos fuera de las transferencias realizadas dentro del sector financiero, los efectos mundiales de esta porci¨®n de las finanzas suponen un beneficio de unos 250.000 millones de euros debido al incremento del valor real para el accionista derivado del aumento de los beneficios futuros esperados. Una p¨¦rdida de 125.000 millones de euros se puede atribuir a los futuros salarios reales, porque las familias acabar¨¢n pagando m¨¢rgenes m¨¢s elevados a las empresas con mayor capacidad de mercado. Por lo tanto, el beneficio neto es de 125.000 millones de euros netos de valor social a?adido en 2007.
La segunda conclusi¨®n es que los beneficios brutos de los ganadores (quiz¨¢ 600.000 millones de euros derivados de las fusiones y adquisiciones de este a?o) superan con creces los 125.000 millones aproximados de beneficios netos. Los inversores deber¨ªan conocer los riesgos y las probabilidades, ya que pueden acabar entre los perdedores de los otros 475.000 millones de euros. Por ahora hay pocos signos de que lo hagan.
Por ¨²ltimo, a las finanzas les interesan desde hace tiempo los monopolios y los oligopolios estables con altos m¨¢rgenes de beneficio, mientras que a la ciudadan¨ªa le interesan los mercados competitivos y con m¨¢rgenes bajos. Cuanto m¨¢s esc¨¦ptico sea uno respecto a la capacidad de la pol¨ªtica antimonopol¨ªstica estatal para frenar las consecuencias del creciente poder de monopolio causado por las fusiones y las adquisiciones, m¨¢s deber¨ªa buscar otras fuentes para contrarrestar ese poder (lo que significa un impuesto sobre la renta progresivo) para compensar cualquier acrecentamiento de la desigualdad de renta.
Los fisi¨®cratas del siglo XVIII cre¨ªan que s¨®lo los campesinos eran productivos y que todos los dem¨¢s estaban privando de alg¨²n modo a los agricultores del porcentaje justo que les correspond¨ªa. Los marxistas del siglo XX cre¨ªan lo mismo respecto a los obreros fabriles. Ambos se equivocaban. Regulemos los mercados financieros para que los legos que invierten no salgan esquilmados. Pero no cometamos el error de temer demasiado a las finanzas.
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