Pir¨®manos
En el a?o 356 a. d. C, Er¨®strato quem¨® el templo de Artemisa, en Efeso, con el prop¨®sito de que su nombre fuera recordado hasta el fin de los tiempos. Otros pir¨®manos, menos ambiciosos, provocan un incendio devastador simplemente para poder alcanzar el orgasmo, que s¨®lo logran contemplando varias monta?as ardiendo. La mayor¨ªa lo hace por pasiones m¨¢s anodinas, por guisar una paella campestre, por matar conejos si son cazadores, por construir adosados si son constructores, para que coman las cabras si son pastores, por sacar de la serrer¨ªa madera barata. Nadie piensa ya en la inmortalidad cuando prende un bid¨®n de gasolina en el monte. Er¨®strato ignoraba que la inmortalidad es una c¨¢rcel de la que ya no se sale nunca. Todo el Peloponeso acaba de ser pasto de las llamas y el fuego ha alcanzado algunos lugares de la mitolog¨ªa. Desde lo alto de una colina de este territorio, ante un c¨²mulo de m¨¢rmoles sagrados, el fil¨®sofo S¨¦neca grit¨®: ?"Saludo a los dioses si los hay"!. Todav¨ªa hoy la historia est¨¢ esperando la respuesta. El terremoto que en 1997 asol¨® la regi¨®n de Umbr¨ªa en Italia destruy¨® la bas¨ªlica de As¨ªs con todos los frescos del Giotto. All¨ª iban a celebrar una conferencia de la paz mundial los jefes espirituales de todas la religiones monote¨ªstas bajo la presidencia del papa Wojtyla. Ninguna deidad dio explicaciones de aquel desastre. Las pinturas del Giotto se restauraron con un minucioso trabajo de cuatro a?os en que el fragmento m¨¢s diminuto volvi¨® a su lugar y los muertos fueron olvidados. Hace unas semanas el terremoto de Pisco, en Per¨², derrumb¨® la techumbre de un templo, mat¨® a los fieles que estaban celebrando un funeral y uno de los pocos que se salv¨® fue el cura protegido por los contrafuertes del altar. Mientras todo era muerte a su alrededor el cura se sacudi¨® el polvo de las sagradas vestiduras. Ning¨²n dios reivindic¨® este atentado. El fuego del Peloponeso ha rodeado Olimpia, Micenas, Epidauro, Corinto. Dentro de unos a?os, cuando sobre la tierra quemada de la antigua Esparta haya fructificado la codicia inmobiliaria, si desde lo alto de una colina, ante la infinita extensi¨®n de chal¨¦s adosados, alguien saluda a los antiguos dioses, la respuesta ser¨¢ el ruido de las hormigoneras que se abren paso por donde antes transitaron los sue?os. Por todas partes aparecer¨¢n carteles de la nueva mitolog¨ªa. Peloponeso Resort. Los adosados de Esparta se vender¨¢n con hipotecas a treinta a?os. Esta es la ¨²nica eternidad que existe en la tierra.
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