Navarra
Se reanuda el curso pol¨ªtico, tras un verano que ha transcurrido de modo m¨¢s apacible de lo previsto. Es verdad que ETA ha conseguido volver a atentar tras muchos intentos fallidos, pero lo ha logrado con tantas dificultades que no consigue transmitir la imagen de temible fortaleza que se precisa para condicionar la agenda. De este modo se desinfla tambi¨¦n el principal argumento del PP, que ahora basa toda su oposici¨®n en la hip¨®tesis de que el fallido proceso de paz no habr¨ªa hecho m¨¢s que fortalecer a los terroristas. Y si ahora resulta que no ha sido as¨ª, el PP se queda sin discurso.
Esta p¨¦rdida de la iniciativa por parte de la oposici¨®n explica que hayan pasado a ocupar el primer plano del escenario otros temas secundarios, habitualmente pasados por alto. Algunos de ellos carecen de verdadera enjundia, como sucede con la en¨¦sima oferta de Gallard¨®n para encaramarse al liderazgo del PP, evidentemente destinada a fracasar hoy por hoy (otra cosa muy distinta ser¨ªa si el a?o que viene Rajoy perdiese por muchos votos las elecciones). Pero ha habido dos temas oscuros que podr¨ªan convertirse en verdaderas cargas de profundidad, pues ponen en tela de juicio la ret¨®rica pol¨ªtica del actual Gobierno socialista. Me refiero, claro est¨¢, al gran apag¨®n barcelon¨¦s y a la rebeli¨®n del socialismo navarro.
En principio, la resoluci¨®n de la crisis navarra de ingobernabilidad, abierta por unos resultados electorales imposibles de conciliar, parec¨ªa satisfacer con ¨¦xito el habitual dise?o de la marca Zapatero, refinadamente maquiav¨¦lico: un dise?o que en otras ocasiones he calificado de equilibrista o funambulesco. En efecto, como es sabido, la estrategia radical del Partido Popular es que quiere provocar la polarizaci¨®n de Espa?a para empujar a Zapatero al otro extremo del espectro, donde se quedar¨ªa encerrado y enredado con las minor¨ªas antisistema: nacionalistas, izquierdistas, independentistas, etc¨¦tera. Y para escapar de esa trampa, Zapatero tiene que lograr la cuadratura del c¨ªrculo, quedando en tierra de nadie y caminando por la cuerda floja entre los fuegos cruzados del PP y los secesionistas, algo que hasta ahora ha sabido conseguir con ¨¦xito. As¨ª ocurri¨® con la crisis del Estatuto catal¨¢n, en la que Zapatero logr¨® pactar con Artur Mas una posici¨®n intermedia que era rechazada tanto por el espa?olismo del PP como por el independentismo de ERC. Tambi¨¦n ha pasado algo parecido en el Pa¨ªs Vasco, donde Zapatero ha logrado entenderse con el transversalismo de Imaz pactando una posici¨®n equidistante entre el espa?olismo del PP y el independentismo de Ibarretxe, EA y Batasuna. Y aplicando el mismo dise?o, el fun¨¢mbulo Zapatero ha querido hacer lo mismo en Navarra, pactando con UPN un arreglo equilibrado que le permitiera escapar tanto del espa?olismo del PP como del vasquismo de Nafarroa Bai: de ah¨ª las contrapartidas que ha venido ofreciendo Miguel Sanz (separaci¨®n parlamentaria del PP, retirada del recurso contra la Ley de Dependencia, tolerancia del aborto quiz¨¢). Pero con lo que no contaba Zapatero era con que se le rebelasen las bases navarras del partido socialista, que como antes les pas¨® a los socialistas catalanes se hab¨ªan tomado al pie de la letra la oferta de Zapatero de respetar y hacer cumplir la voluntad de los navarros.
Aqu¨ª es donde est¨¢ el problema: en la deriva hacia el confederalismo a la que ha conducido la peligrosa oferta de Zapatero de multiplicar el autogobierno de la Espa?a plural. Dej¨¢ndose llevar por esa idea, los socialistas navarros, como antes los catalanes, reclaman hoy poder cumplir su propia voluntad territorial, con independencia de las consecuencias que ello pueda tener en el resto de Espa?a. Un sentimiento ¨¦ste que tambi¨¦n est¨¢ detr¨¢s del malestar de los catalanes ante sus fallos infraestructurales, de los que s¨®lo saben culpar a Espa?a y a los espa?oles. De ah¨ª que ahora el aprendiz de brujo Zapatero pretenda recuperar la identidad unitaria vendiendo la marca Gobierno de Espa?a. Aunque quiz¨¢ sea ya demasiado tarde.
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