?Vaya odisea!
Cuando uno termina las vacaciones y decide bajar del Pirineo, nunca se imagina que la verdadera excursi¨®n est¨¢ apenas por llegar.
En la estaci¨®n de tren de Puigcerd¨¤ rumbo a Barcelona, se encuentran los viajeros con maleta en mano y los codos bien dispuestos para golpear al que intente subir antes: "Amb perm¨ªs". "Permiso, permiso". "?Me deja pasar?". La avalancha humana se trepa al vag¨®n como si fuera el ¨²ltimo pasaje a la salvaci¨®n; entonces hay que esquivar el neum¨¢tico de la bicicleta que amenaza con apachurrar el pie, los bultos de muchos que no saben viajar ligero (incluy¨¦ndome) y la furia de los mayores que arremeten con el bast¨®n como si practicaran esgrima.
Una vez sentados, el revisor -un hombre regordete y bonach¨®n con gafas ahumadas- hace el siguiente aviso: "Se?ores pasajeros, por reparaciones, este tren s¨®lo llega hasta Ribes de Freser. Despu¨¦s, un autob¨²s los llevar¨¢ a Ripoll".
Entonces a uno se le atora el pedazo de bocata que llevaba para el camino y con la cara desfigurada mira a los dem¨¢s comprobando que escuch¨® bien. Por lo visto, no a todos les sorprende la noticia. Los dem¨¢s desdoblan el folletito de Renfe para contar las estaciones que faltan del mentado v¨ªa crucis.
Llegando a Ribes, un autob¨²s espera con los maleteros abiertos a la marabunta que tan s¨®lo verlo se echa a correr. "?Apurad!". "?S¨²bele, s¨²bele!". "?Avienta la bolsa y ap¨¢rtame cuatro!". "?R¨¢pido, que nos ganan el sitio!". "?No vamos a caber!". "Que s¨ª" . "Que no".
Ya arriba, los conductores se percatan de lo que hab¨ªan advertido los viajeros: que no habr¨ªa lugar para todos. As¨ª que, a evacuar el autob¨²s, y van para abajo todos los que sobran, incluy¨¦ndonos a las madres con los ni?os en brazos.
Comienzan los improperios y las llamadas al amigo, al novio y a los familiares avisando de las desventuras. "?Que me han bajado del bus!". Una viajera n¨®rdica cuenta por el m¨®vil la odisea y suelta: "?Ya ves los pa¨ªses tercermundistas!". Mientras tanto, los encargados de Renfe nos calman avisando de que pronto llegar¨¢ otro transporte. De pronto vemos aproximarse una furgoneta desvencijada y al volante un ch¨®fer bastante bonach¨®n que nos sonr¨ªe y da la bienvenida. Subimos haciendo peripecias para caber con todo y equipaje, aguantando el camino sin aire acondicionado y los chillidos de los beb¨¦s que ya tienen hambre.
-?Oiga, de qu¨¦ a?o es esta furgoneta?, pregunto al conductor.
-"Uuuuuuuuuuuuy, antig¨¹ita, antig¨¹ita. ?Tiene 880.000 kil¨®metros!, me contesta.
Ante mi asombro de que Renfe transporte a sus pasajeros en un veh¨ªculo prehist¨®rico, el conductor me explica que no son de Renfe, sino de Transportes Mir, una compa?¨ªa que les renta los autobuses y las furgonetas a 180 euros por d¨ªa y que los renta tambi¨¦n a particulares por 150 euros diarios: "Ya sabe, cuando necesite", me ofrece.
-?As¨ª de viejas?, pregunt¨¦.
-?Ah, no! a particulares se les rentan nuevas.
-O sea, que a los vacacionistas de quinta categor¨ªa como nosotros nos ponen las peores.
-Pero no se rompen, ?eh! En los seis meses que llevo trabajando aqu¨ª nunca se ha da?ado ninguna y si pasara tenemos muchos mec¨¢nicos.
Protegidos por una virgencita colocada en el tablero de la furgoneta llegamos a Ripoll y continuamos nuestro ansiado regreso a Barcelona. Saco nuevamente mi bocata y, a la hora de darle un mordisco, se escucha la voz del revisor: "Se?ores pasajeros, por reparaciones este tren no llega a Pla?a Catalunya, s¨®lo hasta Sant Andreu Arenal". Otra vez desdoblar el folletito, contar estaci¨®n tras estaci¨®n y desear no haber dejado la ciudad. Tan saludable que es la vida sedentaria.
El revisor vuelve a aparecer y anuncia: "Se?ores pasajeros, el lavabo tiene una aver¨ªa, as¨ª que las personas que tengan necesidad de hacer sus necesidades pueden bajar en Vic. El tren no se ir¨¢ hasta que ustedes hagan... (el hombre titubea y despu¨¦s de algunas muecas en el rostro pensando c¨®mo decirlo con propiedad, contin¨²a)... el tren no se ir¨¢ hasta que hagan lo que tengan que hacer".
Arribamos a Vic. Los urgidos bajan r¨¢pidamente; unos tienen cara de duda (?me bajo o no me bajo? ?Me aguanto o no me aguanto?). Mi amiga Petra me hace una sabia observaci¨®n: "Yo no me f¨ªo". Coincido con ella y acordamos que mejor controlar el esf¨ªnter y el mal humor, no vaya a ser que, despu¨¦s de desalojar las v¨ªas urinarias, nos desalojen de las ferroviarias.
Contin¨²a esa fastidiosa espera acompa?ada por la mon¨®tona voz que avisa: "Pr¨®xima parada Figar¨®". Al menos los estudiantes aprovechan el tiempo leyendo. Una joven tiene la mirada fija en Els pilars de la Terra y con el dedo se picotea la nariz, saca algo del orificio y lo hace bolita. Otros se contorsionan en los duros asientos hechos s¨®lo para gl¨²teos carnosos y trayectos cortos.
De pronto, una pareja de mayores reclama que el tren no ha parado en Centelles. El hombre aclara que ese tren no hace parada ah¨ª. "Ho han anunciat. Ho han anunciat", protestan ellos. El revisor toma su tel¨¦fono y llama a alguien: "Oye Fran, aqu¨ª dos viajeros dicen que anunciaste la parada en Centelles". "Ah s¨ª... ah... ah". El revisor se disculpa con los pasajeros. "S¨ª, lo han anunciado. Mi compa?ero se equivoc¨®. Lo sentimos mucho; tendr¨¢n que bajarse en La Gariga y regresar".
Aprovechando la buena voluntad del revisor para resolver los percances, lo cual denota la profesionalizaci¨®n de la aver¨ªa, me atrevo a pedirle: "Oiga, ?no podr¨ªa hacer otra parada para bajarme por un cortadito? No tardo ni media hora".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.