Mundolog¨ªa
En verano, cuando hace calor, se pierden las formas y se pierde la formalidad. En las playas, como dec¨ªa Mafalda, el g¨¦nero humano pierde todo lo que tiene de g¨¦nero y de humano. (Esto ¨²ltimo tiene algo de t¨¦trico dada la facilidad que tienen muchos personajes famosos, incluso legendarios, para dejarnos en agosto. Mientras los medios de comunicaci¨®n se afanaban hace un par de semanas en recordar el 30 Aniversario de la muerte de Elvis Presley y de Groucho Marx, a escasos kil¨®metros de las redacciones se nos iban Vilallonga, Penella y Umbral). Por ello, a estas alturas de la vuelta a lo cotidiano, lo mejor es hurgar en los viejos manuales de urbanismo para volver a comportarnos como en otros tiempos; aquellas ¨¦pocas de estricta educaci¨®n victoriana que obligaba a los miembros de una familia a tratarse de usted. Es la ¨²ltima moda vintage de las m¨¢s sofisticadas fashion victims. El cuello almidonado del cabeza de familia ataca de nuevo. Y dada la diversidad de modelos familiares que conforman hoy en d¨ªa nuestra sociedad, y su protagonismo medi¨¢tico en portadas de dominicales de gran tirada, lo suyo es hacerse eco de algunos consejos para la vuelta al cole apolillado de anta?o.
Las Ferias del Libro Antiguo y de Ocasi¨®n que pululan estos meses (o cualquier contenedor de papel convenientemente investigado) proporcionan informaci¨®n impagable. Las costumbres aconsejables, y las desaconsejables, de aquellos libros precursores de autoayuda, suenan no s¨®lo prof¨¦ticas en algunos casos sino, incluso, especialmente actuales si se traduce el esp¨ªritu del tiempo en el que fueron escritos, al de hoy en d¨ªa. Un manual de este tipo especialmente curioso es Educaci¨®n y Mundolog¨ªa, de Antonio de Armenteras, publicado por la Editorial de Gass¨® Hnos. (V¨ªa Laietana, 153. Barcelona) en 1957. El prologuista fue el Marqu¨¦s de Valdavia, y 50 a?os despu¨¦s de su aparici¨®n en las librer¨ªas resulta un poco dif¨ªcil saber si estamos ante unos rimbombantes seud¨®nimos maquinados por los hermanos Gass¨® o ante personajes reales que bajaron de su aristocr¨¢tico pedestal para comunicar sus conocimientos de refinamiento social a los zafios mortales ignorantes. Una de las p¨¢ginas de este libro m¨¢s apreciadas por las v¨ªctimas de esta moda de modales retrovintage que nos invade, es la que habla de "lo que no debe existir nunca en la casa". Aparte de las trasnochadas escupideras y orinales (execrables para el autor), en la secci¨®n se da cuenta de objetos como "esas horribles mu?ecas de trapo de cuerpo fl¨¢cido y mirada de muerto", "el gong para convocar a la familia a la mesa", "la pat¨¦tica mascarilla de Beethoven como adorno del piano", "las mesitas con incrustaciones moriscas poco armoniosas con nuestros esp¨ªritus", "el atril sosteniendo un enorme libro para que lo lea alguien que no existe" y -la joya de la corona- "los cuadros realizados con las trenzas de nuestras abuelas". Ni que decir tiene que todos ellos son objetos de culto en las p¨¢ginas m¨¢s perversas de Internet. El problema para los fan¨¢ticos de esta moda es que cada aberraci¨®n consignada por Armenteras requiere algo m¨¢s: un piano, unas abuelas (muertas o pelonas), un libro gordo, una familia hambrienta, un espacio para albergarlo todo...
Para ser un experto en la nueva mundolog¨ªa que necesitaremos en las pr¨®ximas d¨¦cadas tendremos que saber hasta d¨®nde llega la utilizaci¨®n y/o la ubicaci¨®n del m¨®vil, de la wi-fi, del estante con los videojuegos pirateados, del home-cinema, de las instalaciones de Monte Gai¨¢s, de los emolumentos vitalicios para los altos cargos del Gobierno auton¨®mico, de los restos que quedan por husmear en el Prestige...
La mundolog¨ªa es la ciencia del futuro. El cambio clim¨¢tico; la globalizaci¨®n de la pol¨ªtica, la econom¨ªa y la cultura, y la expansi¨®n salvaje de los no-lugares obligan ya a la introducci¨®n de la asignatura en nuestros programas escolares y universitarios. El cabello de Rosal¨ªa trenzado con el de Pondal, Castelao y Manoel Antonio puede ser la primera exposici¨®n en A Cidade da Cultura. ?No necesit¨¢bamos contenidos? Pues aqu¨ª est¨¢n.
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