'Tutto' en exceso
Excesivo. En todo. A veces las palabras se le pegan a uno y son las que mejor le definen. A Pavarotti se le peg¨® "Tutto", "todo", a ra¨ªz de aquel recopilatorio discogr¨¢fico de ventas estratosf¨¦ricas.
Pavarotti era un Midas que convert¨ªa en oro todo cuanto tocaba. "?Nunca nadie pierde dinero con Pavarotti!", fue la alegre consigna de su representante americano. El tenor ten¨ªa su ¨¢tico en el edificio Plaza de Nueva York, muy cerca del Metropolitan. All¨ª despachaba con profesionalidad a los periodistas. Con los fot¨®grafos se mostraba puntilloso hasta la exasperaci¨®n: ¨¦l decid¨ªa desde d¨®nde hab¨ªa que disparar, sobre qu¨¦ fondo y en qu¨¦ instante preciso, esto es cuando tensaba en una sonrisa de arte sus labios y ordenaba entre dientes: "?Ahora!". Muchas portadas. Todas, como ha vuelto a demostrar esta misma ma?ana. Tutto Pavarotti: qu¨¦ exceso.
La salud de Pavarotti, mejor la falta de ella, fue otro exceso, materia destinada a convertirse en oro bajo las formas de la publicidad de productos hipocal¨®ricos o de dietas milagrosas en pos de la juventud extraviada. Hab¨ªa siempre algo joven, adolescente, en ¨¦l: su pasi¨®n por los coches, los caballos, el f¨²tbol. Un tifoso ardiente en todas estas disciplinas. Pero tambi¨¦n un hombre enfermo a la hora de practicarlas. Salvo para montar a caballo: su imagen desfilando a lomos de un jaco poderoso por Manhattan dio la vuelta al mundo (con m¨¢s frecuencia patrocinaba encuentros h¨ªpicos en su finca de las afueras de M¨®dena). Una salud inestable que hab¨ªa de producir estrepitosas cancelaciones y chascos de p¨²blico en los cinco continentes. Ahora bien, si por una de aquellas casualidades consegu¨ªas escucharle en vivo, entonces te cazaba como un camale¨®n se zampa al insecto. Ah¨ª plantado, las piernas abiertas sosteniendo los 170 kilos de sus ¨¦pocas m¨¢s rotundas, abriendo el paso del aire hasta marcar la car¨®tida, buscando la vibraci¨®n craneal, templando el agudo, emitiendo un sonido met¨¢lico y c¨¢lido a la vez que ha sido, es, sin¨®nimo de squillo, esa resonancia tan dif¨ªcil de traducir al duro castellano.
Si Maradona le prest¨® la mano, Pavarotti fue la voz de Dios. Ten¨ªa desde la cuna una impostaci¨®n natural, le o¨ªas hablar y sab¨ªas que estabas en presencia de un tenor belcantista ("Bellini y Donizetti son medicinas para mi voz", sol¨ªa explicar).
?Le¨ªa las partituras con dificultad? Quiz¨¢, pero se comprender¨¢ que eso, para uno de M¨®dena, no representa un problema significativo. Su padre se sab¨ªa todas las arias del repertorio, que cantaba a los clientes de la panader¨ªa, cuando no discut¨ªa con ellos de f¨²tbol o de ferraris. Y la hermana de leche de big Luciano fue nada menos que Mirella Freni. Mam¨® ¨®pera, y eso se ve¨ªa en c¨®mo apoyaba la voz en las dobles consonantes de la lengua italiana. Esa intensidad ha sido un regalo para los aficionados. Un milagro: de nuevo la hip¨¦rbole, el exceso.
Dicen quienes le conoc¨ªan de cerca que se deshac¨ªa en atenciones con los amigos. Seguramente ah¨ª tambi¨¦n se excedi¨®, y le cost¨® algunos disgustos serios. Lo suyo era a todo o nada. Tutto o nada. Qu¨¦ exceso. ?Qu¨¦ milagro!
Babelia
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