Pulso en el interior de Al Qaeda
La experta Loretta Napoleoni repasa la historia menos conocida del grupo terrorista a dos d¨ªas del sexto aniversario del 11-S: las luchas internas y la impopularidad de Bin Laden entre los talibanes
En el oto?o de 2004, Al-Sharq al-Awsat, el peri¨®dico saud¨ª con sede en Londres, public¨® un relato que, seg¨²n se rumoreaba, hab¨ªa escrito un miembro del c¨ªrculo ¨ªntimo de Al Qaeda. En claro contraste con la imagen habitual de la organizaci¨®n como multinacional del terror, describ¨ªa un grupo peque?o, plagado de luchas internas y dirigido por un megal¨®mano saud¨ª impopular, Osama bin Laden.
El problema fundamental era la obsesi¨®n de Bin Laden con Estados Unidos. El ala moderada de Al Qaeda le reprochaba que confiase en un grupo de patrocinadores saud¨ªes que viajaban libremente a EE UU y que le hab¨ªan convencido de que era un pa¨ªs d¨¦bil e incapaz de soportar m¨¢s de tres golpes: los atentados de 1998 contra las embajadas estadounidenses en ?frica, el atentado de 2000 contra el portaaviones USS Cole y el atentado contra las Torres Gemelas. Los moderados atribu¨ªan esta idea a la arrogancia saud¨ª y tem¨ªan las represalias militares norteamericanas. Como tambi¨¦n la tem¨ªan los talibanes, que en su mayor¨ªa despreciaban a Bin Laden y sus amigos saud¨ªes por su ostentaci¨®n y su sentimiento de superioridad.
El problema fundamental era la obsesi¨®n del l¨ªder terrorista con EE UU
La arrogancia propia de los saud¨ªes deterior¨® la imagen de Bin Laden entre los yihadistas
En v¨ªsperas del 11-S, Al Qaeda era un grupo bastante desconocido fuera de Afganist¨¢n
Con la guerra de Irak surgi¨® un nuevo f¨¦nix, el alqaedismo, un nuevo antiimperialismo
Si el mundo es hoy m¨¢s peligroso es porque los pol¨ªticos manipularon la naturaleza de Al Qaeda
Los propios dirigentes talibanes consideraban a Bin Laden como un estorbo. Su obsesi¨®n de que los medios occidentales dieran publicidad a su odio hacia EE UU hab¨ªa enfurecido en m¨¢s de una ocasi¨®n al mul¨¢ Omar, el l¨ªder espiritual talib¨¢n, cuyos valedores paquistan¨ªes hab¨ªan llegado a presionarle para que obligara a Osama a callarse o le expulsara del pa¨ªs. Pero el r¨¦gimen necesitaba los 30 millones de d¨®lares de renta pagados por los patrocinadores de Bin Laden y la peque?a industria de los campos de entrenamiento; el r¨¦gimen talib¨¢n, que funcionaba como una r¨¦plica del califato isl¨¢mico medieval, sufr¨ªa una falta cr¨®nica de dinero. Y la animadversi¨®n del mul¨¢ Omar hacia las drogas hab¨ªa limitado la ¨²nica fuente de ingresos exteriores: el opio.
Los partidarios de la l¨ªnea dura dentro de Al Qaeda tambi¨¦n tem¨ªan las represalias estadounidenses, aunque por distintos motivos. Ya en 1998, bajo la direcci¨®n de Abu Hafas al Masri -uno de los fundadores de Al Qaeda, que muri¨® en Kandahar-, hab¨ªan presionado a Bin Laden para que adquiriese armas de destrucci¨®n masiva o construyera bombas sucias. Su idea era introducirlas de contrabando en Estados Unidos y almacenarlas all¨ª para utilizarlas en el caso de que los estadounidenses invadieran Afganist¨¢n. Bin Laden nunca rechaz¨® formalmente la propuesta, pero impidi¨® a Al Masri que la llevara a cabo.
Construir una bomba sucia en Afganist¨¢n habr¨ªa sido sencillo. Los talibanes hab¨ªan recuperado suficiente cantidad de armas qu¨ªmicas y material radiactivo de la invasi¨®n sovi¨¦tica como para poder fabricar m¨¢s de una, y en Al Qaeda hab¨ªa gente con los conocimientos necesarios para hacerlo. Sin embargo, cuando Al Masri se decidi¨® a preguntar a los talibanes sobre los materiales qu¨ªmicos y radiactivos, descubri¨® que los hab¨ªan vendido en secreto a los paquistan¨ªes porque no se fiaban de los ¨¢rabes. Los miembros de la l¨ªnea dura pensaron que Bin Laden era el responsable de esa antipat¨ªa.
Bin Laden era a¨²n m¨¢s impopular fuera de Al Qaeda. La arrogancia y el sentimiento de superioridad propios de los saud¨ªes hab¨ªan deteriorado su imagen entre los yihadistas, j¨®venes que ve¨ªan en ¨¦l una prolongaci¨®n de las clases dirigentes saud¨ªes. Entre ellos estaban Jattab, un joven guerrero saud¨ª que, a finales de los noventa, dirigi¨® a los muyahidin en Chechenia, y el jordano Abu Mussad al Zarqaui, que, entre 1999 y 2001, dirigi¨® en Herat un campo de entrenamiento propio, bajo los auspicios de los talibanes.
La popularidad de Bin Laden entre los antiguos muyahidin era menor si cabe. Muchos le consideraban responsable de haber convertido Al Qaeda en una milicia de sus patrocinadores saud¨ªes. Al Qaeda, formada en torno a las ense?anzas del jeque Azzam, naci¨® como brazo militar de una insurgencia musulmana mundial, dentro del ej¨¦rcito de los ¨¢rabes afganos. Hacia el final de la yihad antisovi¨¦tica, Azzam empez¨® a imaginar un Afganist¨¢n libre de sovi¨¦ticos y que fuera un refugio para el futuro ej¨¦rcito internacional de muyahidin, y les inst¨® a independizarse de sus patrocinadores.
?se fue el momento en el que Osama bin Laden, el representante de hecho de los intereses saud¨ªes en Afganist¨¢n, choc¨® con los intereses del jeque Abdallah Azzam. Bin Laden y sus patrocinadores saud¨ªes quer¨ªan moldear Al Qaeda para convertirla en una organizaci¨®n independiente del futuro r¨¦gimen afgano; no les interesaba la consolidaci¨®n del poder en Afganist¨¢n. Desde luego, quer¨ªan seguir dominando y manipulando el futuro de las brigadas ¨¢rabes. Seg¨²n el investigador egipcio Abderrahim Ali, Bin Laden estaba adem¨¢s muy influido por la facci¨®n egipcia de la Oficina ?rabe-Afgana, que dirig¨ªa Ayman al Zauahiri. Este grupo quer¨ªa incorporar Al Qaeda a las t¨¢cticas terroristas y transformarla en una organizaci¨®n armada; al acabar la yihad contra los sovi¨¦ticos, pensaban servirse de Al Qaeda para impulsar la actividad terrorista en Egipto.
La disputa termin¨® con el asesinato del jeque Azzam el 24 de noviembre de 1989. A partir de ese momento, Bin Laden y Al Zauahiri se hicieron poco a poco con el control de la Oficina ?rabe-Afgana y convirtieron Al Qaeda en una organizaci¨®n terrorista financiada con dinero saud¨ª. El asesinato fue el primero de una serie que acab¨® con la vida de varios miembros de la Oficina, con reminiscencias de las purgas realizadas por Stalin entre los dirigentes bolcheviques. Estas purgas prepararon el terreno para el primer atentado contra las Torres Gemelas, en 1993. Seg¨²n Muhamad Sadeq Awda, miembro de Al Qaeda en prisi¨®n, Bin Laden orden¨® el asesinato de Azzam porque sospechaba que ten¨ªa lazos con la CIA. Sin embargo, muchos creen que fue Al Zauahiri, y no Bin Laden, quien orden¨® las purgas. Hoy sigue siendo uno de los grandes misterios sin resolver.
En v¨ªsperas del 11-S, por tanto, Bin Laden era muy impopular, tanto entre sus seguidores y sus anfitriones como entre los miembros del movimiento yihadista. Como destaca Jason Burke, un premiado periodista de The Observer, Al Qaeda no era una multinacional del terror, sino una peque?a organizaci¨®n bastante desconocida fuera de Afganist¨¢n. Y al terminar la batalla de Tora Bora, Al Qaeda era una sombra de s¨ª misma. Varios combatientes fundamentales, como Al Masri, hab¨ªan muerto durante los ataques de la coalici¨®n en Afganist¨¢n, y varios millares m¨¢s hab¨ªan sido capturados y enviados a Guant¨¢namo; en el transcurso del a?o siguiente, todos los dirigentes de la organizaci¨®n -excepto Bin Laden y Al Zauahiri- fueron capturados por el Ej¨¦rcito estadounidense y llevados a un lugar no revelado.
Tambi¨¦n desapareci¨® la obsesi¨®n de Bin Laden de llevar el terrorismo al coraz¨®n de EE UU. Tras el 11-S, todos los grandes atentados los realizaron grupos locales en sus respectivos pa¨ªses: Pakist¨¢n y Bali en 2002; Uzbekist¨¢n, Turqu¨ªa y Casablanca en 2003. La verdad es que el 11-S fue un episodio aislado en la historia de la violencia pol¨ªtica isl¨¢mica, del mismo modo que Al Qaeda era una organizaci¨®n armada isl¨¢mica que era at¨ªpica. Ni el GIA argelino, ni la Yemaa Islamiya indonesia, ni los Hermanos Musulmanes de Egipto, ni el Movimiento Isl¨¢mico de Uzbekist¨¢n hab¨ªan atacado jam¨¢s a un enemigo tan lejano, sino que todos se hab¨ªan dedicado siempre a los enemigos m¨¢s pr¨®ximos, los reg¨ªmenes olig¨¢rquicos que imperan en el mundo musulm¨¢n.
La peculiaridad de Al Qaeda se deb¨ªa a la naturaleza de sus promotores. A finales de los a?os setenta, varios patrocinadores de Arabia Saud¨ª y el Golfo crearon Daw'ah, una red de organizaciones ben¨¦ficas, empresas e inversiones directas para difundir la doctrina wahab¨ª -la interpretaci¨®n m¨¢s conservadora del islam- en el mundo musulm¨¢n. Daw'ah financi¨® a los muyahidin y, tras la victoria en Afganist¨¢n, foment¨® la violencia isl¨¢mica en todos los pa¨ªses musulmanes. Desde Uzbekist¨¢n hasta Somalia, desde Chechenia hasta Argelia, Daw'ah coste¨® una serie de organizaciones armadas que luchaban para establecer reg¨ªmenes acordes con la shar¨ªa. Al Qaeda tambi¨¦n se benefici¨® del dinero de Daw'ah y Bin Laden fue uno de sus grandes agentes durante los a?os ochenta en Afganist¨¢n. Sin embargo, cuando le expulsaron de Arabia Saud¨ª en los a?os noventa, se encontr¨® con que no pod¨ªa usar esos fondos para sufragar una rebeli¨®n en el pa¨ªs del que proced¨ªan sus donantes. Para esquivar el problema cre¨® una organizaci¨®n armada transnacional cuyos objetivos ser¨ªan los valedores de los saud¨ªes, es decir, Estados Unidos. Si pod¨ªa destruir Estados Unidos, podr¨ªa derrocar el r¨¦gimen saud¨ª: ¨¦ste era el mensaje oculto del manifiesto de 1998 contra los cruzados sionistas, suscrito por Al Zauahiri y motor de los atentados contra las embajadas estadounidenses en Kenia y Tanzania y el atentado contra el USS Cole en Yemen.
La ilusi¨®n de Bin Laden de que Estados Unidos se desintegrar¨ªa despu¨¦s del tercer y definitivo ataque es equiparable a la absurda idea del Gobierno de Bush de que Al Qaeda estaba en el centro de una conspiraci¨®n mundial de organizaciones armadas isl¨¢micas. Este enga?o constituy¨® la base de la guerra contra el terror, que pronto se convirti¨® en una lucha contra las sombras de Al Qaeda. Por ejemplo, despu¨¦s de la batalla de Tora Bora, Bin Laden y Al Zauahiri desaparecieron por las buenas en la zona fronteriza entre Afganist¨¢n y Pakist¨¢n gobernada por los dirigentes tribales isl¨¢micos. Seis a?os despu¨¦s del 11-S, contin¨²an en libertad.
En contra de los consejos de los servicios de espionaje de todo el mundo, EE UU desvi¨® su atenci¨®n hacia Irak con el argumento de que Sadam Husein formaba parte de la conspiraci¨®n. "En Oriente Pr¨®ximo, hasta los ni?os se re¨ªan de esa asociaci¨®n", dijo Fouad Hussein, un periodista jordano que se entrevist¨® con Al Zarqaui en la c¨¢rcel. Todav¨ªa m¨¢s incre¨ªble era el arsenal de armas de destrucci¨®n masiva de Sadam; si lo hubiera tenido, lo habr¨ªa empleado antes de la invasi¨®n.
Para justificar un ataque preventivo contra Sadam, se invent¨® un v¨ªnculo ficticio entre Bin Laden y el dictador iraqu¨ª, y as¨ª naci¨® el mito de Al Zarqaui, el hombre de Al Qaeda en Irak. La fabricaci¨®n de pruebas falsas por Estados Unidos y la obsesi¨®n de los medios de comunicaci¨®n con Al Qaeda fue su mitolog¨ªa. Una historia interminable de sangre, violencia o hero¨ªsmo, dependiendo de qui¨¦n la contara, sustituy¨® a la verdad: que, con la ca¨ªda del r¨¦gimen talib¨¢n, Al Qaeda hab¨ªa dejado de existir. Las masas musulmanas, oprimidas por dirigentes corruptos y antidemocr¨¢ticos e indignadas por la humillaci¨®n diaria de los iraqu¨ªes, y los occidentales, aterrorizados por sus propios gobiernos, se creyeron el cuento.
La vieja direcci¨®n de Al Qaeda, ahora firmemente controlada por Al Zauahiri, reforz¨® esa idea a base de explotar su notoriedad y utilizar los medios de comunicaci¨®n e Internet para difundir su propaganda. Al Qaeda se convirti¨® en distintivo de calidad en el repugnante campo del terror islamista. Bin Laden lleg¨® a pretender negociar una tregua en Irak tras el atentado de Madrid en 2004, cuando la verdad era que pr¨¢cticamente no pod¨ªa mantenerse a s¨ª mismo en su escondite. A finales de 2003, Al Zauahiri escribi¨® una carta a Al Zarqaui para pedirle dinero.
La guerra de Irak devolvi¨® la vida a Al Qaeda. De sus cenizas surgi¨® un nuevo f¨¦nix, el alqaedismo, una nueva ideolog¨ªa antiimperialista. La entrada de Al Zarqaui -su icono fundamental- en Al Qaeda, como emir de la organizaci¨®n en Irak, sell¨® la transici¨®n. Las organizaciones armadas isl¨¢micas, costeadas durante decenios por Daw'ah, entraron pronto bajo este paraguas ideol¨®gico; desde los peque?os grupos escindidos del GIA en Argelia hasta los grupos locales del Reino Unido, todos adoptaron la etiqueta de Al Qaeda. Ir¨®nicamente, como hace seis a?os, Osama bin Laden y Al Zauahiri no controlan lo que ocurre en el mundo yihadista, pese a ser los s¨ªmbolos m¨¢s importantes de un movimiento mundial creado por la paranoia occidental.
El Gobierno de Bush y sus m¨¢s estrechos aliados conoc¨ªan la verdadera historia de Al Qaeda. Si no inmediatamente despu¨¦s del 11-S, no cabe duda de que la captura de figuras clave como Binalshibh y Abu Zubayda les permiti¨® tener una idea muy clara de las luchas internas de la organizaci¨®n. Tambi¨¦n conoc¨ªan su verdadero poder y su fuerza. Michael Shuwer, responsable de la Unidad Osama de la CIA hasta 1999, asegura que inform¨® a sus superiores sobre los aut¨¦nticos peligros de Al Qaeda antes del 11-S. Despu¨¦s del atentado, aconsej¨® que capturasen vivo o muerto a Osama bin Laden inmediatamente, antes de que se convirtiera en un s¨ªmbolo, pero sus palabras fueron ignoradas.
Si hoy vivimos en un mundo mucho m¨¢s peligroso es porque los pol¨ªticos manipularon la verdadera naturaleza de Al Qaeda y convirtieron la visi¨®n que ten¨ªa Osama bin Laden de EE UU en una profec¨ªa autocumplida. Si se hubieran empleado los recursos para llevar ante la justicia a Osama bin Laden y Al Zauahiri, Al Qaeda habr¨ªa quedado relegada a los libros de historia en lugar de ocupar las primeras p¨¢ginas de los peri¨®dicos. El sexto aniversario de la tragedia de las Torres Gemelas parece una buena ocasi¨®n para empezar a revelar la verdad y utilizarla con el fin de llevar la paz a nuestro mundo. Callar a Bin Laden y Al Zauahiri no acabar¨¢ con la violencia isl¨¢mica, pero ser¨ªa un paso en la buena direcci¨®n. Otro paso m¨¢s ser¨ªa el de dar con una soluci¨®n a la pesadilla iraqu¨ª y poner fin al paralelismo entre Al Qaeda y la guerra fr¨ªa. Peque?os pasos hasta que todos los mitos de los seis ¨²ltimos a?os queden al descubierto y sean destruidos.
Loretta Napoleoni es experta en financiaci¨®n del terrorismo, asesora a varios Gobiernos en temas de lucha antiterrorista. Traducci¨®n de M. L. Rodr¨ªguez Tapia
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